Mary Ellen Mark no se parapetaba tras la cámara para minimizar el peligro de sucumbir a los riesgos de la empatía. Las imágenes trascienden al sujeto retratado para contarnos su historia y hacernos reflexionar. Sus ensayos fotográficos no solo resultaron innovadores sino que también fueron intensamente vívidos, conmovedores y honestos. Con ellos les otorgaba voz propia a los excluidos, a los más vulnerables, y fue especialmente sensible a la compleja y dura situación de mujeres y niñas de todo el mundo, en un tiempo aún muy lejano a los movimientos reivindicativos actuales como el #MeToo.
Seis años después de su muerte, la Fundación Foto Colectania en colaboración con la Fundación Banco Sabadell presenta Mary Ellen Mark: Vidas de mujeres, comisariada por Anne Morin y producida por diChroma, se podrá ver en el nº 14 del Paseo Picasso de Barcelona desde el 18 de marzo hasta el próximo 31 de julio.
Mary Ellen Mark: No hay nada más extraordinario que la realidad / LEICA CAMERA
Historias de mujeres
Sucede con Mark, como pasa con muchas otras fotógrafas y artistas, que su obra apenas se conoce, al menos no tanto como debería. “Me pareció que no podíamos esperar más a rendir un homenaje a Mary Ellen Mark”, nos explica Morin días antes de la inauguración de lo que espera sea solamente “un prólogo a una retrospectiva de mayor amplitud”. Y es que su obra es de una magnitud considerable. Más de dos millones de fotografías conforman un generoso archivo de las cuales apenas 93 se expondrán en la capital catalana.
Anne Morin relata cómo empezó a interesarse por su trabajo: Fue precisamente una mujer la que me llevó a ella. Se refiere a Jessica Lange, la famosa actriz norteamericana además de reputada fotógrafa. En abril de 2015 la carismática estrella expuso en el Arts Santa Mónica de Barcelona Unseen, más de un centenar de instantáneas en blanco y negro tomadas con su Leica. Ese mismo año Morin viajó hasta Nueva Orleans para pasar unos días de vacaciones en casa de Lange. Nada más llegar le dijo “ha fallecido hoy Mary Ellen Mark”. Inició así un laborioso proceso que la llevó a sumergirse en su vasto archivo, aunque nos esclarece que ella trabajó a partir de una selección de 1.000 fotos que previamente había efectuado la propia autora en 2003.
El reverso del sueño americano
La dimensión humana de su extensa obra va más allá del puro trabajo documental. “Le importa no la lectura fotográfica sino el sujeto”, comenta la comisaria y directora de diChroma photography. Nos explica también que su peculiar método de trabajo consistía en elaborar series y secuencias. Unos proyectos que la llevaban a involucrarse de tal manera que llegó a convivir durante semanas o meses con las personas que retrataba. “Mary Ellen Mark supo entrar en las capas más íntimas de las vidas más marginales. Cada uno de sus reportajes es un descenso a los infiernos que ella encaraba con una calma casi mística”.
El resultado de esta estrecha convivencia son unas fotografías “profundamente humanas, profundamente optimistas, aunque no lo parezca”. A ella misma le gustaba erigirse en portavoz de los más débiles, más en una época, la de los años 60, en la que el rostro negro, el menos amable del sueño americano no se podía mostrar, ni ver ni siquiera plantearse, resalta Morin. “Era la sociedad americana floreciente, rica, exuberante. Ella muestra, como lo hizo Vivian Maier también, el revés de este sueño brillante y la oscuridad de estas calles habitadas por niñas de 13 años prostituyéndose para comprar sus drogas, y de las mujeres apartadas de la sociedad por sus problemas mentales”. Situaciones casi inimaginables, terriblemente crueles y dolorosas en las que muy poca gente es capaz de alcanzar el grado de intimidad que logró Mary Ellen Mark en todos y cada uno de los proyectos a los que se enfrentó.
Entre lo grotesco y lo monstruoso
Vidas de mujeres se plantea como un sustancial recorrido entre dos polos opuestos de su trabajo. Por un lado lo grotesco de la serie Twins de 2002, del otro lo monstruoso del Circo Indio de 1989. Estas dos series marcan el segmento en el que caben todas las otras fotografías incluidas y que sitúan la marginalidad de la mujer en el epicentro de la muestra.
Un dramático relato visual no exento de belleza que nos desvela historias como la de Tiny, una adolescente fugitiva que vagabundeaba por los suburbios de Seattle, a la que conoció en 1983 mientras realizaba un encargo para la revista Life y con la que seguirá en contacto a lo largo de su vida. Desde sus años de lucha contra la drogadicción hasta convertirse en feliz madre de nada menos que 10 hijos. Fruto de esta investigación resultaron dos libros y dos películas, una de ellas Streetwise, dirigida por su esposo Martin Bell, estuvo nominada a los Oscar en 1984.
También para Life fotografió una escuela especial para niños problemáticos en Carolina del Norte. Allí se encontró con Amanda: "Era mi favorita. Era muy inteligente y al mismo tiempo muy insolente”.
Especialmente desgarradora resulta la historia de los Damm, una familia sin hogar que vivía en su coche en Los Ángeles, California. La fotógrafa descubriría después que la hija sufría abusos de su padre drogadicto sin que su madre, igualmente adicta, lo supiera.
Las misiones de Teresa de Calcuta también fueron registradas por su cámara y posteriormente recogidas en un libro. Lo mismo pasó con las imágenes de las pacientes del pabellón psiquiátrico para mujeres del Hospital Estatal de Oregón recopiladas en Ward 81, o con las de las trabajadoras sexuales del barrio rojo de Bombay que ilustran el volumen Falkland Road: Prostitutes of Bombay.
Su prolífica trayectoria la llevó a colaborar con prestigiosas revistas tales como New York Times, New Yorker, Rolling Stone, Vanity Fair o Life. Además participó en la foto fija de películas entre las que destacan Alguien voló sobre el nido del cuco, Apocalypse Now o Tristana del cineasta Luis Buñuel. Estamos sin dudad ante una oportunidad única para asomarnos al legado de esta excepcional mujer.