Enrique Vila-Matas nació en Barcelona en 1948. Veinte años después se fue a vivir a París buscando mayor libertad creativa. Durante estos años subsistió realizando trabajos como periodista para la revista Fotogramas y como figurante de cine. Publicó su primer libro La asesina ilustrada en 1977. Después vinieron Historia abreviada de la literatura portátil y hasta treinta títulos más, el último Impón tu suerte (Círculo de Tiza). Estas son sus recomendaciones culturales para Letra Global.
Un libro: Informes de lectura, de Roberto Bazlen (La Bestia equilátera) "Bazlen fue un escritor sin obra que, aún así, como todos los sabios, dejó huella, rastros de una ciencia no conocida: "No se trata de combatir contra los idiotas; se trata de crearnos un mundo en el cual los idiotas no entren".
Música: Lucinda Williams. "La descubrí en la banda sonora de True Detective cuando canta Born to be loved, casi un blues sobre el orgullo: “No naciste para que abusaran de ti, para perder / para sufrir, para nada / Naciste para que te quieran”.
Un cuadro: I.G. de Gerhard Richter. "El retrato pintado de su primera mujer, a la que vemos adentrarse de espaldas en una zona de oscuridad. La extrema fidelidad que muestra Gerard Richter a la ambigüedad de la experiencia es la que convierte este óleo tanto en una propuesta de reflexión sobre la naturaleza del arte de la pintura como simplemente en una obra maestra".
Una arquitectura: "La arquitectura textual de esa obra maestra que es Prosas apátridas, del gran Julio Ramón Ribeyro (Seix Barral). Un libro –eje actual de lo contemporáneo– construido por textos que no encontraron sitio y no se ajustan cabalmente a ningún género, es más, carecen de un territorio literario propio”. No son fragmentos de un diario personal ni notas que esperen ser ampliadas, y tampoco es prosa poética, no tienen patria ni lugar de paso y, a decir verdad, van más allá de la literatura".
Una ciudad: Nueva York. "Manhattan, vista al atardecer tanto por Le Corbusier, que la veía como un gigantesco lenguado extendido sobre una roca, como por Rem Koolhaas, que en Delirios de Nueva York (Gustavo Gili edit.) la ve como la isla en la que la barbarie norteamericana acabó dando paso al refinamiento europeo, montando algo así como el teatro del progreso”.