Cincuenta años han caído desde que Ponyboy saliese "a la brillante luz del sol desde la oscuridad del cine". Sólo tenía dos cosas en la cabeza: Paul Newman y volver a casa sin meterse en líos. Hace medio siglo que una adolescente de Tulsa escribiera este comienzo de novela, ante la imposibilidad de encontrar libros de su interés, cansada de supermanes y mutantes que para nada representaban lo real. Durante todo ese tiempo Rebeldes se ha ido fraguando como un clásico atemporal de la literatura juvenil.
En el 83 Coppola la llevó al cine con un reparto prometedor: Matt Dillon, Emilio Estévez, Patrick Swayze, Tom Cruise y Rob Lowe, entre otros. Y Stevie Wonder compuso su tema principal Stay Gold, un himno a la dorada juventud, pues la historia versa sobre la realidad vivida de unos chicos de los suburbios. Chavales denominados greasers que mostraban las facas a golpe de muñeca, que plantaban cara a los supremacistas socs, los niños bien del East Side. Esta distinción entre dandis y grasientos, establecía una línea insalvable para quienes pertenecían a uno u otro bando; destinados a odiarse sin saber muy bien porqué, como en Rebelde sin causa ocurre con el chico nuevo. De intermediaria de ambos había una chica, Cherry, que poco podía hacer ante la sinrazón inculcada de creerse predestinados a odiarse.
Pero no todo en la novela son pandillas, coches, alcohol y grasa para aplacar las greñas, por encima de todo eso está la actitud, la condición de un grupo de teenagers alejados de los estándares impuestos por los adultos. Insurrectos que huyen despavoridos de esos centros de adoctrinamiento en los que se han convertido las escuelas. Aquellas en las que las figuras magistrales sólo están interesadas en la apariencia académica, para así poder cumplir con el antojo de los políticos, los verdaderos responsables del odio.
Ponyboy es el único que estudia. Su hermano Darry, pese a ser buen estudiante y mejor deportista, tuvo que dejarlo para trabajar y poder tirar de sus hermanos; cuando no se cubren ciertas necesidades, los libros son un pobre alimento. Y aunque en el barrio se establece cierta garantía de los requisitos básicos, también hay grandes distracciones: los coches, los garitos, el alcohol y las hostias. En ellas se pierde Dallas, un exconvicto convencido de que todo se puede conseguir sin esfuerzo. De ahí que se mate de la rabia cuando, pese a sus consejos, Johnny decide salvar a unos niños de un incendio y la vida se lo pague de la forma más ingrata. Johnny quizás sea el personaje más rebelde pese a ser el más inseguro, aunque una cosa tiene clara, no quiere acabar como sus padres, a guantazo limpio. Por eso se enfrenta a esa sociedad boba, en la que encima algunos políticos justifican sus actos ("la sociedad nos ha empujado a..."). Busca el camino de su libertad individual a través del conocimiento y la conciencia, lo que a la vez le provoca vértigo, miedo de todo lo que ve, pánico al rechazo por ser consciente y tener miedo, miedo al miedo. La expresión latina "per ardua ad astra" (a través de las dificultades alcanzamos las estrellas), se le queda corta. Pone su vida al servicio de unos niños que representan el futuro más inmediato.
Johnny era la erudición, Ponyboy su fiel amigo, su lector, por eso le regala Lo que el viento se llevó, donde ve reflejada su propia experiencia. Tanto Scarlet como Johnny aprenden algo sobre la vida, pero ambos se resisten a asumirlo. Para Scarlet el regreso al hogar queda abierto a la posibilidad de alcanzar lo que se desea, y así es como Johnny volviendo se encuentra con una escuela en llamas; una oportunidad para cambiar su suerte. Él puede leer eso en la novela de Margaret Mitchell (1900-1949), Ponyboy sólo la corteza del texto, como también recitaba de memoria los poemas de Robert Frost, porque nunca terminó de saber que significaban. Para él los libros eran una forma de salirse de uno mismo, de escapar del ambiente, territorios neutrales donde ejercitar ese código aprendido. Ponyboy engullía palabras pero no las digería. La escuela lo había preparado para leer panfletos.
La metamorfosis
Vladimir Nabokov, cuando enseñaba a sus alumnos a leer a Kafka, les indicaba que el insecto en el que se transforma Gregor Samsa era un escarabajo alado. De ser consciente de las alas, Gregor las hubiese utilizado para huir. Y añadía a continuación: "Son muchos los jóvenes que crecen como Gregor, sin saber que ellos también tienen alas y pueden volar". Esa fue la lección de vida que le legó Johnny a su rebelde alumno.