Publicada

Barcelona siempre ha sido conocida como la capital del teatro alternativo, al menos antes de que cruzara el umbral del siglo XXI. Gente como Joglars, Margarita Xirgu, la Fura dels Baus, Sanchis Sinisterra y tantos otros la colocaron en el mapa cultural.

A ellos hay que sumar la escena underground, la que se estaba fuera del circuito comercial y donde la creatividad y el desafío a lo establecido era pilar fundamental. En los textos y en las salas.

Prueba de ello es la curiosa historia del Teatre Metropolità de Barcelona, una compañía que, de manera efímera, convirtió una estación fantasma del metro en un escenario teatral. Una historia que no todo el mundo recuerda.

La situación fue el resultado de un momento histórico irrepetible. Por un lado, el fin del franquismo que inquietaba a la población; por el otro, la creatividad y la búsqueda de nuevas formas de expresión artística de la ciudad. Ambos encontraron en el subsuelo de la ciudad un espacio inesperado.

Quién estaba detrás

La idea surgió de Iago Pericot, pintor, grabador y escenógrafo que, junto al actor Sergi Mateu, fundó el Teatre Experimental de Barcelona. No era una sala, en realidad era una compañía con la que querían explorar un lenguaje teatral alternativo y participativo. 

Era una compañía comprometida, desafiante. Su propósito era abordar los problemas sociales del momento, de una manera directa, irreverente y lejos del teatro convencional. Propuestas que llevaron a cabo y que tuvieron su punto álgido en 1977.

Una obra con necesidades especiales

Ese año, Pericot y Mateu decidieron representar la obra Rebel Delirium, una pieza en forma de juicio teatral sobre la homosexualidad, prohibida y perseguida en la época. El montaje abordaba temas como la marginación, la represión, la depresión, el aislamiento y la rebeldía. 

La propuesta requería un escenario no convencional, pues sus creadores consideraban que un teatro al uso limitaría el impacto de la obra. Esta búsqueda de un espacio singular los llevó a fijarse en la estación Sant Antoni.

Una estación fantasma

Por aquel entonces, la parada todavía permanecía cerrada y sin servicio. Su construcción se adjudicó en 1968, pero la aparición de restos de la muralla medieval bajo las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni obligó a detener los trabajos y encarecer los presupuestos. 

Las cosas se complicaron en 1974. La presencia de aguas torrenciales en la zona de la Monumental y un error de cálculo que hizo coincidir los túneles de las líneas 1 y 5 a la altura de la Sagrada Familia forzaron la suspensión definitiva de las obras en 1975. 

Apoyo institucional

En 1977, Sant Antoni era una auténtica estación fantasma, pero también un escenario perfecto para la obra del Teatre Metropolitá de Barcelona y su obra Rebel Delirium

La compañía consiguió el apoyo del Ferrocarril Metropolitano de Barcelona, del Ayuntamiento y del Institut del Teatre, y habilitó la estación para su representación. En el andén se colocaron asientos para unas 200 personas y el túnel se convirtió en un escenario perfecto para la obra.

Un éxito de público

La obra funcionó. Entre el 6 de octubre de 1977 y el 8 de enero de 1978 se realizaron funciones diarias, de martes a domingo, con un total de más de 11.000 espectadores. Llegaron a organizar coloquios cada jueves donde participaban los estudiantes del Institut del Teatre y de Bellas Artes.

El éxito fue tal, que el montaje tuvo un notable eco internacional, no solo por la temática de la obra, sino por el hecho insólito de realizarse en un túnel de metro. “La primera vez en el mundo que se utilizará un túnel de metro para hacer teatro”, rezaban los diarios de la época.

Cultura en el subsuelo

El uso dee la estación fantasma como teatro no fue exclusivo del Teatre Metropolità de Barcelona. Durante todo ese tiempo se organizaron una serie de actividades paralelas que ampliaban la idea de aprovechar el metro como espacio cultural. 

Bajo el lema “Nadal al soterrani”, en las instalaciones subterráneas se ofrecieron espectáculos de mimo, teatro, ballet, conciertos de música clásica y contemporánea, corales dirigidas por Oriol Martorell e incluso sardanas.

Un ejemplo a seguir

Otra muestra se organizó en la estación Diagonal, donde se expusieron fotografías en su vestíbulo. La participación de entidades, empresas y colectivos, desde la editorial Vicens Vives hasta colegios profesionales y fábricas locales, puso de relieve el alcance social del proyecto. Y, en la estación Universitat de la L1 se instalaron murales de artistas reconocidos y se celebraron conciertos de jazz.

La representación en Sant Antoni fue sin duda, un éxito. Ayudó a explorar nuevos espacios escénicos, aprovechó por primera vez un túnel de metro como teatro y transmitía un mensaje pedagógico y social en plena Transición.

Eso sí, tras el paso del Teatre Metropolità, la estación de Sant Antoni permaneció cerrada durante otros veinte años más. No fue hasta el 25 de septiembre de 1995 cuando finalmente se inauguró como parte de la nueva Línea 2 entre Sant Antoni y Sagrada Família, que la estación fantasma volvió a la vida, pero nunca como ese 1977,

Noticias relacionadas