Future Man es una serie de ciencia ficción. También es el intento más descarado de la nueva ficción serial de aproximarse al mundo del videojuego desde el más profundo respeto autoparódico. Porque Future Man es, sobre todo, una serie autoparódica, que se ríe constantemente de sus propios y muy descarados guiños. Creada por Kyle Hunter (el guionista de la muy gamberra La fiesta de las salchichas) y Seth Rogen (el buddy por antonomasia de James Franco desde la genial Freaks and Geeks), la serie sigue las desventuras de un loser del futuro, Josh Futturman, en Los Ángeles de 1986. Un pasado muy pasado: los años 60. Josh es un chaval que limpia váteres en un laboratorio del futuro en el que trabaja un aparentemente amable (pero en realidad pérfido) científico aquejado de un antiestético herpes que sólo piensa en deshacerse de ese herpes y de todas las bacterias del mundo que provocan ese tipo de herpes. Josh aborrece su vida. Vive con sus padres y no quiere oír hablar de ningún futuro posible. Tampoco del pasado. Lo que Josh quiere es jugar a un videojuego bélico futurista llamado Cybergeddon. Quién sabe por qué pierde el tiempo, si nadie nunca se lo ha pasado. Lo mejor y más importante de todo este asunto es que los padres lo tienen asumidísimo. Incluso animan al tal Josh, que ya pasa de los treinta, a que siga dedicando cada minuto de su vida que no está limpiando váteres, al videojuego en cuestión. Punto a favor de la generación de padres no autoritarios que le hacen un flaco favor a sus hijos hasta que sus hijos se convierten en los salvadores del planeta. Porque sí, tu pasión, sea la que sea, siempre te llevará lejos.

A Josh Futturman, en concreto, le lleva, como llevaría a un Marty McFly cualquiera, a 1969, el año en el que el pérfido científico contrae el herpes cuya cura acabará en el futuro con todas las bacterias y dará lugar a las guerras biónicas. Porque el videojuego al que jugaba inocentemente el tal Futturman no tenía nada de inocente. Al parecer, era una prueba de los humanos soldado del futuro para dar con El Elegido. Sí, Futturman es el primero en decirles al par de enviados del futuro, Wolf y Tiger, los protagonistas del videojuego, que lo que dicen se parece mucho a The Last Starfighter, el clásico de los 80 que lleva a un chaval adicto a un arcade espacial al espacio. Porque lo que ocurre es exactamente lo mismo que le ocurre al protagonista de The Last Starfighter. Que esos seres del futuro dicen haber creado el videojuego como una prueba que reclutar a su salvador. En la película lo que estaba en juego era la galaxia entera, en la serie, sólo el planeta Tierra. La diferencia entre una y otra es que la segunda incopora una brutalísima crítica (canalla, y sin escrúpulos, tan salvaje que no queda otra que reírse) a lo que nos espera. Porque, veamos, los soldados del futuro, los soldados que han escapado del videojuego-prueba, son tan malhablados y tan infantilmente inoportunos como el más sádico de los trolls de Twitter; son humanos sin domesticar que viven por y para el odio transportados a una época (1969) en la que se estaba produciendo todo lo contrario: la revolución del amor. La comedia (absurda) está servida.

Un acierto

Y la cosa funciona. Aunque a ritmo de humor cafre y autoparódicamente testosterónico, como ocurría en Juerga hasta el fin, la cinta que Rogen y Evan Goldberg (el tipo que estaba detrás de Súper fumados y que también está al frente de Future Man) dirigieron juntos, y una factura impecable. ¿Lo mejor? La certeza de que, en el mundo que nos espera, lo único que puede salvarnos es el pop. Porque puede que no tengamos la fuerza que esos soldados del futuro creen que tenemos (porque en el futuro los videojuegos sirven para entrenar músculos reales), pero tenemos todo el tiempo que creemos haber perdido consumiendo entretenimiento. A Alonso Quijano le salvaron sus libros de caballerías, a Josh Futturman el Moonwalk de Michael Jackson.