Cada ciudad tiene su color. Si el tono de Barcelona fue de gos com fuig, el de Estambul recuerda la mugre pasada de los edificios pétreos o las mansiones de madera incendiadas a orillas del Bósforo, como las describe el nobel turco, Orhan Pamuk. Ambas ciudades forjaron el carácter ganador de Isak Andic, un empresario de origen hebreo-otomano, que atesora una importante colección privada de arte, a la espera tal vez de un contenedor museístico capaz de mesurar su valor. Desde que Andic vendía ropa en el mercadillo de Balmes y su hermano colocaba blue jeans en la escalera de Económicas (Pedralbes) hasta el record de Mango con 3.000 millones de euros de facturación, pasaron apenas dos décadas. Hoy, su red comercial tiene presencia en más de cien países, casi 3.000 tiendas, una facturación superior a los 2.000 millones de euros y 11.000 empleos directos, de los que un 80% son mujeres.
Su storytelling proclama que “inició su colección de arte contemporáneo muy joven”, un lugar común que sin duda trata de opacar su fortuna sin necesidad alguna de hacerlo. Andic es bienvenido a la comunidad de los mecenas porque, entre otras cosas, exhibe una de las pasiones dulces de la mirada más reconocidas por los coleccionistas y museólogos. Empezó por los artistas de proximidad más representativos, Miró, Tapies, Barceló o Plensa, y lentamente ha ido combinando estas piezas con autores internacionales y con logros del Madrid de El Paso o de la Escuela de Vallecas, con Benjamín Palencia a la cabeza. Sus capturas progresaron en variedad y matiz internacional con las adquisiciones de Harding Meyer, Weng Fen o Jorge R. Pombo.
Ahora, las obras capturadas por Andic están ubicadas en los despachos y jardines que rodean las oficinas centrales de Mango. Hasta hoy mismo el continente de esta valiosísima colección contemporánea ha sido el Hangar, un edificio anexo a la sede corporativa y centro de producción de la empresa, en Palau-Solità; se trata de un ala del conjunto presidida por un pasillo ceremonioso con las obras de la colección a ambos lados, sobre las paredes o bajo sus flancos, con un final apoteósico: el despacho de Isak, el charmain ejecutivo de la prestigiosa firma multinacional.
Andic es miembro de la Fundació Museu D’Art Contemporani (MACBA) y uno de sus principales patrocinadores desde hace años. Ingresó en este patronato animado por su expresidente, el llorado Leopoldo Rodés, llamado El Rockefeller catalán por su contribución en el campo del mecenazgo, que cruzó uno de los mejores museos de Europa con lo más granado del mundo empresarial catalán.
Hoy, Andic sigue su ejemplo prestando, por ejemplo, su ayuda a la feria barcelonesa Swab y patrocinando uno de sus premios. También colabora en otras destacadas instituciones culturales, como la Fundación Príncipe de Asturias o la Fundación Príncipe de Girona. Ha sido miembro del Comité Organizador de ARCOmadrid, la gran cita de arte en España; es miembro del Consejo Asesor Internacional del IESE (IAB), del International Advisory Board de la Generalidad de Cataluña y del Investment Advisory Council for Turkey. Entre 2010 y 2012 presidió el Instituto de Empresa Familiar, el lobi fiscal que engloba a mas de cien grandes empresas de raíz familiar, la mayoría no cotizadas, con una facturación mínima de 500 millones de euros, como Agrolimen, Planeta o la misma Mango, entre otras muchas.
El azote del ajuste
Andic es uno de los accionistas de referencia del Banco Sabadell, donde desempeñó el cargo de vicepresidente (lo dejó en septiembre del 2013). En 2011 llegó a ocupar el puesto 221 en la clasificación de personajes más ricos del mundo que elabora la revista Forbes, con un patrimonio estimado de 4.800 millones de dólares. Desde el mismo entorno del empresario salió que Andic posee el gran velero Nirvana Formentera de 53 metros de eslora valorado en 30 millones de euros, a parte de un avión privado de 32 millones de euros y una gran mansión en la estación invernal de Baqueira-Beret.
Pero la caída de las ventas consecuencia de la crisis de 2008 modificó el reconocimiento de luxury para convertirlo en funcionalidad. A partir de aquel momento, el culto a la vanidad se convirtió en permanentes ofrendas al dios menor de la austeridad. El azote del ajuste llegó también a Mango y Andic empezó a revelarse como un coleccionista, cuya tradición en el campo del arte le apartaba de los inversores autómatas de corte advenedizo.
