Un trasplante de corazón puede salvarte la vida, pero también te la puede amargar hasta extremos inconcebibles. Es lo que le sucede a la joven Sasha, una india navajo que vive en Arizona, cuando sufre un infarto mientras su novio procede a desvirgarla y es salvada en última instancia por la aparición de un corazón compatible aparentemente caído del cielo. El tema de los órganos trasplantados que causan molestos cambios de carácter en el receptor no es precisamente nuevo, pero en la serie de Netflix Chambers, creada por la actriz, escritora y directora Leah Rachel, la vuelta de tuerca está espléndidamente dada y el resultado son diez capítulos que te atrapan de forma inevitable. Sobre todo, si eres fan de la temática fantástica del sector más inquietante. En ese sentido, Chambers resulta de lo más inquietante.
Para empezar, los padres de la donante, Becky --supuestamente electrocutada por la caída de una radio en la bañera en que se duchaba-- son bastante raros. Ricos, con un hijo con problemas de drogas y adictos a las terapias new age, Ben y Nancy Lefevre (Tony Goldwyn y una estupenda Uma Thurman) muestran una extraña cercanía a Sasha, a la que se empeñan en ver, en hacerse cargo de ella y hasta en otorgarle una beca de estudios que acaban de crear en homenaje a su hija difunta. ¿A qué viene tanto interés? ¿Para qué relacionarse con alguien cuya mera presencia les va a recordar constantemente que su querida hija está muerta?
La aparición de la directora de un centro holístico de terapias alternativas, tan sonriente como siniestra (una Lili Taylor en estado de gracia) y gran amiga de Ben y Nancy, permite intuir al espectador que en toda esa historia hay algo más que la bondad y la generosidad de una pareja que ha perdido a su hija. Iremos descubriendo poco a poco más detalles de la muerte de Becky, de las intenciones de la terapeuta new age y sus acólitos, que, si no son una secta, se le parecen mucho, y de las circunstancias que llevaron a la pobre Sasha a sentirse prácticamente poseída por el espíritu de la adolescente electrocutada. No puedo contar más sin incurrir en el temido spoiler, pero sí puedo asegurar que Chambers es una propuesta absorbente con un final abierto que obliga a una segunda temporada.
Estamos ante una historia de fantasmas en la que no se descuida el factor humano: en esa Arizona desértica y propicia al chamanismo, las curas alternativas y la presencia de sacacuartos, los ricos new age comparten escenario y poco más con los indios navajos que abandonaron la reserva para intentar integrarse en el mundo de los blancos, hasta el punto de llegar a convertirse en sus conejillos de indias, como le sucede a la pobre Sasha, que transita entre la cabaña de su tío Frank y la mansión de los Lefevre sin saber que forma parte de un experimento de consecuencias imprevisibles. Chambers es una brillante incorporación al catálogo de Netflix que no debería pasar desapercibida. Se la recomiendo encarecidamente.