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Nadie sería capaz de afear a un ejecutivo hacer todo lo posible en pos de procurar el bien para la empresa que le emplea y, por ende, para sus accionistas. En este sentido, la decisión del consejo del BBVA, presidido por Carlos Torres, de subir la oferta por el Banco Sabadell es intachable. Pero más discutible resulta el discurso sostenido por Torres en las últimas semanas, en el que se descartaba la posibilidad de una mejora de la OPA.

"La oferta es la que es; y ya es tremendamente atractiva". Esa fue la frase más pronunciada por el presidente de la entidad con sede en Bilbao. Por activa, por pasiva y hasta por perifrástica. La decisión del órgano de gobierno del BBVA deja en mal lugar a Torres y, sobre todo, genera incertidumbre en un mercado que, a partir de ahora, creerá menos en su palabra.

De forma premonitoria, el consejero delegado del Sabadell, César González-Bueno, señalaba el pasado viernes que en la cultura anglosajona sería impensable un escenario con tantas dudas como ha arrojado el BBVA desde que se autorizó la OPA. ¿Habrá mejora de oferta? Se descartó por el oferente y ha terminado por suceder. ¿Renunciará a la condición de aceptación mínima del 50%? Torres ha dicho que no es la intención del banco, pero la puerta sigue abierta.

En una especie de juego "poli bueno, poli malo", el presidente del Sabadell, Josep Oliu, dijo creer a Torres. Perdió el juego. Y quién sabe si, con él, también la partida de la OPA. En cualquier caso, la actitud de Torres no ha sido la más adecuada. Y también plantea el debate sobre si la legislación española en esta materia no debería ser menos laxa. Porque cabe recordar que con estas maniobras de la distracción los principales perjudicados son los pequeños accionistas. Sí, los de siempre, precisamente los que más protección necesitan.