Origen
Por lo visto, haber nacido en una colina de la vieja Constantinopla imprime carácter. Andic pasó su infancia entre los griegos de Fener y las murallas bizantinas de la capital; vivió sus primeros años entre la población judía de Estambul que nunca formó guetos, sino que vivía desperdigada dentro y fuera de las murallas, compartiendo el espacio urbano con cristianos, griegos o armenios, y musulmanes. Al acabar, en 1923, con el Imperio Otomano, el militar afrancesado Mustafá Kemal Atatürk había fundado la República de Turquía y suspendido las distinciones entre comunidades.
Turquía sería solo turca y hablaría solo en turco. El ladino, la lengua vehicular de los judíos, desapareció de la escuela, hasta tal punto de que el habla judío-hispana casi se extinguió en la península de la Anatolia y pasó a conservarse solo en algunos puntos de los Balcanes y de Grecia.
Pamuk el escriba
Mucho antes de Atatürk, los judíos expulsados de Europa se repartieron por todo el imperio de los sultanes: Algeria, Túnez, Egipto, Palestina o una parte de Grecia, como Salónica, que durante siglos fue más sefardita que ortodoxa y griega. En resumen, puede decirse que la influencia bizantina, un cristianismo sobre el papel más duro que el Romano, garantizó la ciudadanía y la lengua ladina, que hoy apenas se mantiene.
En su extraordinario libro, Estambul, (Ed De Bolsillo), Pamuk habla sobre la belleza de la noche, las calles estrechas y las cálidas farolas. En la ciudad que fue testigo de la infancia de Andic, había varias sinagogas una de ellas junto al cementerio armenio de Edirnekapi. Y fue precisamente frente al Edirnekapi, en la Puerta de Adrianópolis, donde se produjo uno de los acontecimientos conocidos a ras de calle que hablan de la fuerza romántica de la metrópoli que sirve de nexo entre Oriente y Occidente.
El coleccionismo, un vicio privado
Allí Pierre Lotí, el marino y prolijo escritor francés del ochocientos, encontró la tumba de su amada Aziyadé, que inspiró su Madame Crisantemo, base del libreto de la ópera Madame Butterfly de Giacomo Puccini. La mayor parte de los judíos residentes en Estambul habitaban en distritos conocidos, como el Gálata o el Karaköy, situados en la boca del Bósforo, un enclave conocido, como la ribera sefardí. Antes de la construcción de los grandes puentes actuales, los barrios judíos aglomeraban la mayoría de los comercios de proximidad, pegados a los astilleros de la flota otomana.
Cuando llegó a Barcelona junto a su familia y hermanos, Isaak Andic tenía 16 años; fijó su residencia en la capital catalana y cursó sus estudios en la American High School. En 1984 se asoció con el empresario Enric Casi, que le ayudó a cambiar su visión de negocio hacia un único concepto: marca y cadena de distribución a nivel mundial.
La 'milla de oro'
Ese mismo año Mango abrió la primera tienda de la compañía en Paseo de Gracia. Diez años después, en 1994, alcanzó el centenar de tiendas --la mayoría de ellas en régimen de franquicia-- y puso en marcha su expansión internacional, con Enric Casi al mando de la dirección general.
El coleccionismo es un vicio privado. Andic lo sabe muy bien. Nadie nace coleccionista; el coleccionismo se hace, y es más, sabiendo que esto no se transmite de padres a hijos. Los amasadores del arte son, por lo general, autodidactas y, pese a las apariencias, su actividad es absolutamente transversal. El mundo del arte se mueve por relaciones. Si hacemos un repaso general al panorama español de las colecciones privadas, aparecen nombres como Carlos Rosón, Ernesto Ventós, Francisco Baquedano o José Manuel Infiesta, que se iniciaron muy personalmente en el arte de seleccionar, comprar y proteger.
Ellas también juegan
También hay mujeres, como Teresa Sape, Alicia Koplowitz o Alicia Aza. Casi la mitad de las colecciones privadas pertenecen a empresarios conocidos, como Juan Abelló o Mario Rotllan, y, en muchos casos, estos se funden en su empeño con profesionales de fuste, al estilo del abogado Francisco Cantos y del médico, Mariano Sanz.
Haber nacido hebreo, en un entorno musulmán sin ira, dice mucho de la cuna del coleccionista y empresario de éxito. Tal vez sin saberlo, los ojos de Isac Andic aprendieron a calibrar la belleza frente a la imponente Santa Sofía, que fue mezquita del Islam, catedral católica y basílica ortodoxa; la vieja catedral resume las tres religiones semíticas desde sus piedras y minaretes. Las estampas urbanas que impactaron al adolescente Isak fueron ante el sol de media tarde, a la salida del colegio. Seguro que Estambul es demasiado bella, también a los ojos de un niño. Y quizá por este motivo, el hoy empresario de éxito tomó su primera lección de arte al intuir, ante su ciudad devastada, que la “belleza del paisaje está en la amargura”, como escribió el gran narrador turco, Ahmet Rasim.