Tras abandonar el domicilio londinense en el que acaba de entregar una pizza, el repartidor, un joven que es de origen sirio (o dice serlo) es acribillado a balazos. Así empieza Collateral, reciente producción de la BBC que ya está colgada en Netflix y que consta de cuatro episodios escritos por David Hare, prestigioso dramaturgo y guionista --fue el que llevó al cine The hours, de Michael Cunningham, y The reader, de Bernhard Schlink-- que lleva trabajando para la televisión de su país desde principios de los años setenta.
La inspectora a la que se le asigna el caso del pizzero asesinado es Carey Mulligan, esa actriz que siempre pone cara como de pena y que en esta ocasión --por culpa del señor Hare-- se limita a atravesar la función sin darnos muchas pistas sobre sus motivaciones: tiene un marido, está embarazada de siete meses y en su juventud fue una saltadora de pértiga con un gran futuro por delante hasta que se destrozó la espalda en una mala caída. Como si solo fuese el guía de su particular parque de atracciones, el guionista nos explica mucho mejor a los demás personajes: un político laborista, su desquiciada exesposa (la que encargó la pizza), las hermanas del difunto, la testigo del tiroteo (una joven vietnamita liada con una reverenda anglicana)...
Reflexión sobre la inmigración
El resultado es, bajo la apariencia de un thriller, una reflexión no muy optimista sobre el trato que el Reino Unido concede a la inmigración. Lo que empezó como un asesinato incomprensible --y que en un principio se relacionó con un posible asunto de drogas, pues la exmujer del político es adicta a la marihuana, que otro repartidor solía traerle con la pizza-- evoluciona rápidamente hacia una estructura mucho más amplia, relacionada con la inmigración ilegal y el terrorismo islámico, en la que está involucrado el servicio secreto británico, el MI5, a través de unos personajillos realmente siniestros.
¿Abarca demasiado el señor Hare para lo poco que aprieta? Ese es, tal vez, el principal reproche que se le puede hacer a Collateral, una mezcla de relato policial y drama social que a veces chirría un poco. Se salva por la eficaz escritura del célebre guionista y su dominio de la carpintería narrativa, pero se resiente de una frialdad expositiva que no consigue conmover al espectador en los asuntos de gran calado moral que aborda. Eso sí, se la traga uno de un tirón, así que cuando llegan los peros ya es tarde para quejarse: la habilidad del señor Hare para mantenernos durante cuatro horas deambulando perdidos por su tela de araña es de las de quitarse el bombín.