De vez en cuando, el canal del señor conde de Godó, 8TV, proporciona alguna alegría al espectador seriéfilo. La última es The red riding trilogy, miniserie británica de 2009 que, hasta ahora, solo había podido ser vista en algún canal de pago. Bienvenida sea la exhumación porque la trilogía en cuestión --cada episodio, de una hora y media de duración, lleva por título un año, 1974, 1980 y 1983-- es una excelente muestra de thriller duro como el pedernal en la línea del clásico cinematográfico de Mike Hodges Asesino implacable (Get Carter). Aunque las novelas originales de David Peace eran cuatro (The red riding quartet), 1977 no se adaptó a la televisión por problemas de presupuesto, y quien no haya leído el libro no lo echará de menos en la pantalla.

La historia se centra en los crímenes del llamado Destripador de Yorkshire, que tuvieron lugar entre 1974 y 1983. Partiendo de unos hechos reales, David Peace fabuló en su cuarteto con las posibles ramificaciones de esos crímenes, haciendo especial hincapié en la brutalidad social de los habitantes del norte de Inglaterra (en uno de los episodios, ahora no recuerdo cual, ya que vi la serie en DVD hace años, unos polis arrojan a un detenido de una furgoneta en marcha a los gritos de "¡Somos del norte y hacemos lo que nos da la gana!"). La corrupción policial ocupa una parte fundamental de la trama, pues nos encontramos ante unas fuerzas del orden que hacen todo lo posible para obstaculizar la investigación. En 1974, ante las fundadas sospechas sobre un constructor chungo --en cuya propiedad ha aparecido el cadáver de una de las víctimas del destripador--, la policía, previamente comprada, le hace la vida imposible a un periodista que anda metiendo las narices en el asunto. Y su labor en las siguientes dos entregas sigue siendo manifiestamente mejorable.

Crítica moral y crudeza extrema

La fealdad moral del condado de Yorkshire encuentra en esta adaptación su equivalente físico en todo lo que vemos, que no solo es feo y desagradable hasta decir basta, sino que la fotografía contribuye con una amplia gama de tonos grises y deprimentes a hacerlo todo peor. Si hay alguna moraleja en la serie, ésta sería que más vale mantenerse alejado de las bestias del norte, cuya idea de la moral y la justicia es francamente discutible.

The red riding trilogy no es un producto para todo el mundo, pues es de una crudeza extrema y resulta muy difícil establecer algún tipo de empatía con sus protagonistas. Pero los amantes del thriller más seco que un Martini encontrarán en esta miniserie algo que andaban buscando y que el sector audiovisual no suele ofrecerles.