El director del MNAC, Pepe Serra
El director del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), Pepe Serra, vuelve a enredarse en el conflicto eterno de la devolución de la pinturas murales del monasterio de Sijena (Huesca). Esta vez, no por informes técnicos, sino por declaraciones personales que han acabado en los juzgados.
El abogado del Ayuntamiento aragonés ha pedido un acto de conciliación y su dimisión por unas palabras que, como mínimo, no encajan con el tono exigible a alguien que dirige una de las principales instituciones culturales de Cataluña.
Más allá del rifirrafe verbal, el episodio refleja un problema de fondo: la estrategia del MNAC sigue centrada en ganar tiempo y elevar la tensión, cuando la justicia ya ha hablado con claridad sobre la restitución de las obras a la abadía aragonesa.
Serra insiste en el argumento del riesgo técnico —legítimo hasta cierto punto—, pero la judicialización constante y los comentarios desafortunados no ayudan precisamente a reforzar esa posición.
El museo se ampara en informes y códigos éticos, pero el debate se desplaza cada vez más del terreno patrimonial al personal y al político. Y eso desgasta tanto a la institución como a su dirección, que debería ser la primera interesada en rebajar el ruido y ejecutar las sentencias judiciales con rigor y discreción.