Los paisajes nevados constituyen un decorado ideal para las historias de crímenes, como se demostró en la estupenda serie británica ambientada en Noruega Fortitude y se vuelve a demostrar en la recién estrenada Atrapados, aunque esta vez la nieve que todo lo cubre es la de una zona remota de Islandia en la que aparece un cadáver sin cabeza ni extremidades que unos pescadores rescatan del agua, generándose el sindiós correspondiente que, se supone, nos va a tener entretenidos durante unas cuantas semanas.
El creador de Atrapados es el único cineasta islandés mínimamente conocido fuera de su país, el estajanovista Baltasar Kormakur, que a veces parece cargar sobre sus hombros toda la industria audiovisual islandesa (lo mismo que sucede en Finlandia con los hermanos Kaurismaki, Aki y Mika), y aún le queda tiempo para dirigir en Estados Unidos, de donde le llega algún encargo de vez en cuando. Curtido en el thriller --entre sus mejores obras se encuentra una adaptación del magnífico novelista islandés Arnaldur Indridasson--, Kormakur plantea en Atrapados una nueva vuelta de tuerca al ya conocido tema del grupo humano obligado a permanecer en su sitio a causa de las inclemencias del tiempo, problema que suele coincidir con la aparición de un cadáver: no hay, pues, premio a la originalidad para Atrapados, pero cabe reconocerle su habilidad para construir una de esas intrigas confortables --a pesar de o gracias a los horrores que intuimos-- que seguir desde el sofá mientras piensas que, por desapacible que esté la calle, mucho más frío estarán pasando los protagonistas de la serie.
Kormakur plantea en Atrapados una nueva vuelta de tuerca al ya conocido tema del grupo humano obligado a permanecer en su sitio a causa de las inclemencias del tiempo, problema que suele coincidir con la aparición de un cadáver
El primer episodio ha servido para plantear la situación y presentarnos al encargado de resolverla, un orondo policía local cuya mujer, tras haberlo plantado a él y a sus dos hijas de corta edad, reaparece en el pueblo en compañía de su nuevo novio, procedentes ambos de Reykiavik. ¿Asesinaron y trocearon al desconocido arrojado al agua en ese ferry para turistas que acaba de llegar y cuyo capitán se muestra tan poco colaborador con el rollizo representante de la autoridad local? ¿Tendrá algo que ver en el asunto ese turbio traficante de personas lituano que iba a bordo? ¿Quién era el hombre que acabó en las gélidas aguas de la zona sin cabeza ni brazos ni piernas?
Esas son las principales preguntas que plantea la primera entrega de Atrapados. Y resultan lo suficientemente inquietantes como para que uno se disponga a dedicarle su atención a esta serie del cineasta más trabajador de Islandia.