Hugh Laurie cambia de serie, pero no de profesión. O no del todo. Sigue siendo médico, pero ahora es un psiquiatra que ejerce de consultor y elabora un diagnóstico de los pacientes antes de derivarlos al profesional que se encargará del seguimiento de su caso. Reconozco que nunca me enganché a House por motivos varios: las tramas no me interesaban gran cosa y el personaje central me caía mal y todo en él me molestaba: su actitud, su cojera, sus sarcasmos, sus aires constantes de perdonavidas... Algo debí de perderme, pues la serie fue un éxito internacional que convirtió al señor Laurie, hasta entonces un actor apreciado únicamente en su Inglaterra natal, en una estrella.
Pasando por alto su discutible interpretación de un magnate malvado en la mini serie The night manager, el jueves me senté disciplinadamente ante el televisor para asistir al estreno en Calle 13 de Chance, la nueva serie de nuestro hombre, y debo decir que no lo lamento, ya que los dos primeros episodios son magníficos y el personaje principal me cae bastante mejor que el doctor House.
Nada es lo que parece
Eldon Chance anda metido en un doloroso proceso de divorcio mientras intenta no desaparecer de la vida de su hija adolescente. Individuo ya atormentado por los casos clínicos que le caen, que son todos de abrigo, debe pechar con una extraña mujer que dice haber desarrollado una nueva personalidad tras una paliza propinada por su marido, un inspector de policía. Chance se la quita de encima tras un rápido diagnóstico, o eso cree él, ya que la mujer en cuestión se le engancha como una lapa y parece experimentar un súbito enamoramiento hacia el psiquiatra.
Dotada de un tono muy a lo Hitchcock, Chance es una serie que mezcla el thriller con las enfermedades mentales y lo hace de una manera tan peculiar como inquietante. En seguida tiene uno la impresión de que aquí nada es lo que parece y que la historia de la pobre mujer atormentada por un marido violento no es exactamente como ella la cuenta: personalmente, tengo la sensación de hallarme ante una loca de nivel cinco que solo le va a traer problemas al pobre doctor Chance. Afortunadamente, éste ha encontrado un eficaz socio y guardaespaldas en la oronda figura de un veterano de guerra que trabaja en una tienda de restauración de muebles y que tampoco parece estar del todo en sus cabales: la secuencia en que lo vemos fabricándole un Tomahawk a un amigo que se va a Afganistán nos prepara para todas las burradas bien intencionadas que le veremos acometer a continuación y que lo convierten en un extraño ángel de la guarda de un psiquiatra no menos extraño.