Sydney Pollack dirigió en 1975 un thriller muy estimable titulado Los tres días del condor, basado en una novela de James Grady de título similar, pero no idéntico, The six days of Condor (parece que los seis días del libro resultaban excesivos para el cine). La cosa consistía en las desgracias de un analista de la CIA que descubría por casualidad algo que más le valdría no haber descubierto jamás y que lo ponía a merced de un asesino implacable que lo perseguía a lo largo de todo el metraje. El analista era Robert Redford y el ejecutor, Max Von Sydow. 43 años después, Hollywood nos vuelve a contar la misma historia, pero por televisión y dividida en diez capítulos de una hora. Y la cosa funciona, como habrá observado cualquiera que haya seguido la serie en Calle 13 (a quien se la haya perdido, como de costumbre, lo remito al archivo de Movistar).
Producto ideal para los aficionados a los thrillers conspiranoicos, Cóndor --a secas, sin tres ni seis días-- es lo que de pequeños conocíamos como “una aventura trepidante”, levemente emparentable con las películas de Jason Bourne o con la ya mítica serie 24, la que salvó del videoclub y la tele por cable a Kiefer Sutherland. Con algunos leves cambios con respecto al largometraje de 1975, lógicos porque los USA y el mundo han cambiado mucho desde entonces, Cóndor sigue siendo la misma intriga basada en la persecución de alguien que no sabe muy bien por qué se le persigue, alguien que deberá ir atando cabos al mismo tiempo que el espectador. Para que no se me acuse de practicar el spoiler, solo les diré que los males que afligen al pobre analista Joe Turner tienen que ver con un sector especialmente turbio de la agencia de inteligencia para la que trabaja usando una tapadera tecnológica.
Esta estupenda serie de acción solo tiene, desde mi punto de vista, un problema no menor, el protagonista. El papel de Redford ha ido a parar a Max Irons, un pasmarote bien plantado que convierte a Ryan Gosling en el colmo de la expresividad mientras demuestra que el talento no se hereda (su padre es el gran Jeremy Irons). El asesino implacable que lo persigue ha cambiado de sexo y lo interpreta la tan sexy como desconocida Leem Lubany. El resto del reparto incluye a intérpretes tan sólidos y fiables como William Hurt --quien podría haberle dicho a Irons que una cosa es la contención que él domina y otra, la inexpresividad del chavalote--, Brendan Fraser, Bob Balaban --fuera de su habitual registro cómico-- y una irreconocible Mira Sorvino, que no sé si se ha pasado con la cirugía plástica, pero se ha convertido en una mujer que recuerda a Mira Sorvino.
La solidez es también la principal baza del producto. Cóndor no pretende ser más de lo que es: una excelente historia de aventuras, persecuciones y paranoias peligrosas en entornos de poder que funciona tan bien ahora como cuando se rodo por primera vez en 1975. De acuerdo, dura ocho horas más que la película de Pollack, pero quien disfrute con este tipo de historias no se aburrirá ni un segundo.