El tópico dice que la columna de Trajano fue el primer tebeo. Sus cuarenta metros de altura todavía se alzan en medio de los foros imperiales de Roma. Su fuste contiene unos relieves que explican la guerras de la campaña de Dacia de forma secuencial. Podemos leerla como si fuera una única viñeta helicoidal que recorre en forma continua el relato de todas las batallas. El espectador puede seguirla si va girando en torno a su base. El estipendio que el imperio invirtió en su construcción se debe a su poder para adoctrinar a los ciudadanos analfabetos en ese relato mítico y vencedor. La figura del emperador aparece hasta en setenta ocasiones. Hasta ahora no se le conocen antecedentes.

Otras voces encuentran el eslabón perdido del tebeo actual en otras tantas manifestaciones artísticas, a saber: los jeroglíficos que realizaban los antiguos egipcios; las imágenes policromas de las cristaleras en las catedrales cristianas; el tapiz de Bayeaux; los retablos medievales; los dibujos en los códices precolombinos o las primitivas pinturas rupestres. Pero no, nada más lejos de la realidad. Parece que el verdadero homo antecessor de nuestro tebeo se encuentra entre los Aleluyas y las Aucas que se utilizaban para la pedagogía infantil. Estos protocómics se servían de imágenes y textos pero no en la forma de bocadillo actual, también carecían de desarrollo de trama y de la mayoría de recursos posteriores inventados por los historietistas. Su fecha de nacimiento oscila entre la aparición de la imprenta (1440) y el de la litografía (1796). 

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La columna de Trajano en Roma / CG

Se suele convenir que la aparición del género no llega hasta finales del siglo XIX. Su origen está indefectiblemente unido a otros medios de comunicación de masas, radio, cine y sobretodo periódicos: transmedia avant-la-letre: relatos populares que buscan la evasión con fama de marginales y subterráneos. Sin ningún apoyo institucional. Destinados a hemerotecas precarias. Clasificados en casetas de madera de huertos clandestinos. Al anaquel más alto de la habitación adolescente. Pero llegaban a los kioscos, sin más alharaca que el entusiasmo infantil y juvenil.  Mezclando buenas y malas historias en una mezcla heterogénea sin jerarquías.  

El gran desembarco actual

Ha llovido mucho desde aquel ninguneo bautismal y la displicencia de parte de la crítica cultural hasta la actualidad. A partir de los años 90 parece que el mundo del cómic ha ido conquistando cuotas de respetabilidad y academia. Es un efecto curioso, casi análogo a la de cualquier tipo de arte o disciplina: cuanto más pierde en favor popular, más parece ganar en aura intelectual. El famoso carisma expuesto por Walter Benjamin. En el año 1992 el cómic --aunque suelen llamarla novela gráfica-- Maus de Art Spiegelman (Suecia, 1948) consigue ganar el premio Pulitzer. Es la primera vez que lo hace una obra no estrictamente literaria. Algo parecía haber cambiado para siempre. El pistoletazo de salida del género hacia su formalidad institucional. 

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El tapiz de Bayeaux / CG

Desde entonces, las principales editoriales literarias mundiales incluyen en sus catálogos cada vez más tebeos. Con coartada intelectual, de acuerdo. Lejos del cauce del mainstream generaL, vale. Pero cada vez con mayor ambición y hondura. Poco a poco, las secciones de cultura de los periódicos les hacen más caso; el mundo académico también levanta la ceja de interés. Los festivales y ferias del ramo son cada vez más populares y visitados. La ciudad de Buenos Aires sienta una escultura de Mafalda en un banco de San Telmo. En Badalona se proyecta la creación de un gran centro museístico dedicado a la historieta. Parece que cada vez más lectores van entendiendo que el arte secuencial no es exclusivamente una cosa de críos. 

