La emergencia climática representa una amenaza para un pilar básico para el buen funcionamiento de las ciudades: el sistema de saneamiento de las aguas. Basado en la disponibilidad de agua y en la innovación que supusieron, en su día, el sifón hidráulico y las cisternas domésticas conectadas a una red de desagüe común, el saneamiento se ha convertido en un salvavidas que evita la transmisión de enfermedades y facilita la salubridad de las ciudades.
El cambio climático, con los episodios meteorológicos extremos (inundaciones y sequías) y con la subida del nivel del mar, puede dañar este sistema y tener un impacto negativo sobre los recursos hídricos que se esconden bajo el subsuelo, los que no se ven.
Hacer visible el recurso invisible
Bajo el lema Hacer visible el recurso invisible, las Naciones Unidas celebran este 19 de noviembre el Día Mundial del Saneamiento, o del Retrete, con el foco puesto en la relación entre el cambio climático, el saneamiento y los recursos hídricos que no se ven.
El saneamiento gestionado de forma segura y sostenible protege las aguas subterráneas de la contaminación. Y precisamente el agua subterránea, la fuente de agua dulce más abundante del mundo, es básica para las ciudades, la agricultura, la industria y los ecosistemas.
Aigües de Barcelona, empresa arraigada en el territorio donde opera desde hace más de 155 años, es un motor de transformación ecológica, social y digital. Por eso, promueve la economía circular, la protección de los ecosistemas y de la biodiversidad para luchar contra la emergencia climática y todos sus efectos.
Regenerar el agua para proteger la naturaleza
La forma más sostenible y resiliente de adaptarse a los efectos del cambio climático es apostar por la regeneración del agua. Regenerar es someter el agua depurada a un nuevo tratamiento para que se pueda reutilizar siguiendo un modelo circular. Una vez regenerada, se puede devolver en óptimas condiciones a los ríos y acuíferos. Durante el 2021, Aigües de Barcelona regeneró 38 hectómetros cúbicos (hm3) de agua.
Regenerar el agua para la recarga de los acuíferos permite proteger los recursos hídricos subterráneos y, a la vez, la adaptación a las consecuencias del cambio climático, como la escasez hídrica. La recarga de agua parcialmente tratada en la planta potabilizadora de Sant Joan Despí y el uso de agua regenerada para evitar la intrusión salina (entrada de agua de mar en el acuífero) son dos ejemplos claros de la gestión de Aigües de Barcelona en favor del medio ambiente. En el caso del acuífero principal del delta del Llobregat, Aigües de Barcelona inyectó en el 2021 un total de 0,68 hm3 de agua regenerada a través de un sistema de pozos de recarga contra la intrusión salina.
Un compromiso común
En el ámbito de la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, hace un año que Aigües de Barcelona adoptó el compromiso de alcanzar el 100% de la neutralidad en emisiones antes del 2050. Con este objetivo, la compañía ha llevado a cabo proyectos de eficiencia operativa a través de la digitalización, de transición energética y de generación de energías renovables, como la instalación de sistemas fotovoltaicos en las instalaciones que gestiona.
Además, Aigües de Barcelona desarrolla proyectos para fomentar la neutralidad en emisiones del territorio, impulsando la implementación de sistemas de valorización de fangos en productos sostenibles y de proximidad, con un alto valor para la agricultura, la industria y los servicios municipales.
Objetivo 2050
Consciente, además, de que esta debe ser una lucha conjunta y colaborativa, la empresa lanzó en mayo un hub de acción climática. Se trata de un espacio de codesarrollo y compromiso climático abierto que permitirá a todas las entidades participantes —actualmente más de 50— generar nuevos modelos ecológicos, neutros y de impacto positivo en los procesos y las cadenas de valor. De esta forma, contribuye firmemente a alcanzar la neutralidad en emisiones del territorio en el 2050 y a dar respuesta a la emergencia hídrica y de los recursos naturales.
El planeta azul depende también del agua que no se ve. El saneamiento es una pieza clave para cuidarla y afrontar los efectos de la emergencia climática.