Black Mirror se ha ganado, por derecho propio, un puesto destacado cuando hablamos de grandes series de los últimos años. Con su retorcida manera de entender la tecnología y, sobre todo, el uso que hace la sociedad de ella, esta ficción ha sabido posicionarse como una de las más interesantes formas de reflexionar sobre estos temas tan polémicos en muchas ocasiones.

Es por eso que la quinta temporada de la serie ha vuelto a hacer correr ríos de tinta (digital) en redes sociales. Un encendido debate sobre si la última temporada sigue a la altura de sus predecesoras o si ya necesita un respiro. Pero cabe destacar algunos momentos interesantes que han hecho pensar a más de uno. Estas son las reflexiones que proponen los tres últimos capítulos publicados en Netflix, por el momento.

‘Striking Vipers’

En Striking Vipers, quizá el capítulo más redondo de esta última temporada, la serie ahonda en dos temas principales. Por un lado, la relación de las personas con los videojuegos y, por otro, los problemas derivados de la identidad sexual. Aquí, los tres protagonistas son amigos desde la universidad, pero toman caminos muy diferentes. Dos de ellos se casan, tienen un hijo y una vida más familiar. Mientras que el otro sigue llevando una vida de soltero más allá de los 40 años.

Un videojuego es el elemento conector de los personajes, que se encuentran (gracias a un dispositivo de realidad virtual que permite vivir el juego en primera persona) como dos luchadores de un juego de artes marciales. Al entrar en el avatar de esos luchadores (una chica y un chico) los dos personajes hacen algo más que luchar y acaban enamorándose en ese universo paralelo. Es muy interesante la reflexión sobre la fidelidad o la identidad sexual de dichos avatares en ese mundo virtual, ocupados por dos protagonistas hombres, y plantear las preguntas de si ese mundo es definitivamente real o no.

‘Smithereens’

En el segundo episodio, un conductor de una empresa que recuerda a Uber o Cabify está obsesionado con secuestrar a un trabajador de una importante red social inspirada en Twitter. El capítulo se desarrolla como una escalada de tensión que ofrece una mirada al problema de la adicción a las redes sociales, que generan comportamientos similares a los de las adicciones más comunes.

Aquí, el conductor consigue su objetivo, pero secuestrando a un becario de la compañía, lo que complica su plan de pedir como rescate el poder hablar con el creador de esa red social con el objetivo de comunicarle un importante mensaje. Durante todo el capítulo se expone la cultura organizacional de muchas empresas de este tipo y de cómo terminan por ‘endiosar’ a sus creadores. El final, supone también una interesante mirada al poder de las redes sociales y los límites de su funcionamiento.

Rachel, Jack y Ashley Too

El último de los episodios cuenta la historia de una adolescente que no logra socializar y termina entablando una relación de amistad con una muñeca robot con inteligencia artificial, basada en la personalidad de una importante estrella de pop juvenil. Esa estrella, interpretada por Miley Cyrus, juega con la metarrealidad, al representar a una ídolo de masas como ella misma, que termina bastante mal debido a la presión social.

En este caso, la reflexión viene acerca del negocio musical, donde parece que muchos artistas tienen que ofrecer una imagen perfecta en todo momento, algo imposible de mantener para la mayoría. Además, se trata el problema de si existe conciencia virtual y de hasta que punto es lícito trasladar una inteligencia humana a un robot (y qué grado de humanidad se le asigna a ese robot). Los momentos finales, de gran interés, juegan con esa idea proponiendo un artista holográfico que nunca se cansa y cuya música es creada por ordenador.