Un privilegio ciertamente asombroso del que disfrutamos sin darnos cuenta los hombres y mujeres del siglo XX es habernos encontrado determinadas obras maestras del arte varias veces en la vida, en diferentes ciudades, en diferentes museos, donde al mismo tiempo estaban de visita la obra y el observador. Esto solo ha sido posible gracias a la aceleración y el abaratamiento de los transportes, a la apertura de los museos, a las facilidades para cruzar fronteras, que ahora se abren casi a cualquiera...
El legado de las vanguardias rusas del principios de siglo, que solo hace unas décadas era un secreto muy bien guardado y para verlo era necesario peregrinar a algunos museos de Moscú, de San Petersburgo y de Tula. Nos sorprende aquí y allá, por casualidad, en Barcelona, Madrid, Amsterdam, etcétera, y si tenemos suerte al cabo de unos años otra vez nos sorprenden. Los artistas que pintaron esas obras tampoco podían imaginar que éstas viajarían tanto, independizadas completamente de ellos, que te asaltarían de repente en una pared blanca de un segundo piso en la calle Recoletos, donde no las esperabas.
Malevich en la Fundación Mapfre de Madrid
Ahora, en la fundación Mapfre, en el contexto de una exposición de obras previas a la revolución rusa, está como si tal cosa uno de los tres Cuadrados Negros de Malévich y otras maravillas, de Popova, de Goncharova, de Rodchenko, que pudimos ver hace ya algunos años en La Pedrera de Barcelona, en los años en que dirigía la fundación José Luis Giménez Frontín; y luego, pocos años, después en Madrid, formando parte distinguida de Caballería Roja, la definitiva exposición sobre arte de vanguardia y política en Madrid, en la Casa Encendida, cuando la dirigía el actual ministro de Cultura, José Guirao. Y el pasado viernes --entre otras piezas que nunca habíamos visto-- pudimos ver otra vez, ahora en la Fundación Mapfre de Madrid, el icónico y mesmerizante Cuadrado negro, y el Círculo negro y la Cruz negra que con otras 36 pinturas rompedoras exhibió Malévich en Petersburgo en 1915, en la Última exposición futurista… En la inauguración de De Chagall a Malévich.
Allí se puede ver también Presentimiento complejo, un óleo por el que siento debilidad. Es de la segunda época figurativa de Malévich (1878-1935), pintado cuando ya había pasado unos meses en la cárcel y todas sus ilusiones habían sido meticulosamente aplastadas por el poder. Como por otra parte le pasó a todos los demás artistas que tuvieron la suerte de vivir en un momento de inaudita exaltación para luego…
Inspirado por De Chirico
En Presentimiento complejo se ve en primer plano uno de los campesinos esquemáticos y sin rasgos faciales característicos de Malévich, en el que se autorretrata vestido con una blusa amarilla, y al el fondo una casa roja. Charlotte Douglas escribió que esa casa está inspirada en La torre roja pintada por De Chirico en 1913 y añadió que Malévich buscaba formas simbólicas para expresar sentimientos de “nobleza y armonía con el mundo”.
Otros hablan de la influencia de los iconos rusos, su hieratismo, su nobleza, el espacio que ocupan en el área pictórica. Cada cual puede ver en un óleo lo que le parezca, faltaría más, pero éste en concreto no trata de armonía ni nobleza sino de la angustia, como explica el reverso del lienzo, donde el artista escribió: “Compuesta por elementos de la sensación de vacío, soledad, el impasse de la vida”. En un dibujo preparatorio escribió también: “Hombre encarcelado. Sensación de un hombre encarcelado”. En otro: “Periferia de la ciudad. Prisión”.
Entre la cárcel y la muerte
Antes de regresar de su viaje por Alemania, dejó escrito un testamento que empieza así: “En el caso de que muera o de que me encarcelen definitivamente…”. En aquella época de su vida, en aquella época terrible de la Historia del siglo XX estaba obsesionado con la prisión y la muerte, que le alcanzó al cabo de cinco años, a los 55.
Haberme encontrado ya cinco veces aquí y allá ante ese presentimiento complejo me parece que no puede ser casual. A través de esa pintura, Malévich me está queriendo decir algo, probablemente en un susurro, cuando estemos solos. Cosa que es imposible en la Mapfre, tendría que ser necesariamente en casa. Hace falta robarlo. ¿Pero cómo? Espero sugerencias del lector.