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Durante décadas, este sanatorio fue un símbolo de esperanza para cientos de pacientes que luchaban contra la tuberculosis en plena Cataluña industrial. Hoy, en cambio, el complejo sobrevive como una mole vacía, castigada por el vandalismo y tres décadas de abandono.

Inaugurado a comienzos del siglo XX, vivió su esplendor hasta mediados de la centuria, cuando los avances médicos lo dejaron sin propósito claro. Tras años de usos residuales, el recinto acabó clausurado a finales de los 90 y desde entonces permanece atrapado en un deterioro que amenaza con borrar su historia.

Solución a un problema latente

La tuberculosis golpeaba con fuerza a principios de la vigésima centuria. Cataluña no era una excepción, pues sufría las consecuencias de una letal enfermedad. La industrialización y el hacinamiento, producto del éxodo rural y la inmigración, agravaron la situación. Cabe destacar que se trata de una patología muy contagiosa.

Sanatorio de Torrebonica MónTerrassa

De esta manera, en Torrebonica, cerca de Terrassa, se construyó un recinto antituberculoso, inaugurado en 1911. El clima, el aislamiento y la amplitud de la zona se consideraban idóneos para el tratamiento de este padecer. Tenía varios pabellones separados, amplias galerías de reposo al aire libre, terrazas orientadas al sol y una red de pasillos largos y rectilíneos pensados para controlar el movimiento y garantizar el aislamiento.

Momento de auge

La amplia clínica, situada en una finca de un kilómetro cuadrado, estaba distribuida como una pequeña ciudad sanitaria. Contaba con edificios auxiliares, zonas agrícolas, capillas y espacios verdes que formaban parte del tratamiento. A partir de su apertura, comenzó a funcionar con intensidad, a raíz de la necesidad en la zona.

Vivió su época de esplendor desde su fundación hasta la Guerra Civil, cuando el funcionamiento de este se frenó. Antes del estallido del conflicto, era uno de los principales centros de tratamiento de la tuberculosis. No obstante, tras la contienda que dividió España, el modelo asistencial cambió. La sanidad se reorganizó y surgieron nuevas prioridades.

Nuevos usos

Torrebonica dejó de ser un sanatorio especializado al uso. A raíz de los daños de la guerra, la atención se centró en mejorar los centros generales. Por otra parte, curar las lesiones fruto del conflicto pasó a ser la prioridad. De la misma manera, otras enfermedades como tifus, disentería, difteria y otros padeceres infecciosos recibieron más recursos.

La estrategia respecto a la tuberculosis cambió de forma radical. Dejó de ser una prioridad. Pasó de los centros aislados a un control ambulatorio y preventivo, con campañas de diagnóstico y vacunación.

Llegada de los antibióticos

A mediados del siglo XX, entre los años 50 y 60, arribaron a las fronteras españolas los antibióticos. Este remedio terminó de vencer la pugna contra la tuberculosis. Los avances médicos consiguieron evitar muchas muertes y con estos medicamentos. No obstante, para Torrebonica terminó por ser su sentencia definitiva.

Con el paso del tiempo, los usos de este sanatorio fueron variando. Parte de los edificios se destinaron a funciones sanitarias auxiliares, agrícolas, logísticas o administrativas. Todas vinculadas al sistema sanitario de Terrassa. No obstante, camino del final de la centuria, sus puertas se cerraron de forma definitiva como centro hospitalario.

Cierre definitivo

A finales de los años 90, el modelo sanitario catalán ya no tiene necesidad de mantener un complejo así. Según documentación patrimonial y fuentes históricas, el uso sanitario cesa completamente en torno a 1999. A partir de ese momento, el conjunto queda fuera de servicio, sin actividad estable.

El Ayuntamiento de Terrassa recalificó una parte de los terrenos y terminó en manos privadas. Concretamente, del Real Club de Golf El Prat. No obstante, los pabellones principales quedaron en absoluto desuso. El morbo llevó a mucha gente a colarse en unas instalaciones que agonizan a razón del paso del tiempo. El vandalismo y los grafitis participaron en echar por tierra al desangelado hospital.

De esta manera, las paredes que un día vieron cómo miles de vidas se trataron, especialmente de la tuberculosis, ya solo viven aborrecidas. Sin plan para reanimar este centro, ha caído en el olvido. Desde fuera, se puede apreciar una imponente estructura. No obstante, es todo fachada, pues al cruzar sus puertas se cae el mito.

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