Galaxia Gutenberg es una excepción. O quizás la verdadera excepción sea su editor: Joan Tarrida. Hace diez años decidió comprar la editorial, cuando formaba parte de un gran grupo, para convertirla en un sello independiente. Sabía lo que hacía. Desde que era universitario ha trabajado dentro del mundo editorial, donde durante mucho tiempo ejerció como editor de mesa. Una década más tarde, aun conservando algunas de las colecciones de su asociación con Círculo de Lectores, Galaxia Gutenberg ha consolidado un catálogo propio donde la narrativa y el ensayo son los grandes. Tarrida apostó desde el comienzo por la literatura centroeuropea, sin descuidar el descubrimiento de nuevos autores españoles.
-Galaxia Gutenberg es toda una anomalía: mientras muchos sellos son absorbidos por grandes sellos, Galaxia hace diez años salió de uno para para ser independiente.
-Cuando compramos la editorial pertenecía a Bertelsmann y a Planeta. Hubo que convencer a ambos. Lo volvería a hacer, y no porque ahora, diez años después, sepa cómo han sido las cosas. Entonces llevaba dieciocho años trabajando en Bertelsmann y conocía lo que era un gran grupo. Si estuve tanto tiempo es porque estaba muy bien ahí. No tengo nada en contra de los grandes grupos. De hecho, me fue muy bien trabajar ahí todos esos años. Aprendí mucho. Pero llegó un momento en el que necesitaba un proyecto propio, en el que pudiera controlarlo todo. Algo que es muy difícil conseguir cuando se trabaja en un gran grupo.
-¿Sin esa experiencia en Bertelsmann no hubiera sido posible esta Galaxia?
-Sin duda. Yo he podido hacer todo lo que hemos hecho y hacemos en Galaxia Gutenberg porque tengo la experiencia de lo que es un gran grupo. Los grandes grupos te enseñan a manejar todos los aspectos del mundo de la edición: el marketing, lo comercial, las finanzas, la tesorería, la distribución en distintos escenarios… Muchos de estos aspectos que no son los que más visibilidad tienen pero que son esenciales para cualquier proyecto editorial, algo que uno observa cuando trabaja en los grandes grupos, porque están enfocados al resultado final. A veces, cuando montas tu propia editorial, te olvidas de este elemento, puesto que prima la idea de querer construir un catálogo y publicar determinados libros; sin embargo, nunca hay que olvidar que los números tienen que salir. Si no salen, se acaba cualquier sueño. Además, trabajar en Bertelsman me permitió conocer América Latina y la edición en otros países.
-¿A qué se refiere?
-Me refiero a saber cómo funciona cada país –no olvidemos que cada país latinoamericano es distinto–, qué librerías o cadenas de librerías tiene mayor peso dependiendo de la ciudad, cómo se lleva a cabo la distribución y cuáles son las condiciones económicas… Me refiero a la posibilidad de conocer de manera profunda la realidad del mundo del libro en los distintos países de América Latina.
-Usted se formó en filología ¿Ser editor le llevó a dominar los temas empresariales?
-En parte sí. El editor tiene que ser un empresario. Si quieres crear una editorial independiente, aparte de tu formación literaria/filológica/filosófica, necesitas conocimientos empresariales. Cuando trabajas en un gran grupo puedes más o menos despreocuparte del ámbito empresarial, pero si eres el propietario de una editorial, por pequeña que sea, tienes que controlar los números y todo tomar decisiones de empresario: cuántos ejemplares vendes a tal sitio, cómo haces la distribución y en qué condiciones…
-¿Los aspectos puramente empresariales afectan a la parte literaria? ¿A veces se desea publicar algo que es inviable en términos de empresa?
-Evidentemente. A veces, te gustaría publicar cosas que son inviables y, por tanto, no lo haces. Y a veces publicas cosas inviables. Cuando eres empresario haces lo que quieres y puedes incluso decidir publicar algo aunque sepas que no solo no vas a ganar dinero, sino que lo vas a perder. Eso sí, cuando decides arriesgarte de esta manera lo haces porque, más allá de las pérdidas, publicar ese determinado libro ayuda a cimentar la idea que tú tienes la editorial. Algo así, evidentemente, se puede hacer en muy contadas ocasiones. Tienes que saber siempre hasta qué punto puedes arriesgar.
