El apocalipsis según Peter Kuper
El dibujante norteamericano puede considerarse un marginal dentro de la marginalidad, especialmente en España, donde nunca se le ha hecho el caso que se merece
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Puede que el adjetivo “apocalíptico” sea el que mejor le cuadre al dibujante norteamericano Peter Kuper (Summit, Nueva Jersey, 1958). Sus historias, propias y adaptadas, con textos o sin ellos, nunca se centran en los aspectos más amables de la existencia. Y cuando optan por el humor, suele tratarse de la versión más retorcida de éste, como puede comprobarse desde 1999, cuando heredó la legendaria serie Spy vs. Spy, publicada en la mítica revista MAD desde 1961, cuando la propuso el exiliado cubano Antonio Prohías, fallecido en 1998.
Spy vs. Spy siempre fue una absoluta marcianada, incluso para los tolerantes standards de la revista fundada por el gran William Gaines. Parábola de la guerra fría, todo giraba en torno a la rivalidad entre dos espías, uno vestido de blanco y otro de negro, que podían representar al capitalismo y al comunismo (o no) y a los que a veces se unía una tercera espía, vestida de gris, que no se sabía muy bien a qué o a quién representaba. Digámoslo claro: Spy vs. Spy es de lo más raro que ha dado el mundo del comic mundial, es una extravagancia de un humor muy retorcido que funciona, aunque no sepas exactamente cómo. Exclusivamente gráfica, nunca ha habido un globo en Spy vs. Spy, pero eso no ha representado ningún problema para el señor Kuper, algunas de cuyas mejores obras son completamente mudas (a destacar El sistema, de 2015, un tour de force magistral que me dejó en su momento con la boca abierta).
Peter Kuper se trasladó con su familia a Cleveland, Ohio, a los seis años. Entre 1969 y 1970 vivió con sus padres, de origen judío, en Israel. A finales de los 70 se instaló en Nueva York, donde sigue a día de hoy, aunque con ausencias viajeras que suelen llevar a la realización de diversas novelas gráficas, entre las que hay que destacar Diario de Oaxaca (2009), una de sus mejores piezas (sin moverse de casa, pudo fabricar la estupenda Diario de Nueva York, menos festiva y más atormentada que el relato mexicano). En 1977 trabajó como ayudante de Howard Chaykin, peculiar autor con un pie en la comercialidad y otro en el delirio cuya obra más conocida, pese a los problemas que le trajo con los meapilas de su país, es Black Kiss (Beso negro: efectivamente, una clara referencia al anilingus), una serie en doce entregas protagonizada por unos vampiros de Hollywood extremadamente sexualizados y publicada en 1988).
En 1979, Peter Kuper fundó con su amigo de la infancia Seth Tobocman la revista World War Three Illustrated, que con su título ya lo dice todo. Pero no es hasta principios del siglo XXI que nuestro hombre empieza a revelarse como un peculiar narrador e ilustrador de un mundo que camina hacia el desastre. En 2003 adapta La metamorfosis, de Franz Kafka, y lo hace de una manera ejemplar, nada que ver con la gran cantidad de adaptaciones literarias inútiles que inundan actualmente nuestras librerías. Obsesionado con el autor checo que escribía en alemán, Kuper insistió en su obra con Kafkiana (2018), una serie de relatos llevados al comic. Y puestos a seguir adaptando historias sobre el horror de la existencia, en el 2019 siguió el ejemplo de Francis Ford Coppola y adaptó la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, que es otra de sus obras mayores.
Que el señor Kuper no tenga una visión muy optimista del mundo no quita para que intente poner su granito de arena a la hora de intentar mejorar las cosas. Véase su participación en el álbum colectivo de 2022 (no editado en España, que yo sepa; casi toda su obra ha aparecido en castellano gracias a la editorial Sexto Piso) Comics for Ukraine: Sunflower sedes (Tebeos para Ucrania: semillas de girasol). Como es fácil de imaginar, sus excelentes novelas gráficas (muy apreciadas por la crítica y no tanto por el público) no acaban de dar para mantener a una familia, por lo que el hombre debe hacer como otros grandes talentos del actual comic norteamericano (pensemos en Clowes, Burns o Tomine) y fabricar portadas e ilustraciones para medios como Time, Newsweek, The New York Times, The New Yorker o Rolling Stone.
En cierta medida, Peter Kuper puede considerarse un marginal dentro de la marginalidad, especialmente en España, donde nunca se le ha hecho el caso que se merece. Cierto es que el hombre tampoco lo pone muy fácil. Sus historias sin textos pueden resultar ligeramente áridas y/o difíciles de seguir para según qué lectores, pero les aseguro que se pueden leer perfectamente, aunque, strictu sensu, no haya nada que leer. Sus adaptaciones de clásicos (del horror físico y psicológico) son tan eficaces como fieles y brillantes. Hay pocos autores tan fieles a sí mismos como el señor Kuper, del que no me consta la más mínima concesión comercial. Sí, de acuerdo, su visión del mundo es tirando a deprimente, pero no me dirán que no le sobran los motivos.