Quim Torra, en el Parlament durante su mandato como presidente de la Generalitat
En septiembre se cumplen cinco años de la inhabilitación del expresidente de la Generalitat Quim Torra, posiblemente el más nacionalista de la historia reciente de Cataluña y a quien sus comentarios netamente hispanófobos perseguirán de por vida. Más allá de su estéril y breve mandato, sus provocaciones y su afán polarizador fueron una constante entre 2018 y 2020.
Al negarse a retirar una pancarta de la fachada de la plaza Sant Jaume pasó, durante los siguientes cuatro años, a cobrar un sueldo de hasta 122.588 euros anuales, un monto que dejó de percibir el pasado mes de septiembre al cumplirse cuatro años desde su adiós. En diciembre de 2027, cuando cumpla 65 años, recibirá una pensión vitalicia de hasta 91.941 euros anuales.
Más allá de que sea algo común entre los expresidentes, igual que un despacho y una asignación pública de la que también gozan Artur Mas, Pere Aragonès o José Montilla, en el caso de Torra resulta paradójico al no haber dejado de insultar a más de la mitad de los catalanes, cuyos impuestos también pagan el chófer o los caprichos del activista independentista de Blanes.
Fuera de la primera línea política y –¡ojo!– apartado de Junts por radical, se sigue dedicando a acompañar a Laura Borràs, que ha corrido la misma suerte en el partido de Puigdemont, a todo acto que implique insultar o despreciar a España y a todo lo castellano. Para él, los que no hablan el catalán en Cataluña siempre serán, en sus propias palabras, "bestias taradas".