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El perfecto héroe 'woke'

El actor chileno José Pedro Balmaceda Pascal, en arte Pedro Pascal (Santiago de Chile, 1975), ha sido muy bien recibido en Estados Unidos, donde a veces son muy generosos con los actores latinos (recordemos lo mucho que quieren a nuestro Antonio Banderas, aunque al principio solo le ofrecían películas penosas que el hombre aceptaba sin rechistar).

Pedro lleva toda la vida en Estados Unidos, donde llegó de niño con sus padres, huyendo del general Pinochet y su asqueroso régimen, por lo cual es, prácticamente, un actor gringo. En estos momentos, además, si no es el actor más querido y respetado de América, poco le faltará. Se lo ha ganado, pues es un hombre que conoce muy bien los tiempos que le ha tocado vivir y, en consecuencia, siempre dice lo que los biempensantes pogresistas quieren oír, hasta convertirse en un portavoz oficioso de la agenda woke. 

Lo puede comprobar cualquiera que adquiera el último número de la revista norteamericana Vanity Fair, que ya no es lo mismo que cuando la dirigía Graydon Carter y ofrecía una ecléctica mezcla de cultura, sucesos (los reportajes de juicios mediáticos de Dominick Dunne, que en paz descanse) y frivolidad para los veraneantes de los Hamptons.

Pedro Pascal ocupa la portada y dentro encontramos un reportaje que parece escrito por la redactora más boba de la publicación y que ofrece una imagen angelical-pogresista del actor, quien, por cierto, está en plena promoción de su última birria, una precuela de Los cuatro fantásticos, del establo Marvel.

La redactora en cuestión (cuyo nombre omitiré piadosamente) flipa con lo natural que es Pedro, quien se le echa a reír o a llorar en el momento más inesperado (porque está en contra de la masculinidad tóxica), mientras la toca por humanidad, no con intenciones lujuriosas, como otros.

Pedro echa pestes de la escritora J. K. Rowling, a la que considera antitransexuales (nuestro hombre tiene una hermana trans que también es actriz, Lux Pascal), ejerce de seudoportavoz de la comunidad LGTBIQ+, denuncia los males del mundo y asegura no tener vida privada, en el sentido de que lo que ves es lo que hay y que, como dicen los americanos, lleva el corazón en la manga.

Para la autora, Pedro Pascal representa una nueva masculinidad que hay que potenciar, frente a la masculinidad apestosa que todos conocemos gracias a Harvey Weinstein y demás gentuza. Pero yo me pregunto: ¿puede representar una nueva masculinidad un homosexual con un pie dentro y otro fuera del armario (Pedro defiende al colectivo LGBTIQ+, pero nunca aclara si forma parte de él, lo cual no sé si se compadece muy bien con lo de llevar el corazón en la manga)?

En cualquier caso, sus sermones pogresistas funcionan a la perfección en la América actual, sometida a la presidencia más infame de todos los tiempos. No sé si Pascal y Trump se retroalimentan, pero a veces lo parece.