A principios de la década de los noventa, Boston había desplazado a Nueva York en el ranking de las ciudades con mayor delincuencia y corrupción de los Estados Unidos. Los crímenes se habían disparado y la policía recurría a todo tipo de trapicheos para llegar a fin de mes, hasta el punto de que muchos estupas vivían de pegar sablazos a los narcotraficantes para dejarles trabajar en paz. O ése es el panorama que nos presenta la nueva serie de Movistar City on a hill (La ciudad en la colina), creada por Charlie McLean a partir de una idea suya y de Ben Affleck, que ejerce de productor ejecutivo junto a su viejo compadre Matt Damon.
Desde un punto de vista narrativo, City on a hill comparte territorio con las novelas de Richard Price y, sobre todo, las de Dennis Lehane, bostoniano de pro que siempre ha tenido claro que la chusma de su ciudad se la repartía de manera étnica: los italianos al norte y los irlandeses al sur; en ese famoso Southie impuso su ley durante años uno de los peores criminales norteamericanos de todos los tiempos, el terrible James Whitey Bulger, fallecido no hace mucho en prisión tras años de darle esquinazo a la policía. En ese hábitat purulento aparece, cargado de buena intención y dispuesto a poner orden, un fiscal de raza negra, Decourcy Ward (Aldis Hodge), que se verá obligado a colaborar con el encallecido agente del FBI, Jackie Rohr (Kevin Bacon), para desarticular a una banda de atracadores que acaba de pegar un palo de importancia y que tal vez esté relacionada con un crimen de cuatro años atrás que nunca se resolvió. Frente a la contenida interpretación de Hodge, la de Bacon es un festival de muecas, comentarios sarcásticos y gestos excesivamente marcados que lo acercan peligrosamente a la sobreactuación. Jackie es uno de esos individuos bigger tan life que deben estar demostrándolo constantemente, y la verdad es que el histrionismo de Bacon solo molesta en determinados momentos, ya que, a fin de cuentas, la vida de Rohr es de traca: no para de ponerle los cuernos a su sufrida y católica esposa, deja preñada a una amante asiática, está permanentemente a la greña con su suegra, que vive en su casa y le detesta, su manera de tratarse con los delincuentes es prácticamente la de otro delincuente... Con semejante perla debe intentar poner orden el pobre Decourcy, quien también ha de plantar cara por su cuenta a un reverendo negro con las manos muy largas que controla a una gran parte de la comunidad afroamericana de la ciudad.
Aunque centrada en la pugna / colaboración entre el fiscal y el agente del FBI, City on a hill es también uno de esos relatos corales que aspira a pintar un retrato lo más completo posible de una ciudad en un momento concreto. Y algo debieron hacer bien gente como Ward y Rohr cuando, al cabo de unos años, se empezó a hablar del Milagro de Boston. Bien escrita y bien rodada, City on a hill es una excelente muestra de lo que podríamos denominar thriller sociológico, en la línea de esas novelas de Lehane o Price que citaba al principio: la actividad criminal es tan interesante como el entorno en que ésta se lleva a cabo. Y el mano a mano entre el ponderado Aldis Hodge y el excesivo Jackie Rohr está magníficamente llevado. Llevamos cinco episodios y mucho se han de torcer las cosas para que el final no esté a la altura de lo que llevamos visto.