Es Miquel Barceló. Junto a Tintoretto o Jackson Pollock, Pablo Ruiz Picasso constituye uno de sus grandes referentes culturales. Con este último comparte muchas similitudes, como la necesidad de atrapar instantes en cuadernos que son en sí mismos una codiciada obra. También su versatilidad en el uso de técnicas y soportes, su riqueza iconográfica, la fascinación por la tauromaquia, la mitología o por el simbolismo arcaico. Ya sea en un dibujo, una pintura o una cerámica, para él “cada obra es experimental, cada obra es un ensayo para otra, que no existirá probablemente jamás, y eso creo que es tan válido para mi pintura como para mi cerámica o para cualquier cosa que salga de mi mano”, y añade que de Picasso ha recibido “una especie de influencia genérica, una manera de relacionarse con la vida, una forma de estar en el mundo”.

Cuenta Barceló que de niño, con 8 o 9 años, le encantaba Walt Disney pero que después comenzó a sospechar. Algunos años más tarde, siendo aún muy joven, le empezó a gustar Picasso, una admiración que permanece intacta. Durante su primer viaje a París visitó, en metro, todos los talleres del genio malagueño en la capital gala, desde Montmartre hasta Montparnasse. Por aquel entonces no pudo entrar, se quedó a las puertas de estos santuarios.

Siete esculturas de bronce ocupan el patio central del Museo Picasso de Málaga / PABLO ASENJO

Varias décadas después de este decisivo peregrinaje las salas del Museo Picasso de Málaga ejercen de anfitrionas de Miquel Barceló. Metamorfosis. Comisariada por Enrique Juncosa y con la colaboración de Fundación “La Caixa”, la muestra formada por cerca de un centenar de obras entre pinturas, acuarelas, cerámicas, cuadernos y esculturas se podrá visitar hasta septiembre de 2021.

Tiempos de pandemia

Durante la presentación, el artista explica que el motivo de sus viajes no es visitar lugares exóticos, “si cambio de sitio es porque hay demasiada gente en otro lugar”. Viaja en busca de soledad, para trabajar en confinamiento, “ahora ya el confinamiento ha venido a mí, no tengo que ir a él”.

'Jain vivace' de 2019, de Miquel Barceló / ANDRÉ MORIN

La exhibición llega en un momento extraordinariamente complejo debido a la pandemia. Pese a inaugurarse con un año de retraso, se trata de una exposición muy acorde con los tiempos que vivimos, ya que a lo largo de estos 12 meses ha ido adaptándose a las nuevas circunstancias. Por ejemplo, se han añadido unos cuadros pintados durante el pasado mes de marzo que representan a unos peces sacando la cabeza del agua. Toda esta obra es muy reciente, matiza. El arte es una suerte de ser vivo que debe evolucionar para sobrevivir.  

Creación cíclica

Treinta piezas de cerámica conforman el ámbito central de la exposición. Para el artista mallorquín la cerámica es “un proceso de alquimia. Una forma de pintura que ha pasado por el fuego. Otros de mis cuadros han pasado por el humo, o por las termitas en África, o han sido recubiertas de polvo”. Todas las técnicas, hasta las fallidas, se transforman en obras de arte experimental. Para Barceló “las acuarelas producen cerámicas, las cerámicas pinturas y las pinturas esculturas”. Quizás por ese motivo la mutación, la movilidad y la transición caracterizan toda su producción. “Creo que toda mi obra es una pura digresión”, afirma.

 

 

Miquel Barceló con traje de faena en su estudio de París / EFE

Hermosos objetos de siluetas fragmentadas, agujereadas o laceradas, que sintetizan sofisticación y rudeza, en los que se vislumbran diversas formas figurativas tales como criaturas acuáticas, plantas o figuras con rasgos antropomórficos. Todas estas creaciones presentes en el museo salen de su taller-estudio de Vilafranca de Bonany en su Mallorca natal, incluidos los Tótems, una serie de cerámicas de gran tamaño que nos recuerdan personajes mitológicos, deidades de otra época o elementos propios de la arquitectura clásica.

Ilustrar libros

El mallorquín se reconoce ávido lector. Devora libros, le apasionan los clásicos y los conoce en profundidad. Para ellos ha creado bellas ilustraciones. Algunos de esos libros originales están presentes en el recorrido: La Divina comedia de Dante Alighieri, el Fausto de Goethe (ambas para la Editorial Galaxia Gutenberg), así como 15 acuarelas que ilustran la transformación en insecto del inquietante Gregorio Samsa en La metamorfosis de Franz Kafka, de la editorial francesa Gallimard. Se exponen también dos series de aguadas realizadas en la India y Tailandia, además de seis cuadernos de viajes fruto de sus incursiones alrededor del mundo.

Imagen de la exposición de Miquel Barceló en el Museo Picasso / MIGUEL DOMÍNGUEZ

Junto a las acuarelas y las cerámicas, varios cuadros de gran formato cuelgan de los muros mostrándonos impactantes escenas nocturnas en azul y negro que contrastan con otras de tormentosos cielos de plenilunio rebosantes de movimiento y color. Destacan un autorretrato carbonizado arañado sobre un viejo lienzo y unas pinturas que “aluden a las pinturas rupestres, que testimonian que para Barceló la prehistoria es tan moderna como cualquier otra época de la historia del arte”, apuntan desde el museo.

Como colofón, siete grandes y desgarbadas esculturas fabricadas en bronce, que recuerdan la obra de Alberto Giacometti, decorando el hermoso patio renacentista del museo malagueño.