Hay imágenes que con el tiempo han adquirido una pátina mítica en el imaginario político: el miliciano de Capa, los guardias de Centelles, la alpargata de Català Pic o Marina Ginestà de Hans Gutmann. A este último autor pertenece otra fotografía un tanto polémica, Sacerdote instantes antes de ser fusilado. Una instantánea tomada en el 36 que mostraba a un individuo desgreñado y de barba cuidada, mirada serena y un rostro que deja escapar un hilo de simpatía, un gesto afable como el de un párroco repartiendo hostias. No es de extrañar que se identificase como el sacerdote Martín Martínez Pascual, fusilado en Valdealgorfa, Teruel, el 18 de agosto de ese mismo año.
La imagen se destinó como portada del libro de Santiago Matas Holocausto católico, incluso se editaron estampas tras su beatificación en cuyo reverso se podían leer sus últimas palabras: "Yo no quiero sino daros mi bendición para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer". Sin duda la foto estaba destinada a convertirse en el icono opuesto a la foto del miliciano de Robert Capa, pero algo falló. En 2016 se publicó Live Souls, un libro con 210 imágenes de la Guerra Civil realizadas por Wainman, un brigadista que prestó servicio como conductor de ambulancias. En una de las fotos se aprecia el mismo barbudo 36 días después del sitio de Huesca, viste un mono y lleva cartuchera al cinto. Conversa con un compañero que nos da la espalda. En esta ocasión, la sonrisa es más abierta y su mirada menos inocente. Por el lugar y la fecha se tratarían de dos milicianos de la centuria Thaelmann, compuesta por comunistas alemanes. ¿A qué se debió tal equivocación? La agencia Efe, titular del archivo Hans Gutmann, comenta que cada rollo de película iba acompañado de una nota que indicaba el contenido del reportaje. El autor debió confundirse o no recordó bien.
Una guerra dentro de otra
Como de fervor va la cosa, existen dos fotos que los devotos de la hoz y el martillo veneran como a estampa de santo. Una es la del Che, de Alberto Korda, y otra, Muerte de un miliciano, de Robert Capa. Sobre la captura de Capa hay que decir que gana cierta carga emocional con el pie de foto que le puso la revista Life en julio del 37: "Un miliciano español en el preciso instante en que es derribado por una bala que le atraviesa la cabeza en el frente de Córdoba". Los editores de Life confundieron la borla roja del gorro cuartelero con la voladura de la tapa de los sesos.
En 1975 el periodista Phillip Knightley hizo un experimento con esa foto, cambió el pie original por este otro: "Un miliciano resbala y cae mientras se entrena para la acción". El sentido de la imagen cambia por completo. Sin entrar en polémica de si se trata de una escenificación --da igual, los posados también constituyen iconos--, una cosa queda clara: de nuevo por el lugar y la fecha se comprueba que el soldado caído era un anarquista de Alcoy, Alicante. Lo verdaderamente discrepante de la imagen no es su veracidad, porque se dice que allí no hubo tiros en el "instante decisivo", lo contradictorio es que las fuerzas marxistas, en clara oposición al anarquismo --en parte por el tema internacionalista--, convirtiesen la imagen en el icono de su causa, en la foto que consternaría a la opinión internacional. Pero la realidad no era de un sólo color.
Orwell en su ensayo Descubriendo el pastel español ya alertó de las discrepancias entre anarquistas y comunistas durante la Guerra Civil. Estos últimos ayudados por supuestos liberales catalanes --¿a qué suena esto?--, fueron los mayores represores del anarquismo. Sirva el ejemplo de los hechos ocurridos en Barcelona a partir del 3 de mayo del 37, cuando 200 policías republicanos y milicianos comunistas asaltaron a tiro limpio la Central de Teléfonos, gestionada por los anarquistas. Los días siguientes los enfrentamientos se extendieron por Tarragona, Tortosa, Reus y así hasta acabar con ellos.
¿Quién mató al milicano?
El diario The Telegraph resumió la jornada del paripé del referéndum con una viñeta poco acertada. En ella se mostraba a unos antidisturbios junto a una urna y una estelada tirada. Uno de los agentes dispara contra el miliciano de Capa. Tanto a los del diario británico como a más de uno le haría falta conocer un poquito más de historia, así evitarían que los católicos recen a un comunista, los comunistas veneren a un anarquista y los indepes cojan de icono a un internacionalista. A veces la memoria falla.