Siendo mujer, negra, feminista y lesbiana Zanele Muholi (Durban, Sudáfrica, 1972) comprendió desde muy joven los conceptos de desigualdad y racismo. Pero en lugar de quedarse de brazos cruzados, esta artista sudafricana, que hoy se identifica como persona de género no binario y “activista visual”, decidió estudiar fotografía y ponerse a documentar la historia de la comunidad negra LGTBIQ de su país.
“Como activista visual, tienes la responsabilidad de documentar la escena del crimen y hacerla circular, para que el mundo vea lo que ocurre y tome medidas”, explicaba Muholi en una entrevista con la revista TIME en diciembre del año pasado, un mes después de que se inaugurara la primera gran retrospectiva de su obra en la Tate Modern de Londres. La retrospectiva —coproducida junto al Gropius Bau de Berlín (donde se expone en estos momentos) y el IVAM de Valencia, entre otros—, tuvo que posponerse por la pandemia, y su inauguración se producía en pleno apogeo del movimiento Black Lives Matter y las protestas por el asesinato de George Floyd.
“Obligados a ser activistas”
Nacida en el seno de una familia humilde en una Sudáfrica aún dominada por el apartheid, Muholi es hoy una de las fotógrafas contemporáneas más conocidas del mundo gracias a una serie de inquietantes fotografías en blanco y negro que retratan la dura realidad de las personas lesbianas, gais, trans, bisexuales y queer en su país.
“Hemos pasado por tantas cosas como seres humanos, que muchos de nosotros —aquellos que han sobrevivido al racismo, que han sobrevivido a crímenes de odio, que han sobrevivido a desplazamientos de muchos tipos— nos hemos sentido obligados a ser activistas. Es algo que sigue en curso y uno no puede tomar un descanso o relajarse, o simplemente estar. Uno no puede simplemente ignorar sus responsabilidades”, comentó la artista a The Guardian.
Crímenes de odio
La obsesión de Muholi por retratar la situación de los LGBTIQ en Sudáfrica empezó en los años 2000, después de una década de grandes cambios sociales y políticos en su país. En 1996, Sudáfrica se convirtió en el primer país de África en permitir el matrimonio homosexual e ilegalizar cualquier tipo de discriminación basada en la orientación sexual, pero aun y así, la comunidad LGTBIQ sigue siendo objeto de violencia y persecución, especialmente entre los miembros de la comunidad negra.
En sus primeras obras, Muholi se dedicó a retratar a víctimas de crímenes de odio en Sudáfrica, como la poeta y activista sudafricana Busi Sigasa, víctima de lo que se conoce como “violación correctiva” o “curativa”, un delito de odio que implica la violación de una persona por su orientación sexual o identidad de género. Bigasa murió con 25 años, un año después de ser fotografiada.
La fotografía, activismo y curación
Más adelante, la artista empezó una serie de retratos íntimos y sensuales de lesbianas negras, pero que, a pesar de la cotidianidad, “presagian una realidad compleja”, observa el crítico de The Guardian. En esta línea estarían obras como Sistahs (2003), una foto en blanco y negro que muestra a dos mujeres negras y obesas riéndose en la intimidad de una escena de cama, o Aftermath (2004), donde una mujer se cubre con sus manos el pubis, dejando a la vista una gran cicatriz a lo largo de su muslo.
“El trabajo de Muholi muestra cómo la curación, la empatía y el empoderamiento pueden persistir a pesar del trauma colectivo, y cómo la fotografía puede ser un medio de activismo, pero también para reponerse de un trauma”, explicó esta semana en una rueda de prensa Stephanie Rosenthal, directora del Gropius Bau de Berlín, coincidiendo con la inauguración de la retrospectiva.
Asociación de lesbianas negras de Sudáfrica
Gabi Ngcobo, comisario de arte sudafricano, constataba también en The New York Times que Muholi trabaja de una forma “sensible, provocativa, tierna y juguetona”, utilizando la cámara como “un instrumento para excavar, sostener y afirmar”, lo que le permite atrapar momentos de intimidad y alegría, pero también los traumas de una comunidad.
“El simple hecho de existir a diario es político en sí mismo”, insistió Muholi en The Guardian, “y la visibilidad también tiene su propia política, especialmente para aquellos que están en un lugar donde algunas personas son consideradas desviadas. Te dicen que puedes existir, pero al mismo tiempo existe esta violencia que actúa como una amenaza constante que te niega el derecho a ser quien eres, o quien quieres ser”, añadió la artista, que en 2002 cofundó el Foro de Empoderamiento de Mujeres, la primera organización de lesbianas negras de Sudáfrica, y también es fundadora de Inkanyiso, un foro para creadores de artes visuales y activismo queer.
Autorretratos
Años más tarde, en 2009, Muholi viajó a Canadá para estudiar un máster en medios de comunicación documentales en la Universidad Ryerson, en Toronto, y se graduó con una tesis que trataba la historia visual de la identidad negra lesbiana y la política en Sudáfrica después del apartheid. Desde entonces, su trabajo ha estado cada vez más encaminado al activismo. En 2012, Muholi comenzó su aclamada serie de autorretratos Somnyama Ngonyama (“Salven a la leona oscura”, en zulú), donde la artista adopta diferentes poses, personajes y arquetipos para abordar cuestiones de raza y representación. Desde estropajos, peines y guantes de látex hasta neumáticos de goma y bridas, los materiales cotidianos se transforman en accesorios y disfraces con carga política.
Una de sus fotos más conocidas es el autorretrato Bester I, Mayotte (2015), donde la artista aparece mirando desafiante a la cámara, los labios pintados de blanco y el pelo y las orejas adornadas con pinzas de colgar la ropa, un tributo a su madre, viuda, que sacó a la familia adelante trabajando como asistenta doméstica en un hogar de blancos, pero también al trabajo duro y servicial de todos los trabajadores domésticos negros.
Rechaza el pronombre singular femenino
Fue también en 2012 cuando Muholi empezó a rechazar el pronombre femenino singular para que se refirieran a ella y exigió ser identificada con el pronombre they/them (plural sin género en inglés): “No solo soy un individuo, sino parte de una comunidad histórica de antepasados africanos”, dijo a la revista TIME. “Demuestra que no estoy sola, sino que voy acompañada de mis antepasados”.