El adulterio es un tema de probada eficacia para la ficción. De Madame Bovary, de Flaubert --y su versión portuguesa, El primo Basilio, de Eça de Queiroz-- a The affair, la serie de televisión, hay una larga lista transversal de historias centradas en la pasión desbordante, y frecuentemente destructiva, que lleva a desear a la mujer (o al marido) del prójimo (o la prójima). La última aportación al tema la encontramos en la serie del canal Sundance The secret, que trae la novedad de desarrollarse en un ambiente profundamente religioso, rayano en el fanatismo, y que demuestra que del adulterio no se salvan ni los más recalcitrantes meapilas.
Basada en un hecho real y ambientada en la Irlanda del Norte de los años 90, cuando el IRA aún no había tomado la sabia decisión de dejar de dar la tabarra, The secret se centra en dos dignísimos miembros de una congregación protestante con atisbos de secta en la que el reverendo es la autoridad máxima ante la que todos deben doblegarse. Cuando un dentista se obsesiona con la esposa de un policía --y ésta con él--, el cura toma cartas en el asunto y parece que la situación se reconduce: el burlador y el burlado se abrazan, y el segundo perdona al primero. Pero todo es una falsa alarma, ya que los amantes vuelven por donde solían a los pocos días y empieza a mascarse la tragedia, pues sabemos desde el principio que ha habido un crimen, aunque aún no se nos haya dicho quién es la víctima (Eros y Thanatos, ya se sabe, a veces van de la mano).
De momento, la cosa funciona, sobre todo por el concepto en que se basa: cómo encaja --o más bien no-- la pasión sexual en un entorno fanatizado por la religión
De manera yo diría que deliberada, se imponen en The secret la fealdad y la sordidez, que otorgan originalidad a la propuesta: los amantes son feos, vulgares y sin excesivo interés humano --el dentista es James Nesbitt, al que ya vimos en la primera temporada de The missing, un tipo con cara de empleado de La Caixa o de comercial de alguna empresa--; el entorno es una horrenda ciudad de provincias irlandesa en la que llueve constantemente; los encuentros furtivos de los desvergonzados tienen lugar en sitios inhóspitos y desagradables; y el sexo, aunque apasionado, es triste a más no poder. Se trata, pues, de una apuesta arriesgada, ya que no es fácil empatizar con los dos meapilas en cuestión, pero...
De momento, vistos dos episodios, hay que decir que la cosa funciona, sobre todo por el concepto en que se basa: cómo encaja --o más bien no-- la pasión sexual en un entorno fanatizado por la religión. La serie podría haberse titulado --caso de ser una comedia española de la transición-- La jodienda no tiene enmienda, pero como se trata de una circunspecta serie británica, se llama The secret. No es la propuesta ideal para irse a dormir de buen humor, pero puede captar el interés de los espectadores preocupados por los rincones más feos, tristes y sórdidos del mapa del corazón humano.