Setenta y cuatro años después de su creación la agencia Magnum sigue siendo un club mayoritariamente masculino. Solo hace falta revisar el staff en su propia página web para comprobarlo. A día de hoy, de sus 99 miembros de pleno derecho, tan solo 11 son mujeres. No obstante conviene recordar que María Eisner y Rita Vandivert (posteriormente primera presidenta) fueron parte integrante del grupo fundador, una información que tiende a omitirse.
Parece que en pleno siglo XXI la cuestión de género no solo sigue siendo un asunto irresoluto sino que aún queda mucho camino por recorrer. Por eso la exposición Tres mujeres Magnum: Eve Arnold, Inge Morath y Cristina García Rodero, que hasta el próximo 30 de enero se podrá ver en el Centro Niemeyer de Avilés, debería ser una de las citas culturales imprescindibles de la temporada. Miradas únicas de tres fotógrafas excepcionales. Para Rosa Olivares, comisaria de la muestra: “Cada una de estas imágenes nos habla de personas que miran a otras personas, porque las tres se enfrentan abiertamente al individuo como clave de los problemas y de las soluciones”.
Eve Arnold, la curiosidad como inspiración
En 1951, con tan solo 39 años, Arnold fue la primera mujer en acceder a este exclusivo olimpo de la fotografía, aunque no fue hasta 1957 cuando se convirtió en miembro de pleno derecho. Nacida en Filadelfia en 1912, sus aspiraciones no pasaban por empuñar una cámara y recorrer el mundo, soñaba con estudiar medicina o dedicarse a la danza pero el destino, siempre caprichoso, tenía otros planes para ella. Un anuncio publicado en The New York Times, que requería de un aprendiz de fotógrafo, supuso el inicio de una exitosa y longeva carrera.
“He sido pobre y quería documentar la pobreza; había perdido un hijo y me obsesioné con el nacimiento; me interesaba la política y quería entender cómo afecta a nuestras vidas; soy una mujer y quería saber sobre las mujeres”, decía. Sus orígenes humildes gestaron en ella una sensibilidad especial por los temas sociales además de una profunda empatía hacia la gente sencilla. Con la misma honestidad fotografiaba a un joven Paul Newman en el legendario Actors Studio, la sublime elegancia de Marlene Dietrich, la sensualidad de Marilyn (a la que le unía una gran amistad) o a la todopoderosa Margaret Thatcher que a unas bailarinas de club, un desfile de Miss América o una pareja anónima en los juzgados a punto de divorciarse.
Decía Eve Arnold que “la herramienta es el fotógrafo, no la cámara”. El mismo dogma que sostiene otra de las grandes fotógrafas con las que comparte espacio.
Cristina García Rodero, la mirada en el corazón
“Siempre he intentado desmitificar la cámara. La cámara en sí no te va a dar todo. La cámara te ayuda pero el motor es tu corazón o tu cabeza. Tener cubiertos de plata no va a hacer que tu comida sepa mejor”. Para Cristina García Rodero, la primera de las tres únicas fotógrafas españolas de Magnum actualmente, esa manera de entender el oficio le permite adentrarse en las situaciones más complejas con empatía y mucho respeto. Las imágenes resultantes transmiten una innegable carga emocional que seduce y atrapa al espectador en un universo magnético e inconfundible.
Más de una década pasó descubriendo y documentando en profundidad fiestas populares, ritos paganos y creencias religiosas de nuestro país. Un viaje visual extraordinario que se ha convertido en su trabajo más significativo. No solo por España, su peculiar e inclasificable mirada se ha posado sobre los refugiados albanokosovares, ha visto la dureza de una madre enterrando a su pequeño en Georgia o ha registrado el inquietante duelo de unas mujeres en Italia. Sea donde sea, ella siempre procura que su “manera de mirar sea lo más tierna y emotiva posible. Porque la vida está llena de dramas, los encuentras por todas partes”.
Inge Morath, la fotografía como necesidad
Inge Morath lo sabía muy bien. Constató muy pronto la crueldad y el sufrimiento que el ser humano es capaz de infligir y de padecer. Nacida en Austria en 1923, en una familia afín al régimen nazi, contempló con sus propios ojos las barbaries de la guerra cuando tras escapar de un bombardeo, en la fábrica en la que trabajaba, recorrió a pie cientos de kilómetros hasta Salzburgo para refugiarse. El horror que encontró por el camino le marcaría profundamente. Desde entonces siempre rehuyó cualquier tipo de conflicto y jamás quiso fotografiarlos.
Aunque la fotografía fue para ella una prioridad, “fotografiar se ha convertido en una necesidad y no quería renunciar a ella por nada del mundo”, comentó en cierta ocasión, prefería temas más amables como los retratos de personalidades, la moda o el cine. Fue precisamente durante el rodaje de Vidas rebeldes cuando tuvo la ocasión de fotografiar a Marilyn Monroe, casada por aquel entonces con Arthur Miller. Tras el divorcio de la famosa estrella, Morath contrajo matrimonio en 1962 con el célebre dramaturgo con el que tendría dos hijos y junto al que permanecería hasta su fallecimiento en 2002.
Anthony Perkins, Yves Montand, Yves Saint Laurent, Ingrid Bergman o su esposo Arthur Miller son algunos de los retratos traídos para la ocasión. Además se puede ver alguna de las fotografías que realizó durante sus numerosos viajes por España. Un país que le fascinaba especialmente y que visitó por primera vez en 1953 junto a Cartier-Bresson.