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Cataluña es una tierra de vino. Hasta la propia Generalitat lo anuncia en sus carteles que rezan “Catalunya, on el vi es cultura”, es decir, donde el vino es cultura. Lo demuestran las once denominaciones de origen que alberga el territorio.

La relación con la vid es ya milenaria. Desde la época de los romanos, esta región ha trabajado los viñedos para producir caldos que son reconocidos internacionalmente. Uno de los más nuevos tiene más de 150 años de historia y muchos secretos por descubrir.

El viñedo en cuestión ya se encuentra en una tierra donde el vino sabe a gloria, el Montsant. Allí, entre las montañas de La Serra d'Almos y Capçanes, ha renacido esta viña histórica gracias a Josep Grau, un viticultor comprometido con la recuperación del patrimonio vinícola de la región. 

Este catalán ha sido el responsable de cuidar de El Pas de l’Estudiant, como se llama esta parcela de cuatro hectáreas llena de historia. Se dice que antes de la Guerra Civil, un niño, expulsado de su colegio por razones que se desconocen, cruzaba diariamente sus bancales para asistir a la escuela en Capçanes, recorriendo más de diez kilómetros al día. Su trayecto atravesaba un camino que bordea esta viña. Poco después, en la caseta del viñedo, se encontró una inscripción que parecía recordar al chaval. Ponía “Vinya El Pas de l'Estudiant”.

Una forma paticular

A esta romántica historia se le añade un valor añadido más: la zona en la que se encuentran los viñedos y la forma en la que están dispuestos. Situada a más de 325 metros de altitud, la viña se asemeja a un anfiteatro natural con inclinaciones vertiginosas que ofrecen vistas inigualables. 

Aunque todo ello parece reciente, varios documentos históricos demuestran que esta parcela existía hace 150 años, y los bancales de piedra seca indican que su relación con el cultivo de la vid podría ser incluso más antigua. Claro que durante décadas cayó en el más absoluto abandono, hasta el punto que el bosque se tomó el terreno.

Los años malos

A pesar de que fue recuperada hace 150 años y que el viñedo fue plantado parcialmente en 1947, hace 41 años se enfrentó a una nueva tragedia. Su propietario, Ramon Varnet, falleció allí en 1983 mientras trabajaba en el lugar.

Tras el incidente, la finca pasó por varias manos, incluidas las de Eric Solomon y Daphne Glorian, reconocidos embajadores de los vinos del Priorat. Sin embargo, el proyecto en el Montsant no prosperó.

Vino de Josep Grau

Idea surgida de una cata

La nueva vida y mayor apogeo de estas tierras no ha llegado hasta hace tres años, En 2021, Josep Grau adquirió el terreno y decidió devolverle su esplendor creando un vino excepcional y sostenible.

El emprendedor Grau emprendió la ardua tarea de recuperar los viñedos con una importante inversión que le llevó a replantar vides. En su reacondicionamiento, halló un acuífero subterráneo y esto fue toda una suerte: las aguas secretas ha sido clave para resistir las sequías que han azotado Cataluña. 

De las finanzas al campo

Tras este impulso, hoy, el viñedo por el que cruzaba un niño para ir a la escuela, produce un vino elaborado mayoritariamente con garnacha peluda, combinada con garnacha negra, cariñena y garnacha blanca. Lo hace siguiendo técnicas tradicionales: las uvas se vendimian, fermentan y crían juntas, como se hacía antaño.

Todo gracias a un emprendedor que nunca hasta ahora se había dedicado a la agriculta. De hecho, Grau cuenta que él era un financiero, nada más. Pero un día, durante una cata de vinos en Vila Viniteca, algo se disparó en su mente emprendedora. 

Recuperar la historia

A principios de los 2000 empezó a estudiar enología, recorrer bodegas y, finalmente, en 2023 fundó su propia bodega, Josep Grau Viticultor. En tan solo 21 años, el catalán ha transformado su pasión en una misión: rescatar viñas olvidadas y crear vinos que cuentan historias, como El Pas de l’Estudiant.

Su dedicación también ha dado lugar a otros vinos con historias personales, como La Florens, un homenaje a su madre, Florentina, quien sobrevivió contra todo pronóstico y mostró una fortaleza que Grau quiso reflejar en un vino “elegante pero con mucha personalidad”. La anécdota de su madre, quien mantenía vivo a su jilguero sustituyéndolo en secreto durante más de 50 años, es solo una muestra de la riqueza emocional que envuelve cada uno de sus proyectos.

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