El caso O.J. Simpson mantuvo en vilo a Estados Unidos durante una gran parte de la segunda mitad de la década de los 90. La gente no hablaba de otra cosa. Dominick Dunne escribió en Vanity Fair una serie de artículos sobre ese juicio que sus compatriotas seguían con más entusiasmo que los independentistas catalanes el del prusés. Se juzgaba al célebre jugador de fútbol americano reciclado en actor --O.J. salía en la saga cómica Agárralo como puedas, protagonizada por Leslie Nielsen-- por el asesinato el 12 de junio de 1994 de su mujer, Nicole, y un amigo (y posible amante) de ésta, Ronald Goldman, que aparecieron cosidos a puñaladas. Todo incriminaba a O.J., su casa estaba trufada de prendas manchadas de sangre, y carecía de coartada alguna. Pero el juicio, que debería haber conducido a una condena inapelable, se saldó con la puesta en libertad del interfecto: sus abogados (que lo arruinaron a cambio de salvarle el pellejo) eran buenísimos, y un nutrido sector de la población negra de Estados Unidos se puso de su parte porque era uno de los suyos y ya se sabe que en ese país la justicia no siempre se porta como debería con los negros. Entre pitos y flautas, O.J. se salió de rositas, pero hay gente que aún se acuerda de él, como la fiscal del caso, Marcia Clark, que ahora aparece como creadora de la serie de Movistar The fix (El arreglo), claramente inspirada en la historia de O.J. Simpson.

En este caso, el presunto asesino es un famoso actor de películas de acción, Sevvy Johnson (Adewale Akinuoye-Agbaje), quien, ocho años antes de los hechos que aborda The fix, se libró de la cárcel tras un juicio en el que se le acusaba de haber asesinado a su mujer y a una amiga de ésta. El alter ego de la señora Clark, Maya Travis (Robin Tunney), se retiró del oficio tras la derrota, pero lo recupera cuando todo parece indicar que Sevvy lo ha vuelto a hacer y se ha cargado a su actual esposa, Jessica. Esta vez, Maya se ha prometido que Sevvy no se le va a escapar de nuevo, por lo que inicia una campaña de acoso y derribo contra el actor, que insiste en su inocencia ayudado por su abogado, sujeto turbio donde los haya, Ezra Wolf (Scott Cohen).

Entre el thriller y el legal drama, The fix no es una gran novedad en el actual panorama de la ficción televisiva, pero sí una sólida intriga que se sigue con interés y que, entre otras cosas, sirve para demostrar que ser rico es más importante que ser negro a la hora de enfrentarse a la justicia de Estados Unidos. Y es lo suficientemente hábil a nivel de guion para inspirar en el espectador cierta duda razonable: ¿y si Sevvy no mató a nadie? Todo le acusa, empezando por su carácter violento, y la fiscal Travis nos cae mucho mejor que él, pero de momento --vamos por la mitad de la serie-- no tenemos, a diferencia de su némesis, la seguridad de que sea culpable (aunque en caso de no serlo constituya el mayor ejemplo posible de mala suerte).

The fix no descubre la pólvora ni lo pretende, pero como ficción de tono clásico resulta lo suficientemente entretenida y adictiva como para seguirla y saber de una maldita vez si Sevvy Johnson es el monstruo que aparenta ser o tan solo el gafe más grande del mundo.