Primera secuencia: la terapeuta Heidi Bergman (Julia Roberts) atiende a un soldado en su despacho de la institución para la que trabaja, que, en teoría, ayuda a militares con el síndrome de estrés postraumático a reintegrarse en condiciones a la vida civil. Segunda secuencia: unos meses después, Heidi trabaja de camarera en un garito con vistas al mar, vive en casa de su madre (Sissy Spacek) y guarda unos recuerdos muy confusos de su vida anterior: sabe que fue hospitalizada, pero no se acuerda de por qué motivo. Así empieza la excelente serie Homecoming, creada por Eli Horowitz y Micah Bloomberg a partir de su propio podcast y convenientemente colgada en Amazon. Lo que sigue es la reconstrucción de los hechos que llevaron a una terapeuta a reciclarse en camarera y el lento descubrimiento de las interioridades de una empresa subcontratada por el gobierno para hacer todo lo contrario de lo que promete: de ello se encarga el siniestro Colin Belfast (Bobby Cannavale, estupendo actor no muy conocido en España porque se dedica principalmente al teatro), uno de esos masters of the universe de los que hablaba Tom Wolfe y cuya mejor contribución a la sociedad sería el suicidio.
Dirigida por Sam Esmail --que ya hizo lo propio en la tan prometedora como decepcionante Mr. Robot--, Homecoming opta sabiamente por los episodios de media hora, eliminando así cualquier posibilidad de incurrir en lo superfluo. Mezcla de thriller y drama social, la serie podría considerarse una distopía de no ser porque lo que cuenta es absolutamente verosímil y puede que esté sucediendo sin que nos enteremos: el mundo de los contractors (empresas privadas al servicio de los gobiernos) está trufado de personajes como Colin Belfast, y lo más probable es que Blackwater solo fuese la punta del iceberg: alguien tiene que hacerle el trabajo sucio a la administración, que, en caso de escándalo público, negará su relación con los hechos y asegurará no conocer de nada al Colin Belfast de turno (como les advertían a los miembros del equipo de Misión Imposible al principio de cada episodio).
Julia Roberts ha escogido un producto excelente para estrenarse en televisión, como hizo en su momento Glenn Close con Daños y perjuicios. Al igual que ésta -y que Jon Voight en Ray Donovan-, Roberts ha conseguido en la madurez una de las mejores interpretaciones de su irregular carrera. A destacar también la presencia de Shea Wigham en el papel de un tenaz funcionario del ministerio de defensa empeñado en aclarar las cosas. Pese a su aspecto de miniserie -todo parece asaz resuelto al final-, habrá una segunda temporada de Homecoming: la espero con interés y, sobre todo, con curiosidad por saber qué le estarán preparando los guionistas a la pobre Heidi Bergman.