En el año 1992 el cómic --aunque suelen llamarla novela gráfica-- Maus de Art Spiegelman (Suecia, 1948) consigue ganar el premio Pulitzer. Es la primera vez que lo  hace una obra no estrictamente literaria. Algo parecía haber cambiado para siempre

Al albur de Maus nacen también otras obras que consiguen aunar el favor de la academia y el público: Persépolis de Marjane Satrapi (Irán, 1969) o buena parte de la obra Alan Moore (Inglaterra, 1953) alcanzan ese estatus. Parecen haber llegado para quedarse en el centro del canon de la ficción. ¿Pero es el actual un desembarco real? ¿Está el cómic en su mejor momento histórico? Parece que no. Al menos en cuanto a su vertiente industrial e institucional. El cómic, ante una importante encrucijada histórica, parece encontrarse solo ante el peligro. Protegido casi exclusivamente por sus acérrimos seguidores. Pare empezar, el Ayuntamiento de Badalona lleva once años tratando de construir el anhelado Museo de Cómic, el proyecto se encuentra aplazo sine die, en pleno fuego cruzado de trifulcas partidarias. Tras los aparente síntomas de mejora encontramos la parálisis institucional. Ahora se discute si el lugar asignado --una antigua fábrica abandonada-- debe destinarse para uso universitario.  

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Estatua de Mafalda en Buenos Aires

Y después tenemos el problema de su catalogación efectiva y su estudio. Pese a que tal vez se estén escribiendo los mejores cómics de la historia no disponemos de una manera efectiva de conservarlos. Dejamos las obras a la intemperie. En parte debido a ese déficit de catalogación, para resolver parte de todos estos problemas, nace desde Sevilla una propuesta única en el mundo. Se llama Tebeosfera. Y es la respuesta entusiasta de  lectores y especialistas para defender el arte que aman. Para dotarlo de herramientas de estudio avanzado. Para construir un aparato crítico a su alrededor que permita y difunda su estudio. Trabajan con el convencimiento de que los tebeos son parte de la cultura iconográfica española y deben recibir el mismo trato en investigación y registro que el resto de obras y disciplinas

'Tebeosfera'

“La idea surgió por la necesidad y por la rabia --explica Manuel Barrero, alma mater de la maravilla-- Tebeosfera surgió primero como una publicación divulgativa en internet porque era un modo barato y fácil de lanzar una publicación de este tipo, que yo quería lanzar porque quería contribuir a la difusión de las cualidades del cómic. Mi afán inicial y el de siempre fue disponer de una revista con número monográficos sobre temas diversos del mundo de la viñeta. Y así fue que nació Tebeosfera como revista en 2001 y se publicaron 19 números en una primera época, luego otros trece en otra época y ahora llevamos cinco de una tercera. Las épocas las marcan, en este caso, los cambios en programación que dicta la red internet y sus dictaduras de diseño. El número 6 de nuestra revista, dedicada a los feminismos en el cómic, verá la luz en un par de semanas”.

“Al mismo tiempo --sigue Barrero-- yo quería construir un catálogo de los tebeos españoles. Y quería hacerlo porque desde 1993 no se publicaba ninguno y yo sabía que faltaban muchísimas cosas por catalogar y que había que catalogarlas con mayor ambición, porque un listado de títulos (dirigido al mercado del coleccionismo) no era lo adecuado. Había que catalogar como se catalogaban los libros en la Biblioteca Nacional, o cualquier otra obra artística o de comunicación. Y en eso me apliqué. Diseñamos un primer catálogo en 2007 y luego hemos construido otro, más ambicioso en la propuesta y en la gestión, en 2013. Y en ello estamos. Lo construimos con dinero propio y lo sostenemos de manera altruista. Llevamos 250.000 fichas creadas y contrastadas. Creemos que quedan unas 100.000 más para tenerlo completo, aunque no te aseguro que eso sea posible porque como no hubo otras iniciativas como esta en el pasado, lo que se publicó en el primer tercio del siglo XX va a ser difícil de encontrar”.

