A raíz de la columna que dediqué aquí mismo al neocostumbrista humor de Pantomima Full, estos me llamaron, un poco a las bravas, "señor culto". Al quejarme amargamente por el trato recibido, se disculparon y argumentaron que no habían visto mi foto de perfil. Cambiaron entonces el epíteto por "chaval culto". No entendieron --pobrecitos, son tan jóvenes-- que la objeción no residía en el sustantivo. Me temo que estamos ya en esa edad que canta Nacho Vegas: "Algunos me llaman chaval, otros me dicen caballero, algunos no se han querido pronunciar". El problema, claro, estaba con el adjetivo "culto".
Impelido por no defraudar las expectativas ajenas --para alguien que me cree "culto" no quiero decepcionarle-- me propuse dejar de escuchar los fatuos programas radiofónicos que me han acompañado desde mi más tierno e infantil insomnio para encontrar otros de mayor enjundia. ¿Qué nos pasa aquí que muchos dormimos al arrullo de esos programas? ¿Es un fenómeno mundial? ¿Acaso añoramos la tribu y substituimos el crepitar de la hoguera por el ruido blanco del FM? Desde niño, a falta de mejor compañía, me dormí con Nierga y Gorina y Pumares y De la Morena y José María García.
Mi colega X, siempre atento a mis desvelos, me recomendó Ivoox, una aplicación mágica que reúne toda la radio existente y la ordena en categorías y trocitos. Puro Valhalla podcastiano. Desde entonces, me he hecho fan de muchos programas culturales. Mi selección va desde el guilty pleasure de Cowboys de medianoche, hasta el friquerío cool de Todopoderosos. Mientras que en lo de los cowboys --que digo yo que mejor hubiera sido titularlo Space cowboys, como aquella peli de astronautas de la tercera edad con Eastwood y Freeman--, José Luis Garci, Torres-Dulce y Luis Alberto de Cuenca mansplainean con gusto y rigor sobre cine y literatura. Luis Herrero trata de poner orden, sin éxito, y hace la pelota a Garci y se enfada con Luis Alberto, en la mejor tertulia de sexagenarios que he escuchado en mi vida. Un spinoff de aquel ¡Qué grande es el cine! de la 2 de los noventa, pero con toses de señor mayor y anécdotas maravillosas: Azorín, Wilder y todo aquello de Madrid circa 1950. En Todopoderosos los temas son monográficos y de mayor calado pop, y las intelectualidades de Gómez-Jurado se ven rebajadas por el humor marciano de Javier Cansado.
'La cultureta'
Pero entre todos --y me dejo glosar el candor amateur y molón de La órbita de Endor o el telediario cultural nuestro de cada día: El ojo crítico-- mi favorito es, sin duda, La cultureta, que emite Onda Cero. La madruga de los viernes se inunda de su sintonía irresistible: The New Mendoza, del dúo Herman Düne, que suena un poco a la apertura musical de Doctor en Alaska, aquella serie prehistórica que puso los cimientos de lo hipster y lo culto, que tanto tiene que ver con el espíritu del programa que nos espera.
Lo presenta el periodista Carlos Alsina, provocador de hits involuntarios de Rajoy como "¿y la española?" y serio opositor a ocupar el trono de Iñaki Gabilondo --¿tal vez su éxito matutino es el que le permite regalarnos La cultureta?--. Pero decir que los presenta también es una hipérbole. Salvo en el monólogo del inicio --tal vez su única concesión al ego del creador, tal vez la única posibilidad de hilar un discurso sin gozosa interrupción--, todo lo demás es juego asociativo, puro tiquitaca grupal, tertulia saltarina que nos lleva a la deriva por lo mejor de la historia y de los libros; del cine y de la tele.
Sus colaboradores, divertidos y profundos, sienten especial predilección por la Segunda Guerra Mundial y la musa romana Mary Beard y las cortinillas de secciones vintages, pero nada de lo que es cultural les es ajeno. Su nómina de colaboradores la componen algunos de los mejores periodistas culturales que tenemos por aquí: Rosa Belmonte, Rubén Amón, Guillermo Altares, Rodrigo Cortés, J.F. León y el ubicuo escritor Sergio del Molino, que debido a su inmoderado éxito general ya le hemos bautizado cariñosamente como Sergio del "Muñoz" Molino, montan su espectáculo de hora y media cada viernes esperando las recomendaciones desde Harlem --o Brooklyn-- de Julio Valdeón.
En fin, como el programa se pasa tan rápido --no es broma-- nos regocijamos cuando de vez en cuando nos regalan un extra en forma de añadido podcastiano que también cuelgan en la red. Después de amagar con desaparecer, La cultureta vuelve con su cuarta temporada. No se la pierdan. Estoy tentado de acabar el artículo con una variación monterrosiana, "cuando me desperté, la radio y mis sueños, todavía estaban allí", pero como bien escribe Hipólito G. Navarro, el pobre dinosaurio ya estaba hasta las narices de despertarse por todas partes.