Los puentes siempre han sido símbolo de unión y comunicación. Su importancia desde tiempos inmemoriales ha sido tal que su construcción era celebrada por todo tipo de culturas y civilizaciones. Y no es de extrañar, ya que un simple puente podía cambiar la vida de pueblos enteros y hacerlos más prósperos por el simple hecho de encontrarse en un lugar “de paso”.
Este tipo de construcciones ha tenido una especial importancia en Cataluña, dado el bagaje comercial que atesora a lo largo de su historia, en la que se ha caracterizado por ser un lugar de encuentro entre culturas. Esto ha provocado que muchos de los puentes que alberga se hayan convertido en auténticos símbolos y, además, atesoren una gran belleza.
Puente de Besalú
No cabe duda de que uno de los puentes más bonitos de Cataluña es el que se encuentra situado en la localidad gerundense de Besalú. Construido para superar el río Fluviá, este puente románico está considerado Bien de Interés Cultural y destaca tanto por su belleza como por su historia. No en vano, ya se hablaba de él allá por el año 1075, y se volvía a mencionar en 1284.
Como cabe esperar, a lo largo de su historia han sido muchas las variaciones que ha experimentado, pero siempre basándose en siete arcos desiguales que se sustentan sobre pilares construidos sobre la propia roca. Cabe señalar que durante la Guerra Civil Española se volaron dos de ellos (destruir puentes suele ser clave en las contiendas bélicas) que después fueron restaurados.
Puente del Diablo
Tanto o más conocido es este puente situado entre las poblaciones de Martorell y Castellbisbal sobre el río Llobregat. Su aspecto actual es una reconstrucción del modelo gótico que se erigió en 1295 sobre los restos de otro puente romano, ya que también durante la Guerra Civil se llevó a cabo la demolición de la parte central.
Sobre el Puente del Diablo cabe señalar que cuanto se construyó después de que se viniera abajo el puente romano que formaba parte de la Vía Augusta, su anchura se disminuyó, de manera que ya no era posible el tráfico rodado, lo que daba una buena muestra de cómo habían cambiado los tiempos en la Edad Media.
Puente Nuevo de Camprodón
De origen medieval también es este puente que se eleva sobre el río Ter en la localidad de Camprodón, siendo uno de sus símbolos y ofreciendo una bella estampa a quienes visitan esta localidad de Girona. Sobre esta construcción cabe señalar que cuenta con un gran arco de piedra y que se une a una torre de defensa.
Se cree que su origen se remonta a comienzos del siglo XIII y que se mejoró un siglo después ya que se encontraba en una ruta clave para llegar a la Cerdaña. Eso sí, el actual fue restaurado en el año 1930.
Puente Viejo de Manresa
El Puente Viejo de Manresa es uno de esos lugares casi mágicos que han visto pasar mucha historia. Construido sobre el río Cardener (alcanzando los 25 metros de altura), su aspecto es medieval, aunque realmente fue reconstruido en la década de los 60 del siglo XX, después de haber sido destruido en el conflicto bélico antes referido.
El Puente Viejo manresano tiene un origen romano, aunque sobre él hay una leyenda referida a los diablos, ya que se decía que se metían en todos los que por allí pasaban. Así que los cónsules de la ciudad echaron mano de las reliquias de San Valentín y de esa manera lograron ahuyentarlos y que no volvieran nunca más por aquellos parajes.
Puente colgante de Amposta
Aunque no tiene un origen tan lejano en el tiempo, el puente colgante de Amposta es uno de los más bonitos de Cataluña. Inaugurado en el año 1924, esta construcción que salva el río Ebro fue la segunda del mundo con estas características después del famoso puente de Brooklyn situado en Nueva York.
El principal propósito de este puente era evitar el uso de las barcas para ir de un lado al otro del río. Eso sí, también durante la Guerra Civil Española se destruyó una parte del mismo con el objetivo de impedir las comunicaciones en el bando enemigo. Posteriormente fue reconstruido.