Aún queda mucho de enigma en la figura y la obra de Caravaggio (Milán, 1571- Porto Ércole, 1610), quizás el artista más explorado en el último siglo. El más bendecido de redenciones. El más dotado para la superchería académica. En él se alternan claridades y penumbras que entusiasman, que desconciertan, que empujan. Soporta todas las teorías, pero una cosa está clara: no acepta las verdades absolutas. Caravaggio es uno de los creadores más plurales del Barroco; con toda probabilidad, el más incalculable. De ahí que no dejen de acumularse novedades alrededor de su pintura, que él concibió a modo de desacuerdo contra la austeridad. Como un modo de instalarse fieramente en la vida. Este tríptico da cuenta de las últimas noticias sobre ese genio inagotable:
Un visitante toma con un móvil una imagen del lienzo ‘Santa Catalina de Alejandría’ tras su restauración en el Thyssen / EFE
La restauración de Santa Catalina de Alejandría
Fillide Melandroni era una prostituta de 17 años --como corteggiana scandalosa aparece en el registro de la parroquia romana de Sant’Andrea delle Fratte-- cuando sirvió de modelo para el retrato de Santa Catalina de Alejandría que el cardenal Del Monte había encargado a Caravaggio, probablemente por tratarse de la patrona de los estudiantes. Ella es también la pecadora en el lienzo Marta y María Magdalena --hoy, en el Detroit Institute of Arts-- y encarna a la heroína judía que decapita al general asirio en el cuadro del Palacio Barberini de Roma Judith y Holofernes, del que se halló en 2016 en el desván de una casa a las afueras de Toulouse (Francia) otra versión atribuida al genio milanés. Finalmente, el pintor le realizaría un retrato a petición de uno de los amantes de ella, Giulio Strozzi. El cuadro acabó destruido en 1945 en un bombardeo aliado sobre Berlín.
De ella se sabe, además, que era extraordinariamente bella y que, probablemente, sufrió daños en el dedo anular de la mano izquierda, dada su extraña posición en los cuadros. Según los testimonios históricos, Fillide era dura, apasionada y capaz de cometer actos violentos, tal como detectó el experto Bernard Berenson al verla retratada como Santa Catalina en Villa Favorita, la residencia de los Thyssen en Lugano (Suiza): “Salvo por la rueda y la espada y la palma, no hay nada aquí que sugiera una virgen mártir. La hermosa joven llamada Catalina quizá parece como si posara para su retrato, y uno se siente tentado a preguntarse si no era ése en realidad el propósito del lienzo”. Y así emerge ahora, tras la restauración en los talleres del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid: carnal, vibrante, de una deslumbrante hermosura.
Detalle del proceso de eliminación de los barnices alterados en la ‘Santa Catalina’ de Caravaggio / MUSEO THYSSEN
“Más que la pintura de una santa, es el ensayo del retrato de una modelo. Es algo similar a lo que Velázquez hace en Las meninas, un experimento a partir de un grupo familiar”, ha señalado el director del centro artístico madrileño, Guillermo Solana, a la vista de una rehabilitación que ha dejado al descubierto cómo trabajaba el artista. Así, no dibujaba previamente, sólo realizaba incisiones como guías para la composición, y pintaba de forma compulsiva, tal como demuestra los numerosos pentimenti o arrepentimientos en la posición de las manos o en el color del vestido de la mártir, que pasó, acaso por sugerencia del comitente, quien quizá lo juzgó indecoroso, de un rojo carmín a un tono berenjena o azul pardo adornado con ricos bordados. Todo el proceso está documentado en la exposición Descubriendo a Caravaggio, hasta el 26 de mayo.
Detalle (autorretrato) de ‘El martirio de san Mateo’ de Caravaggio, en la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma / CG
Cincuenta años del caravaggio que Cosa Nostra robó (¿y destruyó?)
En este 2019 se cumple medio siglo de la desaparición de la Natividad que Caravaggio pintó en el verano de 1609 para los franciscanos del oratorio de San Lorenzo de Palermo. La obra, de 2,68 metros de alto por 1,97 metros de ancho, fue arrancada de su marco en la noche del 17 al 18 de octubre con una cuchilla por dos ladronzuelos. Lo más probable es que en el proceso de retirada la tela se cayera al suelo y, desde allí, la enrollaran como un cilindro para sacarla del templo. Desde entonces, nada cierto se sabe alrededor del paradero exacto de la obra, sobre la que han circulado múltiples versiones: desde la destrucción de la pieza al ser devorada por unos cerdos en una granja hasta su ubicación en un lugar principal del salón de reuniones de la Commisione, la cúpula de las familias mafiosas de Sicilia.
El lienzo de Caravaggio ‘Salomé con la cabeza del Bautista’, que pertenece a Patrimonio Nacional
El relato más probable es, curiosamente, el último en incorporarse en torno al destino final de esta Natividad. Tras conocer el robo, Gaetano Badalamenti, capo en Cosa Nostra, se hizo con la tela en 1970 a cambio de un cargamento de droga y mandó llamar a un marchante de arte de Suiza. Un informe reciente de la comisión antimafia del Parlamento italiano cuenta que este señor, ya fallecido y que habría sido identificado, se conmovió cuando tuvo la tela delante y se puso a llorar. “Este es tonto”, dijo Badalamenti. El experto, en todo caso, superó la conmoción: aconsejó cortar la obra en partes para su venta. Trasladaron la tela a Suiza en un camión frigorífico y luego la trocearon. Cuatro, seis u ocho, no se sabe bien. Hoy estarían en colecciones privadas de todo el mundo. El misterio, pues, se ha multiplicado ahora en forma de puzzle.
¿Llegaron algunas obras de juventud de Caravaggio a España?
Para escudriñar en los años juveniles del pintor, el crítico de arte Andrew Graham-Dixon, en su libro Caravaggio. Una vida sagrada y profana (Taurus), sigue el relato de la primera biografía que se publicó sobre el genio, ya en la segunda década del siglo XVII, firmada por Giulio Mancini. Este médico de Siena da cuenta del ingreso del milanés en el Hospital de la Consolazione de Roma a raíz de un accidente en el taller de Giuseppe Cesari. Durante su convalecencia allí, Mancini dice que Caravaggio realizó “muchas pinturas para el prior, que las llevó a Sevilla, de donde provenía”. De ser cierta esta versión, se desconocen qué obras fueron y cuál fue su paradero. A día de hoy, sólo hay cuatro caravaggios en colecciones públicas: en el Prado (David vencedor de Goliat), en el Palacio Real (Salomé con la cabeza del Bautista), en el Museo de la Abadía de Montserrat (San Pedro penitente) y, por supuesto en el Thyssen, la Santa Catalina de Alejandría. O la prostituta Fillide Melandroni.