La huella ambiental es uno de los indicadores clave para el cuidado del planeta. Hábitos como cerrar el grifo, optar por la ducha en lugar del baño, controlar el aire acondicionado y la calefacción, sustituir el coche por la bicicleta o secar la ropa al sol son algunas de las rutinas que reducen el impacto del consumidor sobre el medioambiente. Lo mismo sucede en el mundo empresarial.

La importancia de reducir la huella que dejan las compañías en el ecosistema crece cada día, del mismo modo que aumentan las voces que alertan de los peligros del cambio climático. Los consumidores valoran cada vez más los aspectos sostenibles en sus decisiones de compra o inversión y, debido a ello, limitar el impacto ambiental se ha convertido en un elemento diferenciador y de prestigio en el mercado. En un reciente artículo publicado por la revista Forbes, un 88% de consumidores declaran respetar aquellos negocios en los que se adoptan prácticas eco-responsables.

Medir las consecuencias

El impacto ambiental hace referencia a las consecuencias que produce en el entorno natural el desarrollo de una actividad, es decir, el rastro de contaminación que deja en su proceso productivo. Por eso, es clave conocer cuántos recursos se utilizan, la cantidad de desechos que se generan y, lo esencial, reconocer si el espacio en el que se desarrolla la acción es capaz de soportarla sin provocar daños al entorno.

Cada vez son más las empresas españolas que han empezado a registrar su huella ambiental. Entre las grandes corporaciones, Banco Santander realiza desde 2009 una medición detallada para conocer cuál es su impacto sobre el medioambiente y, sobre esos datos, diseñar programas concretos para reducir los residuos, los consumos y las emisiones que deja su actividad en todo el mundo. La huella ambiental está integrada en sus criterios ASG --siglasde medioambiental, social y gobierno corporativo en inglés-- y en el modelo de negocio como una prioridad estratégica. Y la compañía anima a sus empleados a hacer lo mismo, a través de distintas campañas de concienciación y voluntariado. La propia sede corporativa del grupo, en Boadilla del Monte, es un ejemplo de edificio sostenible, con una cubierta vegetal instalada en los tejados de sus 25 ediciaciones energético-eficientes.

Financiación verde

La entidad también apoya la transición de sus clientes hacia una economía verde. Es líder en financiación de infraestructuras de energías renovables, impulsa iniciativas emprendedoras que ayudan a crear conciencia sobre la importancia de reducir la huella ambiental (un ejemplo es el desafío internacional Santander X Global Challenge) y aplica criterios sostenibles en la selección de sus proveedores.

Banco Santander publicó en 2019 una agenda ambiciosa que incluye 11 objetivos de banca responsable a cumplir en cinco años, hasta 2025, para, a partir de ahí, acelerar el paso en el camino hacia la descarbonización. De estos objetivos, cuatro están dirigidos a proteger el medioambiente: movilizar 120.000 millones de euros en financiación verde, cifra que se elevará a 220.000 millones hasta 2030; que el 100% de la energía que consuma proceda de fuentes renovables; reducir por completo los plásticos innecesarios de un solo uso; y ser neutro en carbono en su actividad operativa interna, un objetivo ya ha conseguido en 2020.

Según los datos publicados al cierre del pasado mes de julio, Santander ha movilizado ya 41.700 millones de euros en financiación verde. Además, el 74% de la energía que consume procede de fuentes renovables (ha superado el 60% fijado para este año); y está a punto de reducir por completo los plásticos innecesarios de un solo uso (ha logrado recortarlos un 98%, a un paso del 100% para 2021).

Cero emisiones en 2050

En cuanto a las emisiones de carbono, el Santander es miembro fundador de la Net Zero Banking Alliance promovida por Naciones Unidas. De hecho, ya ha anunciado su intención de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el grupo en 2050 para apoyar los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Este reto va más allá de la propia actividad del banco. Incluye todas las emisiones derivadas de los servicios de financiación, asesoramiento o inversión que ofrece el banco a sus clientes, a los que acompañará en esta transición.

Sus objetivos de descarbonización tienen el primer foco en 2030. Será entonces cuando la entidad alineará su cartera de generación de energía eléctrica con el Acuerdo de París; habrá dejado de dar servicios financieros a clientes de generación de energía eléctrica cuyos ingresos dependan en más de un 10% del carbón térmico; y eliminará por completo su exposición a la minería de carbón térmico en todo el mundo.

 

Gráfico de la estrategia de Banco Santander para alcanzar las cero emisiones en 2050 / BANCO SANTANDER

 
 

Estrategia de gestión ambiental

“Estamos firmemente comprometidos con la protección del medio ambiente, reduciendo nuestra huella ambiental. Nuestra estrategia de gestión se centra en tres grandes áreas: reducir las emisiones de CO2 y compensar las que no hemos podido reducir; reducir y gestionar de forma responsable nuestros residuos; y aumentar la sensibilización sobre cuestiones medioambientales entre empleados y otros grupos de interés”, según señala el último Informe Anual del grupo, correspondiente a 2020. En este informe se detalla la reducción anual tanto en consumo (de agua, energía eléctrica y papel), de residuos y de emisiones de gases de efecto invernadero (directas e indirectas).

Los beneficios de medir la huella ambiental son muchos. Además de influir en la reputación y dar respuesta a las demandas sostenibles de clientes, inversores y accionistas, los expertos destacan que: permite localizar los puntos críticos desde el punto vista del medioambiente; es una herramienta de ahorro de costes, ya que detecta posibilidades de mejora de la eficiencia energética; permite compararse con la competencia y ser un factor de competitividad y diferenciación; y también atraer y retener el mejor talento, mejorando la imagen de la empresa entre sus propios trabajadores.