Los británicos son especialmente buenos con las miniseries, esas novelas por entregas cuya intriga suele resolverse en cuatro o cinco capítulos. La última que me he tragado, y muy a gusto, ha sido What remains (Lo que queda), ampliada aquí en su traducción con el título de Lo que queda en el desván. Como indica ese título, todo empieza con algo que se ha quedado en el desván de una bonita mansión victoriana de Londres, reciclada en cinco apartamentos: el cadáver de la vecina del número 5, convenientemente deteriorado por el paso del tiempo, ya que la muerta lleva allí dos años sin que nadie haya mostrado la más mínima preocupación por su ausencia.
La policía se inclina por un suicidio, pero un viejo inspector al borde de la jubilación no se lo acaba de creer y se obsesiona con la muchacha muerta, patito feo oficial de la comunidad a causa de su timidez y su obesidad. Enseguida comprueba nuestro hombre que a todos los vecinos parece importarles un rábano la difunta, aunque todo parece indicarle al espectador que el responsable del crimen es uno de los vecinos. Los cuales son todos de traca, francamente, a excepción de una embarazada recién instalada cuyo novio tampoco es precisamente trigo limpio: un profesor cojo y siniestro, un periodista ex alcohólico con un hijo problemático y dos lesbianas, una de las cuales vive permanentemente sometida a la otra, que no está muy bien de la cabeza...
Lo que queda en el desván es una miniserie muy recomendable para los adictos al thriller británico auto conclusivo y de pocos capítulos
A lo largo de cuatro episodios, el viejo inspector se obceca con resolver el caso, movido por una compasión tremenda hacia la víctima. Y, claro está, se hace preguntas: ¿cómo es que nadie reparó en una ausencia de dos años?, ¿qué relación mantenía la difunta con sus peculiares compañeros de residencia?, ¿por qué nadie reclama el cadáver cuando se da a conocer su identidad? El hombre llega al extremo de instalarse en el apartamento de la muerta y convertirse en la pesadilla de los vecinos, hasta conseguir desentrañar el enigma, lo que acaba por costarle la vida o casi: al final del último capítulo lo dejamos tirado en un cuarto de baño, acuchillado por el asesino o la asesina, cuya identidad no revelaré para que no se me acuse de practicar el spoiler.
Lo que queda en el desván es una miniserie muy recomendable para los adictos al thriller británico auto conclusivo y de pocos capítulos, subgénero que las televisiones generalistas ignoran de una manera lamentable.