Stephen King es un autor permanentemente adaptado al cine y la televisión. Lo que nunca se había hecho hasta ahora es un producto inspirado por los mundos de Stephen King, que suelen reunirse en cualquier pequeña población del estado de Maine. En ese sentido, Castle Rock (Movistar) es una serie “a la manera de”, no la adaptación de algún texto concreto del autor de It o El resplandor. Lo deja claro en los créditos, cuando pone lo de que está “basada en personajes y entornos de Stephen King”. Y, aunque no haga falta decirlo, en una fidelísima reproducción de los temas y las tramas del señor King, en un homenaje al autor y casi en un pastiche de su obra, como esas novelas contemporáneas protagonizadas por Sherlock Holmes y que parten de un respeto tremendo a su creador, Arthur Conan Doyle (a destacar las que ahora escribe Anthony Horowitz, por cierto).
Castle Rock es un pueblo en el que, desde siempre, han sucedido cosas muy raras, un sitio que arrastra cierta fama de maldito y del que desertan muchos de sus habitantes para no volver jamás. El abogado Henry Deaver es uno de ellos, un negro adoptado de niño por una familia blanca del que siempre se sospechó que había tenido algo que ver con el asesinato de su padre adoptivo, el cura de la parroquia. Deaver vuelve a Castle Rock a su pesar: tras el suicidio del alcaide de la cárcel de Shawshank el día de su jubilación, en una zona abandonada del presidio aparece, encerrado en una jaula, un joven blanco lacónico y atormentado que dice llamarse, precisamente, Henry Deaver. El abogado se hará cargo de su caso, intentará esclarecer su identidad e investigará qué hacía encerrado en la jaula donde lo metió el alcaide difunto años atrás. Las cosas se complican, claro está, y fuerzas paranormales se cuelan en la ecuación. El muchacho de la jaula es una más de las muchas cosas extrañas que han sucedido en Castle Rock a lo largo de los años, pero puede que también sea la más trascendental.
Esta historia a la manera de Stephen King resulta tan inquietante y adictiva como casi todas las del escritor norteamericano. Los guionistas Sam Shaw y Dustin Thomason se han encargado de que así sea, partiendo de un respeto reverencial a la obra de King que no impide un acercamiento propio a su mundo. El productor es J.J. Abrams, de probada solvencia en estas lides paranormales. Y los actores --André Holland como Deaver, Sissy Spacek como su madre, fiel a King desde los tiempos de Carrie, y el benjamín de los Skarsgaard, Bill, el payaso malévolo de la reciente adaptación de It, como el prisionero de Shawshank, que lo mismo puede parecernos un ángel que el anticristo--, cumplen brillantemente con su labor.
Dividida en diez capítulos de una hora, Castle Rock es una estupenda serie fantástica que tendrá su continuidad. Un breve epílogo nos insinúa que la protagonista de la segunda temporada será una secundaria de la primera, una taxista rubia cuyo apellido es Torrance: así se llamaba Jack Nicholson en El resplandor.