-Al respecto, quiero preguntarle sobre los libros ilustrados que publican, que llevan, entre otros, firman artistas como Miquel Barceló. Imagino que son libros que implican un riesgo porque son caros en todos los sentidos.
-Son libros que, ante todo, construye una imagen determinada de la editorial, aparte de ofrecerte la posibilidad de trabajar con artistas como Barceló. Un lujo. Todo lo que hemos comentado antes cobra particular importancia a la hora de hablar de esta clase de libros, porque con ellos puedes conseguir un resultado positivo en términos económicos, pero es un resultado siempre a largo plazo. No son libros que vendes en pocos meses, sino que se venden lentamente. Son caros de producir: su coste de inversión es alto y el retorno de la inversión, lento. Tienes que controlar mucho cuándo publicar un libro de este tipo.
-Los ilustrados y las obras completas son los libros que usted ha mantenido de la antigua Galaxia Gutenberg.
-Y también la poesía. Cuando Galaxia estaba dentro de Círculo de Lectores, que se alimentaba libros que hacían las otras editoriales, no podía competir con los demás sellos y buscar, por ejemplo, narradores actuales o títulos de literatura extranjera por los que se interesaban editoriales como Acantilado o Tusquets, de cuyo catálogo Círculo se alimentaba.
-Usted comenzó su trayectoria como editor en Llibres del Mall.
-Sí, comencé editando poesía en los años ochenta. Entré por casualidad, sustituyendo a un amigo que se iba a hacer la mili. Yo estaba buscando trabajo: tenía dieciocho años, estudiaba por la noche y buscaba un trabajo para las mañanas. Lo conseguí en una editorial, pero si hubiera sido otro sitio también hubiera aceptado. Fue una suerte empezar ahí; recuerdo que los dos primeros libros en los que trabajé fueron dos poemarios, uno de Miquel Martí i Pol y otro de Maria-Mercè Marçal. Para un chaval de veinte años poder trabajar directamente con estos autores y, poco después, con Salvador Espriu y, en castellano, con José Ángel Valente y Juan Goytisolo, fue una enorme suerte. Supuso un gran aprendizaje. Más tarde me dediqué a la traducción: fue fundamental porque me situó al otro lado. Ahora ya no puedo traducir como tampoco puedo hacer todo el trabajo de edición de mesa que me gustaría; ahora lo encargo, pero el hecho de haber ejercido la traducción y la edición me permite comprender mejor a quien está al otro lado realizando estos trabajos.
-¿La selección de títulos está externalizada también? Me refiero a si cuenta con lectores que no solo lean los manuscritos, sino que hagan propuestas.
-La decisión final de todos los libros que se publican la tomo yo. Tengo un grupo de personas a mi alrededor que saben lo que busca Galaxia y, cuando encuentran un título o un autor que puede interesarme, me lo comentan y lo hablamos. Ahora mismo tenemos una colección de cuatro libros al año –dentro de narrativa– al frente a la cual está Edurne Portela y una colección –dentro de ensayo– que dirige Jordi Carrión. Siempre he intentado que dentro del catálogo haya aportaciones de personas con criterio y con la que tengo sintonía. Es muy difícil es estar atento a todo. A nosotros nos llegan diez libros cada día, pero no se puede dar salida a todo. Por eso los doy a leer a gente que sé que me puede ayudar y dar una opinión a la que prestar atención. Evidentemente, todo libro que es susceptible de ser publicado pasa por mí antes de tomar la decisión final. No se trata solo de que el libro esté bien, sino que debe encajar en el catálogo y las condiciones de contratación tienen que ser razonables. Además, una vez que tienes seleccionados los setenta títulos que vas a publicar a lo largo de un año, tienes que organizar su publicación para que no se peleen ni se hagan sobra, sobre todo de cara a la promoción.
-Suele decirse que los autores, sobre todo aquellos que no son best-sellers o tienen un gran prestigio, suelen ser mejor tratados en sellos pequeños que en los grandes grupos.
-Hay muchos editores que comentan esto. Seguramente, algo hay. ¿Si un gran grupo publica mil libros al año cuánto tiempo puede dedicar a la promoción de uno mediano? Poco. Le dedicará una semana y ya está. En Galaxia intentamos no hacerlo de esta manera, porque sabemos que la vida de un libro hay que intentarla alargar todo lo que se pueda y tenemos claro que nosotros no trabajamos con libros, sino con autores. Hay que acompañar a los autores no solo cuando sacan un libro, también cuando lo escriben, cuando reflexionan sobre lo que quieren escribir…
-¿La verdadera apuesta de un editor reside en descubrir un autor nuevo?
