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Chillida, para el común de los mortales, es sinónimo del País Vasco, concretamente de su obra El peine de los vientos, en San Sebastián. Pero este artista no sólo trabajó en su tierra, sino en buena parte del mundo, también en Barcelona.

Pocos saben que la capital catalana esconde varias obras del escultor donostiarra, una de ellas, además, suspendida en el aire y en un popular parque de la ciudad. Una obra que, una vez más, habla de los cuatro elementos básicos y cuyas formas invitan a imaginar otros mundos posibles.

Bajo el nombre de Elogio del agua, la escultura del vasco se alza suspendida sobre un estanque en el Parc de la Creueta del Coll. Esta pieza monumental, inaugurada en 1987, no está anunciada ni en la entrada ni en las cercanías y mucho menos en las guías turísticas.

Lo más curioso de todo es que esta es una de las obras de arte público más singulares de la Barcelona y una de las pocas en las que Chillida integró de manera tan explícita el agua como elemento esencial del discurso escultórico. A pesar de que es crucial como elemento en el Peine del Viento.

Un emplazamiento particular

La pieza concentra buena parte del pensamiento plástico del artista: la gravedad, el vacío, la tensión entre lo pesado y lo etéreo, y la relación íntima con los materiales primarios. Por eso, el entorno que la acoge no es casual. 

El parque donde se ubica fue en su día una cantera de piedra granítica, que fue transformada a mediados de los años ochenta en un espacio público diseñado por el equipo de arquitectos Martorell-Bohigas-Mackay. Allí, entre taludes de roca desnuda y vegetación mediterránea, Chillida colgó su escultura sobre el agua. 

Cómo es la obra

La obra, de 54 toneladas, está realizada en hormigón armado con árido rojizo y granalla de hierro, y se sostiene mediante cuatro cables de acero anclados directamente en las paredes rocosas de la antigua cantera

Su forma recuerda vagamente a una mano abierta o a una figura abstracta de garras curvadas que, suspendidas, se reflejan sobre la lámina de agua. Y es que Elogio del agua no está posada sobre un pedestal ni enclavada en el suelo. Flota, o parece flotar, a escasos centímetros del agua. 

El lago de la Creueta del Coll en una imagen de archivo / ERC

El papel del agua

Chillida concebía esta relación como una parte esencial de la escultura. De hecho, afirmaba que él solo hacía “la mitad de la obra”, y que “la otra mitad la hacía el agua”. Esa simbiosis entre materia sólida y superficie líquida convierte al estanque en un espejo conceptual. 

El reflejo de la escultura en el agua forma parte de la pieza creada, es una prolongación, una duplicación que le otorga movimiento y le quita peso. Además, hay en ello una evocación poética del mito de Narciso, pero también una afirmación sobre la fragilidad de la percepción.

Un Chillida suspendido

La escultura genera una fuerte impresión física. A pesar de su volumen y peso, el hecho de estar suspendida le confiere una ligereza desconcertante. La sensación de masa contenida en el aire, detenida en pleno movimiento, genera una tensión visual que se ve amplificada por la curvatura de los brazos, siempre en diálogo con el cielo y el agua. 

A eso se le suma el papel que juega la luz. Según la hora del día, las sombras que proyecta varían y los reflejos se multiplican, de manera que la experiencia cambia constantemente. No hay dos miradas iguales.

El día que la obra se rompió

La pieza fue diseñada junto con el ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez, y se construyó in situ mediante un complejo sistema de encofrado que permitió verter el hormigón directamente en su forma final. Una vez fraguada la estructura, se retiró la carcasa y se colocó la pieza suspendida sobre el estanque. 

En 1998, sin embargo, uno de los anclajes cedió y la escultura cayó al agua, causando varios heridos. Eso no impidió retirarla. Fue reparada y recolocada con mejoras de seguridad, sin modificar su diseño original.

Dónde está

Luego está el parque. Más allá de las rocas de la antigua cantera, las palmeras y los cipreses allí plantados enmarcan la escultura como si se tratara de una reliquia arqueológica o una pieza sagrada. Y el agua sigue presente. En verano, el estanque que hay en el parque funciona como piscina pública, ideal para refrescarse.

Todo suma. El entorno, la pieza, el agua, los elementos usados. A diferencia de otras piezas de Chillida, realizadas en acero corten o en piedra, Elogio del agua apuesta por el hormigón, un material generalmente asociado al brutalismo, a lo inacabado, pero que aquí se transforma en algo suspendido y casi ingrávido. El resultado es una escultura que parece vivir entre dos estados: la solidez del peso y la volatilidad del reflejo.

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