Cuando en la década de 1930 Barbara Morgan se estableció en Nueva York, la coreógrafa y bailarina Martha Graham se hallaba inmersa en pleno proceso de experimentación con la danza. Fruto de esta catarsis creativa nacería lo que hoy conocemos como danza contemporánea. Cuentan que tras presenciar una actuación, la fotógrafa, se acercó hasta su camerino para conocerla en persona. Fue tal la sintonía del encuentro que juntas se embarcaron en un fecundo proyecto colaborativo que culminó en 1941 con la publicación de Martha Graham: Sixteen Dances in Photographs, su obra fundamental que condensa su excepcional estudio sobre la danza.
En esta sinérgica relación entre ambas encontramos el leitmotiv de la exposición Barbara Morgan: gesto, danza y expresionismo, que hasta el próximo 26 de septiembre se podrá ver en el Museo Nacional del Romanticismo. Enmarcada en la Sección Oficial de PhotoEspaña 2021, la muestra, basada en la Colección Astudillo y comisariada por Pia Ogea, extracta la trayectoria de esta singular autora, considerada figura clave en la vanguardia fotográfica estadounidense. Además de sus icónicas imágenes sobre danza, también ensayó con los dibujos de luz, el fotomontaje y fue precursora del fotolibro.
El arte como adalid de la conciencia social
Cada una en su ámbito, las dos compartían una visión renovadora así como un certero manejo del arte como agitador de conciencias y como herramienta de denuncia política y social. La Guerra Civil española y el Poema del cante jondo de García Lorca inspiraron la pieza Deep Song creada por Graham en 1937, justo el mismo año que Picasso pintó el Guernica. Morgan perpetúa en sus fotografías ese instante esencial, símbolo de la disconformidad y del sufrimiento, con el cuerpo como radical vehículo de expresión. La obra se estrenó en el Guild Theater de Nueva York. En el programa de mano se leía lo siguiente: “No es España lo que vemos en su movimiento limpio y apasionado, es la comprensión de que la tragedia de España es la nuestra, es la tragedia del mundo entero”.
La fuerte vinculación entre ambas se evidencia de nuevo en Lamentation o en el ballet basado en la vida de la poetisa Emily Dickinson, Letter to the World, que dará título a su fotografía más conocida. En todas ellas observamos cómo las dramáticas experiencias vitales se manifiestan mediante radicales movimientos del cuerpo, transformado en puro instrumento de expresión artística. En 1945, con motivo de la exposición La Danza Moderna Norte-Americana: Fotografías de Barbara Morgan en el MoMA, escribió: “Como fotógrafa me ha correspondido la fascinante responsabilidad de captar y comunicar esas manifestaciones del espíritu humano que, de lo contrario, no perdurarían más allá de la actuación… He intentado constantemente reproducir la relación entre luz, tiempo, movimiento, espacio y espíritu, con la que reflejar, no el mero testimonio, sino la esencia de la danza, a través de la imagen fotográfica”.
Las opiniones sesgadas y la manipulación informativa de las grandes corporaciones mediáticas no son algo nuevo. Antes de Murdoch, el político y magnate de la prensa William Randolph Hearts ya hizo lo propio sirviéndose de sus numerosas cabeceras y emisoras de radio. El fotomontaje le sirvió para sintetizar la multiplicidad de la realidad en un poderoso concepto visual. Curtis Carter, catedrático en la Marquette University, decía que “para Morgan el fotomontaje es capaz de ofrecer un retrato más veraz de la complejidad de la realidad que la fotografía a través de una sola imagen”.
La fotografía como vía de conciliación
Aunque su vocación inicial fuera la pintura (había estudiado Bellas Artes en la Universidad de UCLA), exponiendo incluso en numerosas instituciones, llegó, no sin reticencias, a la fotografía por pura necesidad de conciliar su vida profesional con el cuidado de sus dos hijos pequeños. Según explica Pia Ogea, fue su marido Willard Morgan, por aquella época representante de Leica en Estados Unidos, quien la persuadió de cambiar los pinceles por la cámara para que le fuera más fácil compaginar sendas tareas. Así fue como comenzó a documentar paisajes durante los viajes familiares por el sudoeste americano, etapa en la que además conocerá las danzas ceremoniales de las tribus indias. Su interés por estos rituales marcaron la génesis de su posterior colaboración con Martha Graham, Merce Cunningham o José Limón.
Pero el binomio madre trabajadora y artista también dio sus frutos en el laboratorio donde por la noche le gustaba experimentar con la magia de la manipulación técnica, una práctica que le permitía dar rienda suelta a su creatividad.
Sea como sea, el tiempo ha demostrado que lo que comenzó como una conciliación forzosa acabaría siendo una circunstancia realmente provechosa. Hoy en día, sus valiosas aportaciones en el campo de fotografía se consideran un valioso referente de la vanguardia fotográfica estadounidense.