Ha arrancado muy bien en el canal Sundance un inquietante thriller francés (un polar, como dicen por allí) titulado El bosque (La foret). Ambientada en una pequeña localidad de las Ardenas, El bosque empieza con la desaparición de una chica de dieciséis años que se internó en la espesura y no ha vuelto a ser vista. Se encargan de la investigación una agente de la gendarmería local y un forastero recién llegado que es, además, el superior jerárquico de ésta, un exmilitar serio y duro que rechaza el tuteo que le propone su subordinada y que no hace el más mínimo esfuerzo por ganarse la simpatía de los lugareños, vayan éstos de uniforme o no.
A estos dos personajes principales se une el que tal vez sea el más interesante de la serie, una profesora del instituto al que acudía la desaparecida y que cuenta con su propia historia espeluznante: a los seis años, procedente de Dios sabe dónde, apareció hecha un asco en la puerta del médico de la localidad, un judío que la adoptó y le dio su apellido, Mendel, como el de las leyes. Un tipo que también arrastra su propia desgracia: un delincuente local que se le coló en casa para robarle opiáceos acabó prendiéndole fuego a la residencia y acabando con la esposa y el hijo del galeno. El doctor Mendel y la pequeña Eve acabaron juntos, ayudándose a sobrellevar la desgracia, especialmente inquietante la de la niña, que nunca ha sabido quién es, de dónde venía y cómo fue a parar a la puerta del que se convertiría en su padre adoptivo.
Para acabar de complicar las cosas, otras dos chicas desaparecen. Y un gendarme recuerda otras desapariciones de antaño, jamás resueltas, de las que su capitán no sabía nada. Conclusión: ya tenemos un lío de narices que, además de pechar con el presente, debe remontarse en el tiempo hasta unos acontecimientos que pueden estar relacionados, o no, con los actuales.
La ficción francesa evoluciona positivamente
Creada por Delinda Jacobs, El bosque es una nueva muestra de la evolución positiva de la televisión francesa durante los últimos años, sobre todo desde que Olivier Marchal creó la estupenda Braquo, serie inspirada en la norteamericana The shield, pero con una estimulante vida propia. Los niños de los sesenta nos tuvimos que conformar con Belfegor, el fantasma del Louvre en lo referente a ficciones francesas, pero las cosas han mejorado mucho desde entonces. A tenor de lo visto hasta ahora en esa muestra de polar rural que es El bosque, todo parece indicar que nuestros vecinos transpirenaicos han hecho los deberes y se han puesto las pilas para competir dignamente con las propuestas anglosajonas y nórdicas. A ver si aquí cunde el ejemplo.