Si uno se toma la molestia de consultar el archivo de series de Movistar, puede encontrarse con más de una sorpresa agradable en forma de propuestas que no se emiten en ningún canal y que han sido colgadas, enteras, para adictos a la ingesta masiva de propuestas interesantes. Mi último y feliz descubrimiento en ese campo ha sido Harper's Island, una serie de 2009 que constituye un particular homenaje a una de las novelas más célebres de Agatha Christie, Diez negritos, aquella en la que una serie de personajes atrapados en un lugar concreto van siendo asesinados uno a uno hasta llegar a un final sorprendente. En el caso que nos ocupa, el lugar concreto es la isla de Harper, cercana a Seattle, a la que llega un ferry ocupado por los invitados a una boda, que irán cayendo como moscas, capítulo a capítulo, a manos de alguien que puede ser (o no, pues se le supone muerto y enterrado) el mismo asesino en serie que, siete años atrás, sembró el pánico en la isla.
No es una serie que aporte especiales novedades al género de intriga, ni sus actores destacan por su talento desbordante, pero sí reúne todas las condiciones para convertirse en uno de esos placeres culpables que nos ofrece la televisión de vez en cuando
La protagonista, Abby, es la hija del sheriff que, en teoría, acabó con el asesino original, pero no antes de que éste se cobrara la vida de su esposa. Exiliada por su propio padre por supuestos motivos de seguridad que nunca quedaron muy claros, Abby vuelve a la isla por primera vez en siete años, abandonando momentáneamente la ciudad en la que vive y estudia, Los Ángeles: el novio es su mejor amigo de la infancia, un chaval de extracción humilde que se va a casar con la hija de un millonario. Alojada toda la expedición en el rústico hotel de la localidad, no pasa mucho tiempo hasta que empieza a morir gente de manera habitualmente espectacular: cae el tío tarambana del novio, cae el cura encargado de celebrar el enlace, cae el padre de la novia... Da la impresión de que alguien se ha propuesto que la boda no se celebre, y cunde el pánico entre los invitados. La trama transcurre de cadáver en cadáver, mientras el sheriff parece saber más cosas de las que aparenta, según insinúa su antiguo ayudante, horriblemente desfigurado por una explosión provocada por el asesino original, ése del que no se sabe muy bien si está muerto o no.
Se impone un tono de grand guignol y, como en las novelas de la señora Christie, el acercamiento psicológico a los personajes no es gran cosa, pero la acción es tan trepidante que Harper's Island se convierte en una de esas series a degustar en grandes dosis, pues cada capítulo te deja con ganas de más. ¿Puro entretenimiento? Probablemente. No es una serie que aporte especiales novedades al género de intriga, ni sus actores destacan por su talento desbordante, pero sí reúne todas las condiciones para convertirse en uno de esos placeres culpables que nos ofrece la televisión de vez en cuando. Seguramente, la olvidaré en cuanto termine de verla, pero mientras tanto --voy por el capítulo ocho--, es como disfrutar de una montaña rusa cargada de subidas y bajadas, que hace que me den las tantas cada noche, cuando noto que se me cierran los ojos y no puedo tragarme el siguiente episodio.