-Cada vez es más difícil descubrir autores nuevos. No porque no existan. Lo complicado es publicarlos y darlos a conocer, sobre todo si hablamos de autores extranjeros, a menos que venga avalados por premios. Eso sí, cuando vienen con premios la cosa tampoco es fácil, porque todos los editores están interesados por ellos y adquirir los derechos, a menos que no te hayas anticipado, es estar involucrado en una pelea económica. Las editoriales independientes tenemos que ser hábiles, detectar a los autores con potencial antes de que les llegue el éxito o los premios; hay que captarlos para publicarlos tú. Una vez que consigues publicar a un autor extranjero al que le ves potencial, si no llega premio alguno, es difícil hacerlo funcionar entre los lectores. Hay que tener en cuenta de que se publican muchos títulos de narrativa. ¿Cómo haces para convencer a los medios de comunicación y a los libreros que hablen y destaquen tu libro entre tantos otros? Dar a conocer un autor de aquí es más fácil, sobre todo, porque está aquí y pueden participar en presentaciones, clubes de lectura o encuentros con lectores… Todo esto es impensable para un autor extranjero.
-¿Los lectores vamos a lo que ya conocemos?
-Esto es lógico, lo hacemos todos. De todas maneras, los lectores son curiosos: cuando a ti alguien te recomienda un libro le haces caso. El lector está abierto a cosas nuevas. El problema es hacerle llega la novedad. Lo mejor es el boca-oreja, pero ¿cómo fomentarlo? Lo ideal es que se produzca espontáneamente, sin saber por qué un libro se vuelve un éxito.
-Como sucedió con Vassili Grossman o con Kallifatides.
-Nunca hubiera dicho que llegaríamos a vender tantos ejemplares de Vida y destino. Y algo parecido nos ha pasado con Kallifatides, cuyas novelas se han vuelto lecturas imprescindibles para muchísimos lectores. Un autor griego, que vive en Suecia, que escribe en sueco y del que no se había publicado nada hasta que llegamos nosotros. ¿Quién hubiera podido imaginar un fenómeno como el que se ha producido con sus novelas? Como editorial algún mérito tendremos, pero te puedo decir que trabajamos por igual todos los libros y no todos tienen ese éxito. Hay fenómenos que ni controlas ni sabes explicar del todo.
-Imagino que muchos autores necesitan escribir dos o tres libros antes de alcanzar el éxito. ¿El editor tiene que ser paciente?
-La base para hacer una editorial que funcione es tener una serie de autores que consigan vender bien cada nuevo libro que publican y que cada último libro arrastre en términos de venta a los anteriores. Si te fijas en el catálogo de cualquier editorial con una larga trayectoria, como puede ser Anagrama, te darás cuenta que este tipo de autores están muy presentes. Dicho esto, al mismo tiempo como editor tienes que incorporar al catálogo nuevos autores, que son los que de aquí a algunos años serán en parte el motor de la editorial. Entre estos nuevos autores hay algunos que venden de inmediato y otros que requieren más tiempo. Evidentemente, no puedes esperar que la primera novela que publicas de un autor funcione comercialmente, pero tampoco puedes esperar que dicho autor publique diez libros antes de funcionar. Hay que encontrar un equilibrio. El trabajo del editor es hablar con el escritor en cuestión para que comprenda que la cuarta novela tiene que funcionar sí o sí y, por tanto, tienes que generarle la confianza para que se crean capaces de hacer algo mejor. A la vez, tienes que orientarles.
-Olvidé citarle a Mancuso. ¿Su autor estrella dentro del ensayo?
-Es otro de los casos curiosos. Lo descubrí leyendo una contra en La Vanguardia y me pareció interesante. Encontré su correo y le escribí para preguntarle si tenía algún libro publicado. Me contestó diciéndome que no tenía nada escrito, así que le pedí que, si algún día escribía algo, pensara en mí. Y así fue. Años después me volvió a contactar diciéndome que mi primer mensaje le había despertado el gusanillo por la escritura y que acaba de escribir un libro. Así empezó todo. Con el tiempo se ha convertido en un auténtico best-seller en algunos países de América Latina como Chile o Argentina.
