Isabel ha sido la gran triunfadora de los premios Goya, el aquelarre anual del cine español. Su película, La librería, una pequeña joya de la gran pantalla, se llevó los reconocimientos al mejor guion adaptado, a la mejor dirección y a la mejor película, ahí es nada.
La obra de Coixet, con la complicidad de los hermanos Blanco, sus últimos productores, es quizá la más depurada de su ya larga y brillante trayectoria cinematográfica. Demuestra, además, que la directora barcelonesa se supera con los años, no quiere vivir de rentas. Hace buena aquella advertencia del mundo de la inversión financiera: rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
Para la creadora del barrio de Gràcia, que ha debido lidiar con su condición de mujer en un mundo de hombres, que sufre en sus carnes lo que supone no ser profeta en su tierra, los galardones recibidos son poco más que un estímulo para no aflojar en su obsesiva creatividad, en la búsqueda de nuevos relatos y narraciones originales.
Isabel Coixet se ha consagrado como la directora de cine española más internacional
En su trayectoria se ha consagrado como la directora de cine española más internacional. Que en la gala del cine del sábado levantara los tres cabezones del pintor aragonés como reconocimiento de la propia industria apenas redondea su carrera. Si acaso, es el reconocimiento implícito de que las obras creadas, ideadas y paridas en España pueden ser productos artísticos de dimensión mundial. Además, sin los macropresupuestos del Hollywood, y sin las subvenciones públicas a las que determinados creadores e intelectuales están tan acostumbrados, es posible hacer un buen cine.
Isabel es un verso libre. Quienes desde hace casi dos años la seguimos cada semana en Crónica Global sabemos que sus recomendaciones de fin de semana son de una manifiesta e innegable originalidad, como su carácter creativo y multidisciplinar. Coixet es innovadora hasta para enviar un WhatsApp, es una condición ligada a su inquieta y sensible personalidad.
Poca gente de la talla intelectual de Isabel Coixet ha tenido la gallardía de hablar claro sobre Cataluña
Será una coincidencia, pero que los productores de La librería sean una empresa bautizada A Contracorriente, que además tenga (todavía) su sede en Barcelona, supone un curioso corolario a lo que la cineasta lleva haciendo en los últimos meses: hablar claro sobre Cataluña. Poca gente de su talla intelectual ha tenido la gallardía de hacerlo a riesgo de ser marginada de los circuitos institucionales del cine catalán, con la pesadez de tener que aguantarse por la calle la estupidez de algún ciudadano independentista que no respeta la discrepancia, con el estoicismo de soportar las tormentas que los radicales secesionistas le han dedicado en las redes sociales.
Lo mejor que tiene hoy el cine catalán es el arte de Isabel Coixet, aunque no sea una furibunda independentista (que abundan entre la fauna de la academia regional) ni una resignada y silenciosa creadora que prefiere la ambigüedad para evitar los descaros. Su papel con la cuestión política catalana es lo más próximo al compromiso del intelectual que acuñó Bertrand Russell. "Me parece fundamentalmente deshonesto y dañino --escribió el filósofo-- para la integridad intelectual creer en algo sólo porque te beneficia y no porque pienses que es verdad". Isabel es honesta, mucho; sólo por eso, además de admiración profesional, merece todo el reconocimiento y respeto de sus compatriotas. Goyas, u otras milongas corporativas, aparte.