Web de Tebeosfera

La web de Tebeosfera / CG

Barrero nos cuenta el nacimiento de su pasión no fue por herencia sino por propio descubrimiento. “Tuve el descubrimiento de que no solo existían los tebeos, también de que lo que se narraba en los tebeos tenía una entidad similar, o parecida, a lo que se narraba en novelas o en cine, o en la tele. El hecho de que el monstruo de Frankenstein tuviera una vida en el papel otra en el celuloide, otra en negro sobre blanco... me fascinaba, porque todas esas versiones eran la misma y eran diferentes. Eran distintas las emociones que despertaban en mí. Me percaté pronto de cómo funcionaban los diferentes lenguajes, la inmediatez de lo audiovisual, la hondura de lo literario y la magia abierta de lo historetístico. Ese escrutar por qué mi cerebro era capaz de componer lo que sucedía entre viñeta y viñeta me fascinó siempre y quise estudiar ese medio y en ello estoy aún. Primero construimos una revista, luego un catálogo y luego una minieditorial. Pero todo es un mismo proyecto: Tebeosfera”.

Manuel Barrero ha creado, sin apoyo institucional, movido por la pasión, la mayor base de datos del tebeo en España, Tebeosfera, cuyo catálogo reúne hasta 250.000 fichas de publicaciones

Acerca de la aparente bonanza del cómic en la actualidad, Barrero afirma que no es tal. “Hoy las tiradas no son lo que eran. Los tebeos son más gruesos, cierto, y más caros (aparentemente, pero no tanto más) pero es que las tiradas de hoy oscilan entre los 500 y los 1.000 ejemplares. Hay tebeos que tiran 10.000, pero son muy muy pocos. Los superventas, como Arrugas de Paco Roca, han alcanzado los 70.000 pero a lo largo de los años y en diferentes ediciones en distintas lenguas y formatos. La media de tirada de un tebeo hoy es, como mucho, y exagerando, mil ejemplares. Esto, multiplicado por los 3.000 del año arroja una densidad en circulación de tres millones a lo sumo. “La diferencia es obvia. Además, la población española en 1960 era de treinta millones de personas. Hoy es de 46 millones. Hace cincuenta años tocábamos a más de un tebeo por cabeza en España. Hoy si acaso llegan para que lean los funcionarios públicos de este país...”.

Otros pioneros

Otras propuestas donde el género del cómic va encontrando visibilidad y acomodo son en el pequeño Museo de humor Fernando Garreta en Beas de Segura (Jaén) o en el Museo del Humor en Fene (La Coruña), donde su impulsor  Xaquín Marín ha conseguido que la Xunta arrimara el hombro para su financiación e institucionalización. Toda una hazaña para los tiempos que corren.

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Viñeta de Maus de Art Spiegelman / CG

El cómic tiene raíces aéreas, sí,  “mirando hacia el cielo, con los pies en la maceta” como dice el verso de la canción donde Kiko Veneno formula su receta privada. Pero va siendo hora de que las instituciones dejen de mirar hacia otro lado. El cómic necesita cuidado, visibilidad y financiación. Disponer definitivamente de una casa propia. De momento, la más duradera y consistente, sigue siendo la canción que Jaume Sisa escribió en 1975. La canción llamada Qualsevol nit pot sortir el sol (Cualquier noche puede salir el sol) y fue publicada en un disco de nombre homónimo. En su traducción al castellano dice algo parecido a esto:

“Hace una noche clara y tranquila, luce la luna,

los invitados van llegando y van llenando toda la casa

de colores y de perfumes.

Están aquí Blancanieves, Pulgarcito, los tres cerditos,

el perro Snoopy y su secretario Emilio, y Simbad,

Ali-baba y Gullivert.

Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo.

Mi casa es vuestra casa, si es que hay casas de alguien.



Hola Jaimito, y doña Urraca, Carpanta y Barba-Azul,

Frankenstein, y el hombre lobo, el conde Drácula y Tarzán,

la mona Chita y Peter Pan.

La senyorita Marieta del ojo vivo viene con un soldado,

los Reyes Magos, Papa Noël, el pato Donald y Pasqual,

la Pepa bonita y Superman [...].