Hay series buenas, serias malas y series mediocres que podrían haber llegado a ser buenas con un poco más de esfuerzo y ambición por parte de sus responsables. Gone, la nueva propuesta de Calle 13 para la noche de los jueves, pertenece a esta tercera categoría: podría haber sido excelente, pero se conforma con ser un agradable entretenimiento para cuando el espectador no tiene la cabeza para muchas complicaciones. Es decir, un producto en la línea de Mentes criminales --aquí también hay un avión para el equipo de justicieros del FBI-- o las incontables ramificaciones de la eterna CSI.
Sobre el papel, la cosa prometía bastante, y lo digo en un sentido literal, ya que Gone parte de una novela que está muy bien, One kick (Una patada), de la norteamericana Chelsea Cain. La protagonista, Kit Kick Lannigan (Leven Rambin), fue secuestrada de pequeña y se pasó varios años con la pareja que se la llevó, hasta ser liberada por el agente Frank Novak (Chris North), quien a partir de entonces se dedicó a vigilarla a distancia. A los 26 años, Kick hace honor a su alias dando clases de artes marciales mientras intenta ser una persona normal, sin mucho éxito. Es entonces cuando Frank reaparece por persona interpuesta, el agente Frank Bishop (Danny Pino), para enrolarla en su equipo especial de resolución de secuestros. Ella se resiste un poco, pero es evidente que acabará aceptando la propuesta.
Guion intelectualmente deficitario
Hasta ahí, todo bien. El problema viene con la puesta en práctica de la premisa: los guiones de Matt López resultan intelectualmente deficitarios (todo gira en torno a la trama, descuidando aspectos psicológicos de la protagonista que podrían ser relevantes, empezando por esa madre que se ha fabricado una carrera como escritora a partir del secuestro de su propia hija), la dirección de los distintos realizadores es plana y rutinaria, y ninguno de los principales protagonistas cuenta con algo remotamente parecido al carisma.
Con un guion más vulgar que cualquiera de los de Gone, el cineasta Tarsem Singh fabricó aquella joya visual que fue The cell. Pero aquí nadie ha tenido la idea de intentar ir un poco más allá, de trascender la ficción policial: ni en el fondo ni en la forma. Y lo peor es que el concepto original lo permitía e, incluso, alentaba. Una lástima esa falta de ambición que convierte Gone en una serie entretenida, de las de pasar el rato antes de irse a dormir, cuando podría haber dado mucho más de sí.