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Las medidas financieras adoptadas en su día por la Unión Europea para contribuir a la salida de la crisis generada por la pandemia, con un montante de fondos jamás visto anteriormente, fueron calificadas por no pocos expertos como una oportunidad única, tanto para el sector privado como para el público Y no sólo para superar el duro golpe del coronavirus sino también para emprender proyectos muy necesarios con vistas a afrontar los desafíos de las próximas décadas.

Sin embargo, no bastaba con ser destinatario de unos fondos denominados, con todo el acierto, "Next Generation". También había que ser capaz de ejecutarlos con agilidad y rapidez, elegir muy bien aquellas actuaciones que fueran más necesarias con vistas a mejorar la vida y el día a día de los ciudadanos. El Ayuntamiento de Barcelona ha sido un ejemplo en este sentido. A día de hoy ya tiene ejecutado casi el 90% del montante recibido. Y cuenta con planes más que sólidos para completar el trabajo en poco más de seis meses. 

Desafortunadamente, no todas las Administraciones Públicas han demostrado ser igual de diligentes a la hora de gestionar tan valioso tesoro. En estos casos, tener las ideas claras y conocer de primera mano los problemas que realmente condicionan la marcha de los territorios se antoja fundamental para tomar decisiones rápidas y adecuadas.

Porque los fondos europeos tienen fecha de caducidad, se esfuman si no se encuentra para ellos un destino. Y el tiempo ha dado la razón a aquéllos que afirmaban que oportunidades como éstas no suceden todos los días. En el célebre "ahora o nunca", el Ayuntamiento que lidera Jaume Collboni ha estado en el lado del primero. De lo cual, saldrán beneficiada el conjunto de la ciudadanía. Los propios y, también, los ajenos.