Ayer, lunes, empezó la repetición del rodaje (reshooting) de las escenas de la película All the money in the world en las que el actor Kevin Spacey representaba al magnate Paul Getty (ya difunto). Ahora, en su lugar, el papel de Getty lo encarnará el actor Christopher Plummer.
Aunque estos últimos tiempos sea objeto de pública execración, de desprecio universal por algunos actos de carácter sexual improcedentes, el actor Kevin Spacey es en el fondo muy afortunado porque en breve, cuando se estrene la película, gozará del privilegio de despersonalizarse a la enésima potencia. Verá a otro siendo él, a otro que le suplanta cuando él suplantaba a otro, y en esa rueda de sustituciones se dará cuenta de que el "yo" es puro engaño: será liberado de sí mismo.
Volver a rodar esas escenas costará millones de dólares, pero los estudios cinematográficos y el director Ridley Scott se los gastarán sin pestañear con tal de hacer desaparecer la presencia del infame. Los otros dos actores que aparecían en las escenas junto a Spacey, Mark Wahlberg en el papel del abogado de Getty y Michelle Williams como su nuera, también repetirán su actuación y repetirán las frases del guion asignadas a sus personajes, que desde luego se saben de memoria. Se sustituirán a sí mismos. Ningún problema. Sencillamente, en vez de dirigirse a Spacey y decirle "¡Oh, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer ahora, señor Getty?", será a Plummer a quien le digan, "¡Oh, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer ahora, señor Getty?". Quizá al representar la representación sientan que hay algo raro en ello, el peligro de que así empiece un bucle interminable, una infinita galería de espejos, acaso con sucesivos Gettys intercambiables.
El estreno de All the money in the world será el próximo día 22 de diciembre, en vísperas de Navidad. No le recomiendo a Spacey que asista a esa primera sesión, porque todo el mundo le reconocerá y todos le harán el vacío y harán denodados esfuerzos para que nadie tome una foto en que aparezca a su lado, lo cual sería muy penoso para él.
No le recomiendo a Spacey que asista a esa primera sesión, porque todo el mundo le reconocerá y todos le harán el vacío y harán denodados esfuerzos para que nadie tome una foto en que aparezca a su lado, lo cual sería muy penoso para él
En vez de eso le recomiendo que vaya a ver la película en la sesión de las doce de la mañana del día de Navidad, cuando es muy probable que la sala de cine esté vacía, pues salvo algún que otro vagabundo que irá a refugiarse del frío y algún misántropo-viudo-y-huérfano-sin amigos, todo el público estará en los hogares, celebrando en torno a la mesa llena de suculentos manjares el nacimiento del niño Jesús.
Como Spacey suele usar peluca, yo le recomendaría que para esta ocasión se ponga la que más largo tenga el pelo, la que más le tape y disimule sus facciones, y un bigote, y así estará irreconocible y nadie le escupirá.
Y así, con peluca y bigote, ya puede ir al cine y ver la película de Ridley Scott en la que él hubiera debido estar (y de hecho estaba, pero le echaron. Le borraron. Le eliminaron). Y cuando llegue la primera escena y vea en la pantalla a Mark Wahlberg y a Michelle Williams decir "¡Oh, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer ahora, señor Getty?", pero no decírselo a él, que no aparece por ninguna parte, sino a Plummer, al bueno de Christopher vestido quizá con el mismo traje de franela a rayas que él vestía cuando estaba en el papel, seguro que sentirá el escalofrío del extrañamiento de sí mismo y sentirá que está viendo la película desde más allá de la vida.
Y a lo mejor en la oscuridad de la platea sus labios, sin darse cuenta, se moverán al ritmo de las palabras que al mismo tiempo, en la pantalla, pronunciará Plummer, y los dos dirán a la vez: "¡No pienso pagar ni un dólar, maldita sea!". O lo que sea que escribieron para el papel de Getty, y que él se aprendió de memoria, y fue filmado diciéndolo, pero ahora en vez de él quien lo dice es Plummer.
Como cada uno tiene sus propias ideas sobre la representación del personaje, y sus propios recursos y habilidades actorales, a Spacey le sorprenderán las entonaciones, los ademanes, los movimientos de Plummer, y pensará: "No es así. Yo no lo hice así".
Y a lo mejor, en la oscuridad del cine, la voz sólo audible para él del difunto Paul Getty dirá: "Yo tampoco".