Al principio era una mera sospecha. Que los negociadores de las mesas en la llamada Operación Chamartín habían firmado un pacto de silencio. Que no se sepa nada. Que nadie comente lo aquí tratado y aquí acordado. Hoy es realidad que las tres partes de la mesa de negociación, ayuntamiento, Administración de Estructuras Ferroviarias (ADIF) y Distrito Castellana Norte (DCN), han sellado un pacto de silencio para que la ciudadanía no sepa nada. Que no se enteren los ciudadanos de los barrios afectados. Porque se echarán a la calle. ¡Qué estarán negociando! ¡Qué estarán acordando para que su gran acuerdo sea guardar silencio! Ciudadanos no sabe nada. Los socialistas no saben nada. El PP no sabe nada. El concejal del ayuntamiento, José Manuel Calvo, tampoco sabe nada. O así lo deja caer. Va por los distritos a explicar nada. Que Esperanza es del PP y han hecho la llamada Operación Chamartín. Y emboba a los oyentes. Pocos. Y nada enterados de lo que vende el concejal Calvo. No dice nada. Y demuestra que no controla el tema. Otros son los que negocian.
-Saludos, concejal. ¿A qué acuerdos habéis llegado en la mesa de negociación?
-A ti te lo voy a decir.
-Pues sí. ¿Por qué no?
-Esperarás a cuando todos.
Y el concejal Calvo estira cuello para que lo vean los pocos ciudadanos de Fuencarral que han asistido a su exposición sobre los problemas de Madrid.
Hoy es la estrella. Dejémosla que brille.
¿Quién lleva la voz cantante por parte del Ayuntamiento? Bardají. Ahí es nada. Enrique Bardají. Ayudado por la vieja guardia del PSOE: Eduardo Leira, marido de la alcaldesa Manuela Carmena, y Eduardo Mangada, el arquitecto octogenario. Estos sí saben de la operación, no el concejal Calvo. Tanto correr para ir a parar a las cabezas que dirigieron el urbanismo en Madrid en 1985. Avanzar para atrás. Es una de las prácticas de Podemos por lo cual no hay que asombrarse.
Tanto correr para ir a parar a las cabezas que dirigieron el urbanismo en Madrid en 1985. Avanzar para atrás. Es una de las prácticas de Podemos por lo cual no hay que asombrarse
Ni nos asombramos que las otras partes, DCN y ADIF, estén pero como que no están. Como servidor público, es decir, defensor de los ciudadanos, debería estar el Ministerio de Fomento, que ha delegado en ADIF y su presidente Juan Bravo. Está, pero como que no existe. Gran conocedor del entramado de las obras públicas del ayuntamiento en su etapa anterior con Gallardón, se deja ver, pero no está. Misterio. Domina el terreno. En superficie y en sus catacumbas. Es un experto conocedor de las cuevas y pasillos urbanos y suburbanos de las obras municipales. Jefe y dominador de la gran obra por excelencia de Madrid. El soterramiento de la M-30. Fue uno de los integrantes de la reunión privada con Ruiz Gallardón donde se acordó el incremento del precio de las obras. Se pasó de un presupuesto de 2.508 millones de euros a 3.702 millones de euros. Ahí es nada. Las empresas adjudicatarias exprimieron la legislación para conseguir unos sobrecostes que en algunos casos llegaron al 63%. Las empresas fueron Dragados, Ferrovial, Sacyr, OHL y Acciona. No hubo debate público en el ayuntamiento. Reunión entre amigos de unos 20 minutos. Como le gustaba a Gallardón. Pocos y bien avenidos. Que nadie se entere de nuestros negocios. Que nadie esté en el pasillo cuando yo salga del despacho. Así era Gallardón. Así lo hacía en su etapa del ayuntamiento. Y Bravo era su mano derecha en asuntos de economía y negocios. Algo sabe de estos temas. Mejor. Sabe mucho.
La otra pata de las tres que negocian en las mesas de negociación es Distrito Castellana Norte (DCN) con el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) como protagonista. Es el que pone el dinero. ¡Oh! Ahí es nada. Y las condiciones. El valedor de la operación. También el que se va a llevar los beneficios. Enormes beneficios. Y quien los va a repartir. De ahí que todos a cumplir lo que DCN ordene. O te quedas sin la parte correspondiente. Así que ni palabra a la prensa. Silencio. Pacto de silencio hasta que yo lo diga. El BBVA, me refiero. Ni palabra al resto de contertulios pasivos del ayuntamiento ni del Ministerio de Fomento. Ordeno y mando. Es la gran obra del BBVA. Es la gran obra de Francisco González, su presidente. La tiene que hacer. Por prestigio. Por orgullo. Porque antes de jubilarse --le quedan unos dos años--, González quiere ponerse la medalla de ser el autor de la mayor obra de Madrid. Y porque el banco lo necesita. Necesita una gran obra con la que salir del agujero por donde merodea peligrosamente. Hay un gran socavón en el mismo. Sólo le faltaba quedarse sin la Operación Chamartín. Imposible resistir. El castañazo en bolsa sería de tal calibre que, dicen los expertos, podría llevarlo a desaparecer. Aten cabos.
Todos a cumplir lo que DCN ordene. O te quedas sin la parte correspondiente. Así que ni palabra a la prensa. Silencio. Pacto de silencio hasta que yo lo diga. El BBVA, me refiero
Aten cabos y analicen la situación del gran promotor e impulsor de la obra de Castellana Norte. No hay salida. Pues habrá que hacerla a pesar del silencio y sus secretos. Eso dicen todos. Incluso los participantes en la mesa de negociación. Aunque su silencio es casi hermético, con pocas fisuras. Las que apuntan a historias de Turquía, de México, al BBVA. Las que rezuman con el frío paseando entre rosales helados. Y las que hierven con el agua de un par de tazas de té verde en una pastelería cara. Quieren dar la gran sorpresa. La bomba informativa. Hagamos la Gran Operación Chamartín. Silencio. Están repartiéndose los beneficios. Sí, incluso antes de realizarla. Es tan alto el negocio, el Gran Negocio, que nadie quiere quedarse fuera. Silencio. Así se reparte mejor.
¿Y los ciudadanos de los barrios?
Oiga, no moleste. Que les den.