Barcelona es una ciudad llena de historia donde el modernismo dejó grandes obras arquitectónicas. El movimiento artístico dejó muestras de su paso por toda la ciudad y en la calle Consell de Cent, número 362, permanece intacta una de ellas.
Se trata del Restaurante Reñé, una de las fachadas más llamativas del centro de la ciudad que convive entre edificios nuevos y coches de última generación. Los abuelos de muchos niños, e incluso algunos padres, aún recuerdan que lo que hoy es uno de los restaurantes con más reclamo de la ciudad esconde entre sus muros una de las historias más largas de l’Eixample dreta.
El restaurante abrió hace tres años y desde entonces ha sido un éxito. Mantiene el aspecto de sus comienzos, que se remontan a 1892, pero adaptado a las exigencias modernas.
El local se inauguró hace más de un siglo como confitería y en 1910 pasó a ser una bombonería y pastelería que fue lugar de encuentro para muchos barceloneses hasta 1993, cuando cerró. Ahora, encontramos un bistró con aires modernistas con cocina local que nada tiene que ver con los restaurantes que le rodean.
El interior
La fachada del local es patrimonio de la ciudad de Barcelona que, acorde con el interior, invita a la imaginación y al recuerdo. La barra, las cristaleras y las estanterías son las originales que se encontraron en el obrador de la antigua pastelería y los relieves de las paredes son del año de su fundación.
La barra del restaurante Reñé / Yolanda Cardo
El Reñé ofrece una gastronomía para todos los gustos, con una carta mediterránea y una cocina de mercado, dispone de vinos catalanes y de denominación variada. El local, que se ha hecho un hueco entre los foodies de la capital catalana, seduce por su apariencia, ya que la mayoría de transeúntes desconocen qué esconde en su interior y se ven animados a entrar, si no lo conocen todavía, para resolver el misterio.
Son especialistas en arroces y pescados, aunque los amantes de la carne y las tapas también pueden hacer una parada sin problema. Su reclamo al público se centra en su apariencia, vistoso y sugerente, a través de la cual se ha desarrollado una carta variada de productos locales con los que conquistar el paladar de los clientes. Esteban Marín dirige el restaurante y explica que “nosotros trabajamos para fidelizar al cliente”, que según explica es de perfil femenino, aunque también acuden grupos de amigos o parejas de todas las edades.
Esteban cuenta que su intención es “reconstruir la historia de lo que una vez fue este lugar”. “Cuando lo cogimos, mucha gente, que ahora son clientes, venía a cenar a contarnos sus historias de cómo era esto antes”, explica Marín.
Una clientela local
¿Cuántas veces buscamos un restaurante bonito y a un precio asequible para una ocasión especial o por no repetir los mismo de siempre? El Reñé ofrece esa diferenciación con un local distinto al resto, donde todos los elementos están en armonía. Todo está delicadamente pensado para coincidir con la antigüedad del establecimiento, con una decoración propia y original, pero adaptado a las necesidades de un restaurante del siglo XXI.
Las jarras en las que se vendían los caramelos en la antigua chocolatería Reñé / Yolanda Cardo
Los autóctonos de la ciudad pueden estar tranquilos. El Reñé recibe a turistas, pero no es su cliente predilecto. Esteban asegura que “el turista que entra es porque ha investigado y quiere probar cocina local y probar platos que no tiene en su país”.
De este modo, el restaurante no pierde su esencia ni su característica más distintiva y no se convierte “en un local de masas”. Aun así, sí que es conocido por ser el punto de encuentro para muchos famosos de la capital.
Para seguir la tradición, se ofrecen postres artesanales como en su día hacía la pastelería, y los platos de la carta son flexibles al gusto y demanda del cliente. En definitiva, un local clásico pero funcional, con un ambiente y un producto para clientes que no sólo buscan comer bien y a un buen precio, sino también en un lugar distinto.