Alguna vez he dicho que los Abogados Cristianos, asociación de juristas de extrema derecha ultracatólica que, como otras entidades de la misma cuerda, con tufos franquistas, se dedica fundamentalmente, y en nombre de la protección de los sentimientos religiosos, a pleitear contra artistas, actores y humoristas y a tratar de amargarles la vida con demandas judiciales que hacen perder miserablemente el tiempo a los magistrados y demás empleados de nuestros tribunales, debería ser severamente multada e ilegalizada.
En atender a esos dengues de la señora Polonia Castellanos (cabeza visible de la entidad) y en dilucidar si tiene o no razón en las querellas de las que se jacta contra performers, humoristas y artistas con más o menos gracia como la Drag Sethlas, Willy Toledo, Abel Azcona, o ahora un tal Quequé, a los que acusa de atentar contra la libertad religiosa, nuestro sistema judicial no debería perder ni un minuto más de tiempo. Si es cierto, como dicen todas las encuestas, que al Gobierno actual le queda poco en el poder, debería distraer unos minutos para dictar un decreto ley que acote más estrictamente lo que el Código Penal considera como delito contra los sentimientos religiosos y profanación, que son los supuestos a los que esos abogados suelen referirse (generalmente con poco éxito en las sentencias). No puede ser que más gente inocente vea su vida y su trabajo turbados y hasta impedidos por las actuaciones de unos abogados que se autodefinen como cristianos pero son más bien farisaicos.
Porque cada vez que entran en acción recordamos las palabras de Jesucristo según el Evangelio de Mateo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas! Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas”.
Creo que es evidente la malicia farisaica de lanzar una campaña para que la cadena SER cancele el programa de Quequé por haber incitado “al odio contra los cristianos”. Y luego la querella por “incitación al odio y a la violencia”. Este Quequé había dicho en antena que “El valle de los Caídos es la ponzoña más fea que hay en España. Es una puta mierda. ¿Por qué no entramos ahí y lo volamos todo?”
Lugar siniestro
La desproporción entre el exabrupto o broma --de un humor escatológico discutible, como casi todas las bromas y los chistes: a mí, personalmente, me resulta desagradable toda la gente que emplea la popular locución “eso es una puta mierda”, pero no me considero el árbitro del lenguaje ajeno-- y la reacción farisaica es tan clamorosa que no merece el esfuerzo de comentarla. (¡Recoger firmas para pedir que le quiten el programa a un humorista que no te gusta! Hay que ser ruin…) Baste señalar que si el Valle de los Caídos repugna, no sólo a Quequé, sino a muchos españoles, no es por ser un “templo” católico, sino por ser, sobre todo, un memorial franquista y un recuerdo perenne del trabajo esclavista realizado allí por miles de prisioneros republicanos después de la guerra civil.
Pero sí vale la pena señalar que, además del incordio y los gastos de los procedimientos judiciales y la pérdida de tiempo para el demandado y para los tribunales que representan estas querellas que suelen, por cierto, acabar archivadas, la actividad de la señora Castellanos y sus juristas es dañina para la sociedad en su radiación intangible sobre la libertad de expresión --que ellos dicen respetar mientras tratan farisaicamente de conculcarla--: y en su efecto sobre la actuación regresiva y precautoria de los partidos de derechas allí donde ejercen el poder: el pánico a ser tildados de blasfemos por la extrema derecha ultracatólica que representa Castellanos les lleva a sobreactuar en beatería, mojigatería y censura. Daremos ejemplos de esa mojigatería represiva y regresiva en otra ocasión.
En cuanto al mismo Valle de los Caídos, algo de sentido tiene la broma de Quequé. Tuve ocasión de visitar Cuelgamuros hace unos meses y constatar que, al margen de algunos aciertos de carácter paisajístico en los alrededores, urbanizados en grandes explanadas con la idea de albergar paradas militares y multitudes (que por aquellos parajes no se acercan) según una estética filofascista no desprovista de interés, la basílica propiamente dicha es un lugar siniestro, tenebroso, gélido y morboso.
En mi opinión no hay que “volarlo con dinamita”, entre otros motivos porque recibe muchas visitas, hay gente a la que le gusta, y no hay motivo para chinchar gratuitamente a la gente.
Como el horrendo palacio de Ceaucescu en Bucarest (o, si me apuran, la Sagrada Familia de Barcelona), hay que pechar con ese legado del pasado, porque resulta más barato y menos conflictivo que tratar de eliminarlo de la capa de la tierra. Además de que sigue teniendo una calidad instructiva: personalmente, recomendaría a todos la visita, aunque yo desde luego no piense repetirla.