-Sus principales éxitos vienen de tradiciones literarias europeas, no pertenecen al ámbito anglosajón…
-Yo creo que estamos demasiado obsesionados por el mundo anglosajón. Con esto no quiero decir que no sea importante; encontramos grandes ensayistas y textos de mucha importancia, pero también existen en otros ámbitos. Lo que sucede es que a veces publicamos cosas de segunda o de tercera simplemente porque son en inglés cuando, sin salir de Europa, hay lenguas en las que se está escribiendo textos mucho más que relevantes. Como editores tenemos que hacer el esfuerzo de mirar en otros campos. Lo anglosajón nos viene dado queramos o no. En unas semanas iré a Riga para ver qué pasa en los países bálticos, puesto que, por la guerra con Ucrania y su cercanía con Bielorrusia, están en una situación complicada. Estoy convencido de que esta circunstancia se tiene que reflejar en su literatura.
-¿Ha notado un mayor interés por la historia y la cultura ucraniana o por conocer con más detalle la historia de esta guerra?
-Al inicio notamos un creciente interés. Libros como Tierra de sangre o Vida y destino comenzaron a ser más solicitados y, afortunadamente, no nos hemos encontrado con lectores que dejen de leer autores rusos, por mucho que algunos alentaran a hacerlo. Era una auténtica tontería. ¿Qué responsabilidad tienen los escritores rusos, muchos de ellos contrarios a la guerra, de lo que haga Putin? Al inicio del conflicto también notamos un creciente interés por los autores ucranianos. Sin embargo me da la impresión que, desgraciadamente, la guerra se ha naturalizado y ya no podemos hablar de un interés creciente. Como editores tenemos que intentar que se siga hablando de lo que está sucediendo. Y no me refiero a lo inmediato, de eso se encarga el periodismo. Me refiero a ofrecer las herramientas para que el lector interesado pueda comprender lo que sucede. Por esto en otoño publicaremos un libro de Piedad Bonet, que como corresponsal conoce muy bien la zona y da claves para entender lo que está pasando, pero no solo en clave política, sino también humana. Se centra en cómo está viviendo la guerra la gente del Dombás y de Crimea.
-¿Qué importancia tuvo a la hora de llenar las casas de libros Círculo de Lectores?
-Fue muy importante. Llegó a tener millón y medio de familias suscritas y no eran siempre las mismas: a lo largo del año había 20.000 de familias que se salían y otras que entraban… De tal manera que, si hacemos un recuento final, la cifra total de suscriptores de Círculo de Lectores fue más elevada. Esto sucedía en un momento en el que no había tantas librerías como hoy y no existía la venta por internet. Hasta los años noventa Círculo de Lectores fue un elemento clave a la hora de introducir libros en las casas de la gente.
-¿Círculo de Lectores es resultado de una época en la que la cultura tenía mayor peso o prestigio?
-Quizás sí. Círculo funcionaba, ante todo, porque nadie cerraba a los agentes que iban a las casas de la gente. Al contrario. La gente, que cerraba la puerta a otro tipo de vendedores, dejaba pasar a los de Círculo. Y la razón no era otra de que los agentes ofrecían libros, cultura. Con otro tipo de producto, hubiera sido distinto. Unía a todas esas familias en el deseo de comprar libros para sus hijos, porque se tenía asumido que la cultura importaba y que era bueno que los hijos leyesen. De hecho, los principales suscriptores eran padres jóvenes que ni tenían tiempo para comprarse libros para sí mismos ni para saber qué tipo de libro les convenía a sus hijos, pero tenían claro que era importante tener libros en casa.
-Le he escuchado más de una vez afirmar que no se siente representado con el adjetivo elitista o que no le gusta que definamos así a Galaxia.
-La gente que lee mucho no forma parte de la élite. Hay personas que leen muchísimo cada mes; pregúntales si se consideran élite. Te contestarán que no, para nada. Ante un libro que voy a publicar lo primero que tengo claro es que es un buen libro y que vale la pena que se conozca. A partir de ahí mi trabajo –y el de todos los que trabajamos en la editorial– es encontrar cuantos más lectores posibles mejor. Si es un libro que puede conseguir mil lectores tiene que conseguir mil. Si es un libro que puede conseguir siete mil lectores, pues los tiene que lograr. Luego, si se dispara en ventas, ya es otra cosa. Como editor lo que tengo que conseguir es que el libro llegue a la gente que tiene que llegar. Yo no publico para unos happy few. Publico para el mayor número de lectores posibles.