A principios de los 70, Dino Risi dirigió una estupenda comedia negra titulada En nombre del pueblo italiano, cuya premisa recoge la nueva serie Billions: el enfrentamiento entre un fiscal ejemplar y un empresario chungo. En la película de Risi, el fiscal era Ugo Tognazzi y el mangante, Vittorio Gassman, cuyo personaje constituía toda una premonición de Silvio Berlusconi, que en esa época era cantante de cruceros o iniciaba su carrera en el mundo del crimen, no lo sé muy bien. En la serie que emite Movistar, el fiscal es Paul Giamatti y el empresario, turbio aunque aparentemente filantrópico, es Damien Lewis. Y si en la película todo funcionaba, aquí no funciona prácticamente nada: pese a haber sido lanzada a bombo y platillo, Billions carece de chispa, es aburrida a más no poder y desperdicia el talento de Giamatti y Lewis, dos actores muy competentes que, francamente, no parecen saber muy bien qué hacer con los personajes que les han caído encima.
Pese a haber sido lanzada a bombo y platillo, Billions carece de chispa, es aburrida a más no poder y desperdicia el talento de Giamatti y Lewis
Aunque la lucha eterna entre el bien y el mal no sea un punto de partida muy original, Billions se pierde por el tratamiento que se le aplica al tema: severo, solemne, sin humor alguno. Algunos aspectos de la trama rozan lo inverosímil: ¿cómo es posible que la esposa del fiscal sea la psiquiatra de la empresa del tipo al que su marido quiere meter entre rejas? Ciertos detalles de guión pretenden arrojar luz sobre el carácter de los personajes, pero no aportan nada a la historia: ¿de qué nos sirve saber que el fiscal visita a una dominatrix que le apaga cigarrillos en el pecho y luego alivia su dolor meándosele encima?
Damien Lewis estaba estupendo en la primera temporada de Homeland, y me costaría mucho elegir uno entre los muchos papeles que ha bordado Giamatti. Estos dos señores merecían un guion absorbente e ingenioso, lo que no es el caso: llegar al final del primer episodio se me hizo costoso y pesado a más no poder. Mientras Tognazzi y Gassman eran en la película de Risi dos sujetos fascinantes, el uno en su férrea defensa de la ley y el otro en su hilarante mezquindad berlusconiana, Giamatti y Lewis no nos interesan lo más mínimo y nos da igual quién gane su rifirrafe. Una lástima, porque la cosa, sobre el papel, prometía. Carezco de dotes adivinatorias, pero tengo la impresión de que este ladrillo no llegará a la segunda temporada, aunque también es verdad que cosas más raras se han visto.